La primera ministra del Reino Unido desde 1979 hasta 1990, Margaret Thatcher, predijo hace casi diez años los problemas que sufre hoy el euro: "La moneda única europea está destinada al fracaso", escribió Thatcher en su libro Statecraft, escrito en 2001 y publicado en 2002, "aunque el momento en que esto ocurra y sus consecuencias son todavía inciertos".
Thatcher anticipó también las medidas extraordinarias que se pondrían en marcha para salvar la moneda única: "Ese fracaso no se puede arreglar por un rescate estadounidense ni internacional, porque los principios básicos de la euro-zona son irremediablemente defectuosos".
Thatcher pronosticó, con evidente acierto, dados los acontecimientos de los últimos meses, que se incumpliría el artículo 104 del Tratado de Maastricht, entonces en vigor. En él se aseguraba que ni la UE ni ningún estado respondería por los compromisos adquiridos por otros gobiernos centrales o administraciones regionales: "Eso no terminará ahí", aseguró Thatcher en alusión a dicho artículo. "Habrá una presión enorme, y al final irresistible, para dejar que los presupuestos los haga también Europa. La eurozona no tendrá sólo una moneda única, habrá también un balance general único".
Los argumentos en los que Thatcher basó sus augurios eran tanto económicos como políticos. Por un lado, creía que las economías europeas eran demasiado diferentes para coexistir bajo una misma divisa: "Con la moneda única habría un tipo de interés único, que no tendría en cuenta los intereses de Gran Bretaña sino los de un conjunto de países, lo que sin duda supone una receta para crear ciclos de auge y depresión".
Thatcher ya había avisado de este problema antes de dejar el poder, cuando advirtió a su sucesor, John Major, de que en el euro no cabían países tan distintos como Alemania y los más pobres de Europa, "cuyas ineficientes economías serían devastadas" en la Unión Monetaria.
"El euro se romperá"
Su asesor económico, Sir Alan Walters, alertó también sobre la inestabilidad que crearían las diferencias de crecimiento, inflación, índices de desempleo y déficits públicos entre los países miembros: "No sé exactamente cuándo, pero el euro se romperá. Quienes crean que durará para siempre deberían pensarlo mejor", aseguro este economista en 2002.
Por otro lado, Thatcher criticaba la uniformización política que implicaba el abandono de las monedas nacionales: "Sin el poder para emitir y controlar la moneda un estado no puede determinar su política económica", escribió en el capítulo de Statecraft dedicado a la Unión Europea.
Los tipos de interés se fijan de acuerdo a criterios supranacionales, lo que limita mucho la capacidad de los gobiernos para responder a shocks económicos. Sólo les quedan las medidas fiscales, pero es una ilusión pensar que las decisiones monetarias y fiscales pueden ir por separado a largo plazo. Los países acabarán dejando sus políticas fiscales en manos de Europa, y los estados miembros se convertirán más o menos en el equivalente a las administraciones locales".
Para esta líder, que siempre luchó por mantener la autonomía del Reino Unido frente a Europa, el crecimiento del poder de la UE suponía un ataque a la democracia: "El establecimiento de esta vasta superestructura federal significa nada menos que la creación de un súper-estado europeo, que no es, no será y no puede ser democrático, porque no existe una opinión pública europea. Sin soberanía, para la cual es imprescindible el poder para emitir la moneda, la constitución no se puede cumplir y el mandato democrático pierde por completo su sentido".
En general, Thatcher habla de la UE como un ente indeseable que separa a los ciudadanos de sus gobernantes, donde "un gran número de grupos de interés se esconde bajo el manto del idealismo europeo, y el fervor religioso europeísta se acompaña del engaño y la corrupción". "Europa", concluye Thatcher, "es en realidad sinónimo de burocracia".
La ex primera ministra recordaba también en Statecraft que en 2001 la gran mayoría de los alemanes estaba en contra de abandonar el marco, "quizá el mayor símbolo de sus logros tras la guerra", a pesar de lo cual se había decidido ya instaurar el euro: "Los políticos y la élite económica alemana cerraron filas y los deseos de la mayoría quedaron en nada".
Casi diez años después de la publicación de este libro, es posible que haya quienes lamenten no haber hecho caso de la advertencia que contenía: "Los países que todavía no se han unido al euro harían bien en mantenerse fuera de él".