Cada episodio de gran relevancia en la historia económica reciente suele estar acompañado de una explicación “oficial” o generalmente aceptada. En algunos casos, este consenso no evita que se introduzcan en la versión de los hechos más difundida una serie de mitos o ideas preconcebidas de difícil justificación. De ahí que sea necesaria la tarea del revisionismo histórico, rectamente entendido.
En el caso de la Gran Depresión que asoló a los Estados Unidos durante la década de 1930 existen varias ideas que son tan generalmente aceptadas como discutidas por expertos en la materia. Se suele dar por sentado ciertas cuestiones como las siguientes: que fue el mercado libre y desregulado el que causó la crisis, que ésta se vio agravada por las políticas del muy liberal Hoover, que gracias a los impulsos gubernamentales del New Deal de Roosevelt la crisis se suavizó, y que la Segunda Guerra Mundial puso el punto final a la prolongada depresión.
En el caso de la crisis financiera originada en Estados Unidos es posible que, nuevamente, quede grabado en la mente de la población que la culpa fue de la libertad económica y la falta total de desregulación en los mercados financieros, y que sólo las políticas keynesianas nos salvaron de una debacle mucho mayor.
La reciente crisis de deuda en Europa también parece llevar asociada una serie de mitos que convendría destapar lo más rápidamente posible para que pueda hacerse un diagnóstico correcto de la situación. A esta tarea se dedican Carmen Reinhart, economista de la Universidad de Maryland y co-autora de This Time is Different, y Vincent Reinhart, investigador del American Enterprise Institute for Public Policy Research (AEI) en un artículo titulado “Los cinco mitos de la Crisis de Deuda europea”, publicado en el Washington Post.
Si bien desde Libertad Digital se viene advirtiendo desde hace tiempo del problema del insostenible nivel de deuda, ha sido en estos últimos meses cuando la situación de Grecia sobre su enorme déficit público y la delicada situación en países como España está dominando las noticias económicas internacionales.
¿Es la crisis de deuda europea un nuevo tipo de crisis?
En primer lugar está la idea de que esta crisis es diferente y constituye un nuevo tipo de fenómeno. Sin embargo, afirman que la irresponsabilidad financiera y el despilfarro de los estados no es algo moderno: “Los gobiernos han pedido prestado para vivir por encima de sus posibilidades y han tenido problemas para pagar sus deudas desde que existen los gobiernos”.
Antiguamente, los monarcas solían recurrir a envilecer sus monedas metálicas, rebajando la calidad de las mismas (inflación) con el fin de evitar el impago (default), aunque no siempre lo conseguían. En la actualidad, esta vía inflacionaria también tiene cierto predicamento, aunque se recurre a ella de una manera más sutil y “científica” por parte de los Bancos Centrales. De hecho, es a lo que el BCE parece haberse comprometido en las últimas semanas.
Pero no hay que retroceder muchos siglos para ver impagos soberanos o reestructuraciones importantes de la deuda: “Algunos lo han hecho numerosas veces; durante los pasados 180 años, Grecia ha estado en default alrededor de la mitad del tiempo”, afirman.
El caso de Argentina en 2001 es un recordatorio de que las cosas no han cambiado con la entrada del siglo XXI. No en vano, algunos analistas han comparado la situación griega actual con la argentina de hace una década.
¿Es Grecia irrelevante para generar un efecto contagio?
En segundo lugar, nos encontramos con quienes dicen que una crisis de deuda en una economía pequeña como la griega no puede tener un efecto contagio relevante sobre otros países. Esta afirmación es fácilmente rebatida por los Reinhart mostrando el caso de la crisis financiera asiática de finales de los 90, donde fue en un país tan pequeño como Tailandia donde se encendió la mecha que acabó afectando gravemente al Sudeste Asiático, incluyendo a Japón, y con otros efectos colaterales.
Lo cierto es que los efectos contagio existen. Las razones son varias, como indican los autores: “Muchos gobiernos tienen prestamistas comunes, incluyendo grandes bancos internacionales y hedge funds. Si estas instituciones sufren grandes pérdidas en un mercado nacional es frecuente que retiren sus préstamos a otros”.
Además, “los problemas en un país actúan como una llamada de atención para los inversores, que rastrean sus participaciones globales que presentan riesgos similares en otros lugares”, lo que puede generar una retirada de fondos en caso de que encuentren algo preocupante.
“Grecia, Irlanda, Portugal y España pueden ser muy diferentes, pero para un gestor de carteras preocupado parecen similares: todos tienen altos déficit públicos y altos niveles de deuda privada y pública”, sostienen.
¿Están Grecia y España a salvo aplicando la austeridad fiscal?
En tercer lugar, está la cuestión de si los programas de austeridad resolverán los problemas de deuda en Europa. Aunque parezca que los recortes fiscales sean la única alternativa disponible para salir de los problemas, esta vía no está exenta de problemas debido, principalmente, al elevadísimo déficit que hay que recortar.
Los recortes drásticos de gasto público no suelen ser bienvenidos, ya que siempre implican un cierto número de afectados que dejan de disfrutar del dinero que sale del bolsillo del contribuyente. Incluso hay quienes confunden la reducción del gasto público con recortes de presuntos “derechos sociales”. Por tanto, las huelgas y protestas son la reacción más común a este tipo de medidas, lo que puede repercutir negativamente en la economía, en términos de imagen, seguridad jurídica y producción.
Además, los autores sostienen que “una contracción elevada y repentina del gasto público es muy posible que lleve a reducir la actividad económica”, lo que significa menos ingresos y más gastos públicos. “Cuando la dinámica de la deuda se vuelve tan adversa como lo que parece ocurrir en Grecia, las autoridades no tienen buenas opciones”, resumen los Reinhart.
¿Es el euro culpable de todos estos problemas?
En cuarto lugar, los autores señalan que la moneda única europea no es el responsable principal de la situación de sobreendeudamiento. Aunque es indudable que para países como España o Grecia, tradicionalmente poco disciplinados, el euro facilitó los niveles de endeudamiento tan elevados que tuvieron lugar en la etapa de auge, no es menos cierto que países como Islandia, Reino Unido, Estados Unidos, u otros de Europa del Este como Hungría, han sufrido de problemas similares sin pertenecer a la Unión Monetaria Europea.
¿Podrían los Estados Unidos sufrir una crisis de deuda?
Por último, consideran la situación de Estados Unidos en relación a una posible crisis de deuda futura. Esta posibilidad es descartada por muchos analistas, pero los Reinhart recuerdan los fracasos en la previsión de la actual crisis financiera. Estos fallos han sido cometidos por la mayoría de agentes, ya sean agencias de calificación de riesgos, autoridades monetarias como la FED, grandes firmas financieras, organismos internacionales como el FMI, o gobiernos. “¿Quién habría escuchado hace 12 meses a alguien afirmar que un estado miembro de la UE coquetearía con el impago?”, advierten.
¿Aguantará Estados Unidos sin despeinarse? Si bien la situación griega poco tiene que ver con la norteamericana, sus cuentas públicas (un déficit público del 11% del PIB y una deuda federal que está acercándose rápidamente hacia el 100% del PIB) “están probando la tolerancia al riesgo de los mercados domésticos e internacionales”. Por ello, concluyen: “Dar por sentado que el Tío Sam puede indefinidamente pedir prestado a tasas razonables es una proposición arriesgada”.
Reinhart: "Grecia lleva en default la mitad de tiempo en los últimos 180 años"
Los economistas Carmen y Vincent Reinhart analizan los 5 grandes mitos de la crisis de la deuda en Europa. La quiebra de Grecia no es la excepción sino la norma; el riesgo de contagio es real; la austeridad causará una crisis social; la crisis no es exclusiva del euro; y EEUU prepocupa.
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