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Trichet baraja monetizar la deuda pública de los PIIGS

Los mercados barajan ya abiertamente una devaluación monetaria en la zona euro. Sin embargo, Jean Claude Trichet se resiste a las presiones de monetización de deuda y ha asegurado este mismo jueves que el BCE no comprará directamente bonos de los PIIGS, por el momento.

Si a finales de 2008 y principios de 2009 la decisión monetaria más importante a nivel mundial fue la bajada histórica de tipos de interés al 0%, adoptada de forma coordinada por los principales bancos centrales del mundo (Reserva Federal de EEUU, BCE y Banco de Inglaterra), todo apunta a que la próxima será la devaluación coordinada de divisas mediante la monetización de deuda pública e, incluso, privada (medida conocida como quantitive easing).

El presidente del BCE, Jean Claude Trichet, ha negado por el momento dicha posibilidad. El francés ha señalado en los últimos días que el BCE “no ha adoptado una decisión” al respecto, con lo que tampoco descarta que finalmente el banco central apueste por esta vía. En la tradicional rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno del BCE, celebrado este jueves en Lisboa, Trichet se ha limitado a señalar que durante la reunión no se ha discutido esta cuestión.

La clave es que la monetización directa de deuda por parte de los bancos centrales ya ha sido puesta en marcha desde hace meses por la Reserva Federal (FED), el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón. El único que, de momento, se ha opuesto ha sido el BCE. Sin embargo, el estallido de la crisis de deuda pública en el seno de la zona euro -tras la caída de Grecia- abre la puerta a esta opción -tildada por muchos analistas como nuclear- en el seno de la Unión Monetaria.

De hecho, el primer movimiento en este sentido tuvo lugar hace escasos días, cuando el BCE decidió aceptar los bonos basura de Grecia como colateral para seguir inyectando liquidez al sistema financiero heleno, evitando así su probable colapso. Esta medida fue aprobada justo después de que los socios comunitarios y el Fondo Monetario Internacional acordaran el conocido plan de rescate griego, dotado con cerca de 110.000 millones de euros, para evitar la quiebra del país.

Los inversores han interpretado este movimiento como el principio del fin de la ortodoxia monetaria aplicada hasta el momento por Trichet. Tras el estallido de la crisis subprime en EEUU a mediados de 2007 pero, sobre todo, tras la caída de Lehman Brothers a finales de 2008, el BCE ha empleado diversos mecanismos monetarios (ventanillas de descuento) para sustituir a un mercado interbancario -en donde los bancos se prestan dinero entre sí- totalmente paralizado y seco.

El mecanismo empleado hasta el momento consistía en prestar dinero a la banca a tipos de interés muy bajos -próximos al 1%- a cambio de activos de alta calidad que servían como garantía del citado préstamo -colateral-. En esencia, los bancos han transferido sus activos basura a sus respectivos estados a cambio de deuda pública que, posteriormente, era descontada en el BCE para inyectarles liquidez.

Sin embargo, el BCE ha comenzado a aceptar bonos basura -deuda griega- como garantía para inyectar liquidez a la banca, lo cual se ha traducido casi de inmediato en una caída del euro respecto al dólar -en la actualidad el euro cotiza por debajo de los 1,28 dólares-. Preguntado sobre esta cuestión, Trichet ha explicado este jueves que la admisión de los bonos basura helenos como colateral -suspendiendo así los criterios vigentes hasta el momento- ha estado motivada por la grave situación que vive Grecia.

Ante esta relevante excepción concedida a Atenas, el mercado se huele que el siguiente paso será la monetización de deuda pública en caso de que se agrave la crisis de deuda. Es decir, que el BCE compre directamente bonos soberanos de los países más débiles de la zona euro, los famosos PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España), por ser éstos los más expuestos al temido efecto contagio de la crisis griega.

Esta medida implicaría la devaluación del euro, tal y como ha acontecido con el dólar y la libra tras poner en marcha sus respectivos mecanismos de quantitive easing. Ambos bancos centrales han devaluado su moneda empeorando la calidad de los activos que sirven de soporte a sus respectivas monedas. ¿Cómo? Comprando a precios inflados los activos tóxicos de la banca e, incluso, directamente deuda pública gubernamental.

Los inversores desconfían del plan de rescate griego y de que Atenas cumpla con el programa de austeridad impuesto por Bruselas y el FMI. Es decir, de momento, las autoridades públicas no han logrado detener el temor del mercado a una posible suspensión de pagos de Grecia, trasladando las dudas a la solvencia misma de otros países débiles, como es el caso de España, Italia o Portugal.

Ante este escenario, se han planteado diversas soluciones durante las últimas semanas: la posibilidad de acudir al rescate de los PIIGS -con un coste superior a los 600.000 millones de euros-; la quiebra ordenada de países, tal y como apoyan algunos destacados miembros de la coalición que lidera la canciller alemana Angela Merkel; la expulsión de países; y ahora, esta tercera opción: devaluar el euro mediante la compra de deuda pública por parte del BCE (monetizar deuda, o quantitive easing).

Las presiones para que Trichet adopte esta vía crecen por momentos. Así, según los analistas del Royal Bank of Scotland (RBS), "el BCE no debería esperar a que se produzca un nuevo deterioro que afecte a la credibilidad de los países de la periferia”. En caso de que la crisis griega se contagie a otros países miembros  “probablemente no habrá tiempo suficiente para adoptar un respaldo similar al de Grecia”. Por ello, “¡mejor romper con las reglas de juego (monetarias) que romper la zona del euro!", alertan.

De este modo, la entidad defiende que el BCE compre los bonos públicos de los gobiernos de la zona euro con problemas de solvencia. "Es la única manera de que el BCE logre de verdad ofrecer una imagen creíble sobre la solidaridad de Europa. Creemos que esta opción está sobre la mesa si persisten los riesgos de contagio”, añaden.

Por su parte, según David Owen, economista jefe de Europa Jeffries Group Inc. en Londres, el BCE debe ir más lejos y comprar bonos del gobierno si lo que quiere es estabilizar los mercados financieros y evitar una nueva recesión . "Hay una buena probabilidad de que el BCE, en última instancia, recurrirá a la flexibilización cuantitativa".

Alemania se opondría


¿Problemas? Dos, fundamentalmente. En primer lugar, el Tratado de Masstricht prohíbe expresamente que el BCE compre deuda pública de los países socios. De hecho, el Bundesbank (banco central alemán) también prohibía en sus estatutos esta opción antes de incorporarse a la Unión Monetaria. Pese a ello, tanto el Tratado de la UE como la Constitución germana tampoco contemplan la posibilidad de rescatar países (financiar a otro país con dinero de los contribuyentes) y, sin embargo, el rescate de Grecia ha sido aprobado.

En segundo lugar, destacan las reticencias que, sin duda, levantaría en Alemania una medida de estas características. Así, Marco Annunziata, economista jefe de UniCredit, en un reciente comunicado,  advertía a sus clientes lo siguiente: ésta es una línea roja que “el Gobierno alemán no permitiría cruzar. Las compra de bonos públicos [por parte del BCE] sería una financiación monetaria directa de los déficits fiscales excesivos”, algo que rechazan por completo tanto el Bundesbank como el Gobierno alemán.

Y es que, monetizar deuda presiona al alza los precios, con lo que muy posiblemente esta política monetaria provocaría una elevada inflación a medio o largo plazo. La inflación es la principal preocupación de los alemanes tras la traumática experiencia de la hiperinflación experimentada en 1923. El euro caería con fuerza respecto a otras divisas internacionales, como el dólar y la libra. En esencia, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, base sobre la que se construyó el euro, saltaría por los aires, demostrando el rotundo fracaso del proyecto monetario común.

Tras la bajada histórica de tipos, coordinada por los bancos centrales en 2008 y 2009, existe la posibilidad de que ahora se opte por una devaluación encubierta -también coordinada- de las principales divisas internacionales, ya que el euro se sumaría así al dólar y a la libra. Al menos, así lo demandan determinados agentes financieros. Está por ver si, finalmente, Trichet dará su brazo a torcer.

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