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¿Quién está forzando el rescate de Irlanda? El Banco Central Europeo

Ni Alemania, ni España ni el conjunto de la zona euro son los principales interesados en rescatar a Irlanda. La presión que ha recibido Dublín en los últimos días procede, sobre todo, del Banco Central Europeo, ante el dilema de tener que comprar (monetizar) su deuda pública para evitar su quiebra.

Los titulares de los últimos días han centrado su atención en las crecientes presiones que está recibiendo el Gobierno de Dublín para que acepte, finalmente, un rescate por parte de la zona euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI), haciendo uso del Fondo de Estabilidad Financiera creado el pasado mayo y dotado con 750.000 millones de euros. Las cifras del rescate irlandés oscilarían entre los 50.000 y los 90.000 millones de euros, y parte del dinero iría destinado al salvamento de la banca irlandesa.

Pese a las informaciones que apuntan a Alemania, España o los gobiernos del conjunto de la zona euro como principales interesados en el rescate irlandés, es otro el que, realmente, está ejerciendo la mayor presión a Irlanda. La Comisión Europea (CE) reconoce que Dublín ha estado bajo presión en los últimos días para aceptar un rescate y, así, tratar de frenar el efecto contagio que está afectando a otros países periféricos, tales como Portugal, España e, incluso, Italia. Sin embargo, un portavoz del Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, afirmó que dicha presión no provenía de la Comisión sino de otro agente.

¿Quién? Todo indica que es el BCE el que está detrás de estos movimientos. Es ahí, precisamente, donde se deben enmarcar las excepcionales declaraciones de un alto cargo del BCE animando al rescate irlandés. En concreto, fue ni más ni menos que el vicepresidente del BCE, Vitor Constancio, quien destacó ayer que el Fondo estará disponible tanto para la banca como para el Estado irlandés, admitiendo así la existencia de negociaciones con Dublín.

¿A qué se debe este interés? La razón estriba en la financiación extraordinaria que viene prestando el banco central a la quebrada banca irlandesa. El BCE lleva meses prestando dinero ilimitado a la banca europea pero, sobre todo, a los sistemas de las economías más débiles, como es el caso de Irlanda, España, Portugal o Grecia. Según los últimos datos publicados, el BCE prestó 130.000 millones de euros al sistema irlandés el pasado octubre frente a los 121.000 millones de septiembre, casi el 15% de toda la financiación europea pese a que el peso de su sistema en el conjunto de la zona euro es muy inferior.

Es una señal inequívoca de que el mercado internacional ha cerrado el grifo a la banca irlandesa que, ante la imposibilidad de financiarse en el exterior, ha entrado en quiebra técnica. De hecho, el propio Gobierno irlandés anunció recientemente que prevé inyectar cerca de 50.000 millones de euros para salvar a su sistema financiero (y bien podría ser algo más). ¿Problema? El déficit público irlandés se disparará hasta el 32% del PIB en 2010, tan sólo con la ayuda prestada hasta el momento a sus grandes bancos.

Esta insostenible situación financiera, sumada al miedo que ha generado entre los inversores el plan de quiebras ordenadas (quitas) impuesto por Alemania, ha disparado el pánico sobre el mercado de deuda pública de Irlanda, cuyos bonos llegaron a alcanzar una rentabilidad (tipo de interés) del 9% la pasada semana, un coste inasumible para el Gobierno.

Es decir, el rescate público de la banca ha provocado el riesgo inminente de default (suspensión de pagos) del Estado irlandés y, ante esta situación, al BCE no le quedaría más remedio que empezar a comprar prácticamente la totalidad de las emisiones de deuda pública de Irlanda para evitar la quiebra del país -sólo la semana pasada compró 1.000 millones de euros en bonos de la zona euro frente a 711 de la semana previa, la mayor cuantía en meses-. Esto es, acelerar la monetización de su deuda pública, una delicada línea roja que el BCE se esfuerza en no traspasar, ya que Alemania rechaza frontalmente este programa de compras.

En este sentido, hace escasas semanas el presidente del Bundesbank (banco central germano), Axel Weber, abogó públicamente por detener cuanto antes la compra de deuda pública de los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) por parte del BCE.

Así pues, en lugar de monetizar la deuda pública irlandesa, el BCE presiona con fuerza a Dublín para que se acoja al programa de rescate de países, de modo que sean las finanzas públicas de los países miembros de la zona euro y el FMI las que soporten la carga de dichos activos tóxicos. En los últimos meses, Dublín ha aprovechado las líneas de liquidez ilimitada del BCE para sostener artificialmente a su banca sin necesidad de tener que acudir de forma masiva al empleo de fondos públicos, evitando así el verse obligado a pedir un rescate a Bruselas que, de inmediato, supondría la pérdida de su soberanía económica, tal y como aconteció en Grecia.

Y es que, la financiación casi gratuita (interés del 1%) del BCE no conlleva contrapartidas, tales como nuevos recortes de gasto público o grandes reformas. Dublín se ha aprovechado de este mecanismo, pero ahora la situación es diferente. El colateral que debe ofrecer la banca irlandesa para obetener financiación del BCE se agota y los mercados dudan ya de la solvencia del propio Gobierno irlandés. El BCE no quiere perder el control de la monetización de deuda pública y exige que acepte un rescate similar al de Grecia que, como es lógico, supondrá nuevas y duras condiciones para el Gobierno irlandés.

Fuga de depósitos

Además, la delicada situación de la banca irlandesa se ha visto agravada de forma drástica en las últimas semanas tras la creciente fuga de depósitos que están sufriendo sus grandes bancos. El Bank of Ireland, el mayor del país, indicó el pasado 12 de noviembre que sufrió "fuga de depósitos durante un período de 5 ó 6 semanas entre agosto y septiembre", aunque no facilitó cifras exactas. Según Ciaran Callaghan, analista en Dublín de la firma NCB Stockbrokers, las pérdidas de depósitos podrían ascender a 10.000 millones de euros, lo cual es una suma sustancial. Por su parte, Allied Irish Banks ha registrado un proceso similar desde junio, aunque se desconocen cifras oficiales al respecto.

Irlanda parece, pues, sufrir una creciente fuga de depósitos, similar a la que aconteció en Grecia poco antes de su rescate. Pese a que Irlanda fue el primer país que, tras la quiebra de Lehman Brothers a finales de 2008, anunció que garantizaría el 100% de los depósitos bancarios -algo matemáticamente imposible debido al enorme volumen de éstos, ya que el tamaño de la banca irlandesa supera el 400% del PIB sólo en depósitos a residentes-, los clientes ya no se fían de la solvencia de su Estado y, por ello, prefieren retirar y transferir sus depósitos a otros países.

Las acciones de los grandes bancos irlandeses se han desplomado casi un 98% desde que alcanzaron su valor máximo en febrero de 2007. Tanto la fuga de depósitos como las abultadas pérdidas de la banca irlandesa obligan a Dublín a inyectar de forma masiva nuevos fondos públicos (más deuda) para evitar la quiebra de su sistema financiero. El problema es que ahora los inversores tampoco se fían de su deuda soberana de ahí que, ante la negativa del BCE a comprar sus bonos, tengan que ser otros países más fuertes los que intervengan a través del Fondo de Rescate para evitar la quiebra del país.

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