El alza de los precios de las materias primas en los últimos meses ya está empezando a tener sus consecuencias. Algunos países han empezado a cerrar sus fronteras, otros imponen límites a las exportaciones o a los precios y otros buscan implantar políticas de Estado, dicen que para proteger a los más pobres. Todas estas medidas han fracasado en el pasado, pero los políticos son proclives a las mismas por su aparente facilidad de aplicación y su tirón electoral.
El último en unirse a este coro ha sido Nicolás Sarkozy y lo ha hecho nada menos que como presidente de turno del G-20. El presidente de Francia se ha mostrado partidario de que se ponga en marcha una regulación de los mercados financieros sobre las materias primas que establezca una normativa común que permita aumentar la transparencia en los mercados.
"Si no hacemos nada acerca de la volatilidad de los precios de las materias primas, nos arriesgamos a que se generen disturbios en los países más pobres y, además, tendrá un impacto muy desfavorable en el crecimiento mundial", alertó durante su comparecencia para presentar las prioridades de la presidencia francesa del G-20.
En este sentido, recalcó, que para garantizar la previsibilidad, hay que conocer las perspectivas de producción, de consumo y de stocks. Por ello, anunció que propondrá la creación de una base de datos común como la que existe ya en el caso del petróleo para prevenir las crisis alimentarias.
"¿Cómo se puede explicar que queremos regular los mercados financieros y no el mercado de materias primas?", se preguntó Sarkozy, quien también reclamó que se ponga a disposición de los países más pobres los nuevos instrumentos de seguridad financiera para protegerles del aumento de los precios o los acontecimientos que afectan a las cosechas.
Otro impuesto
Por otro lado, Sarkozy aseguró que Francia está a favor de establecer una tasa a las transacciones financieras. El mandatario galo tiró de la más clásica retórica intervencionista e izquierdista, para asegurar que este nuevo impuesto es la mejor de las formas para encontrar "nuevos recursos para el desarrollo". Sin embargo, afirmó que está dispuesto a discutir "otras soluciones", aunque piense que ésta es la mejor.
El presidente francés defendió que se trata de un impuesto "moral" teniendo en cuenta la crisis financiera que el mundo acaba de atravesar, "útil" para disuadir la especulación y "eficaz" para encontrar nuevos recursos para el desarrollo. En este sentido, reconoció que esta tasa tiene "grandes enemigos", a los se comprometió a convencer de su necesidad. "Francia va a confiar una misión a una personalidad de la sociedad civil para que encuentre soluciones innovadoras en la frontera entre el sector público y el sector privado", agregó.
Asimismo, Sarkozy también propondrá al G-20 la elaboración de un código de conducta en materia de gestión de flujos de capital, para lo que, en última instancia, es "deseable" una reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI) que haga prevalecer las reglas comunes y ejerza su control en este área.
Tras reconocer la dificultad de alcanzar un acuerdo en esta materia, subrayó que el objetivo es evitar que los países emergentes acumulen reservas excesivas en moneda extranjera para protegerse de los movimientos bruscos de capital.