A raíz de la crisis financiera las críticas a la institución de la banca central se han incrementado considerablemente. Pocos dudan de que la política monetaria expansiva de los bancos centrales, mantenida durante demasiado tiempo, ha tenido su papel en las causas de la crisis -el grado de importancia de este factor es algo que difiere entre los analistas-. Algunas voces no sólo critican las actuaciones de las autoridades monetarias, tanto de EEUU como de Europa, sino que van más allá y llegan a defender la abolición de los bancos centrales.
Independientemente de la sensatez de estas propuestas, lo cierto es que los bancos centrales no han existido siempre, ni mucho menos. El primero en surgir fue el Banco de Inglaterra, en 1694. Siglos más tarde nació el banco nacional español, en el año 1874, y décadas posteriores, la Reserva Federal hizo su aparición en 1914 como el banco de bancos estadounidense -aunque anteriormente ya habían experimentado durante 20 años con la banca central-.
Para analizar esta cuestión y ganar en perspectiva histórica, es conveniente echar la vista atrás y estudiar los orígenes de los bancos centrales. De este modo, podríamos acercarnos a responder más satisfactoriamente preguntas como la naturaleza de esta institución y las razones que empujaron a su nacimiento.
El caso del banco central español
La fundación de un banco central nacional tuvo lugar en España a finales del siglo XIX (1874), con José Echegaray de Ministro de Hacienda. Como puede leerse en los comunicados de la época, la creación de esta institución vino en socorro de las delicadas cuentas públicas del momento.
Así, el ministro Echegaray dijo en la Gaceta de Madrid de marzo de 1874, que una vez "abatido el crédito por el abuso, agotados los impuestos por vicios administrativos [...] forzoso es acudir a otros medios para consolidar la deuda flotante y para sostener los enormes gastos de la guerra que ha dos años aflige a la mayor parte de nuestras provincias [refiriéndose a la tercera guerra carlista]".
Y estos otros medios consistían en un Banco Nacional, "nueva potencia financiera que venga en ayuda de la hacienda pública, sin desatender por esto las funciones propias de todo banco de emisión".
Por tanto, se reconoce sin ambages que la creación del banco central español no fue un desarrollo natural que venía a satisfacer las necesidades de la economía española, sino una consecuencia de la mala gestión presupuestaria y las guerras que asolaron al país.
José Echegaray finalizaba su escrito justificando la creación de este banco nacional, que suponía la "concentración de todas las fuerzas financieras" (concediendo el monopolio de emisión de la moneda a esta institución), apelando a la "honra del país" y las "ideas modernas, grandemente comprometidas por una guerra tan injusta como sangrienta". (Ver nota abajo).
Libre competencia de bancos frente al monopolio
Otros investigadores han estudiado el periodo anterior a la creación de la banca central en España (1856-1874), donde numerosas entidades tenían la posibilidad de emitir billetes propios. Así, el profesor titular de Historia Económica José Luis García Ruiz, de la Universidad Complutense de Madrid, en un trabajo titulado “Libertad de emisión en España, 1856-1874: una revisión”, llegaba a conclusiones que "tienden a mostrar que el nacimiento del Banco de España corno banco único de emisión en 1874 no fue un desarrollo natural”.
De esta manera se contradeciría la tesis dominante de que estos bancos monopólicos surgen para poner coto a la fuerte inestabilidad inherente del sector bancario y financiero en condiciones de libre competencia.
Estas tesis coinciden con los trabajos recientes realizados por una serie de economistas especializados en teoría monetaria -los llamados teóricos de la banca libre (free-banking)-, desde el punto de vista histórico y teórico.
Entre ellos destacan nombres como Lawrence White, George Selgin o Larry Sechrest. Con sus estudios históricos (véase el caso de la banca libre en Escocia o el episodio de emisores privados de moneda compitiendo con el monopolio legal establecido durante la Revolución Industrial en Inglaterra) y sus análisis teóricos de cómo funcionaría un sistema de banca libre, tratan de demostrar la superioridad de la libre competencia en la producción y emisión del dinero sobre un sistema de banca central.
Asimismo, vienen a recordarnos lo lejos que nuestro actual sistema económico se encuentra de un sistema de banca y moneda libre, a pesar de las acusaciones lanzadas al libre mercado como responsable de la crisis financiera.
La dinámica del intervencionismo estatal
Volviendo al caso español, las razones dadas por el ministro Echegaray levantan algunas cuestiones interesantes. Si la banca central nació por motivos fiscales, ¿por qué mantenerla cuando ya no existan esos problemas de recaudación tributaria? Una posible respuesta sería que, realmente, nunca se solucionaron estos problemas. Pero otra sería más profunda, y aludiría a la dinámica del poder estatal.
Como ha mostrado detalladamente el economista Robert Higgs en su estudio de la reciente historia americana, las situaciones de crisis y emergencia son especialmente propicias para incrementar el tamaño y alcance del gobierno. Por ejemplo, tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial, y la Gran Depresión supusieron nuevas medidas intrusivas del gobierno en la sociedad y la economía de mercado.
Lo que Higgs destaca, y supone el hecho más notable del crecimiento del estado, es que una vez estos periodos de crisis o emergencia desaparecen, esas nuevas medidas intervencionistas no son derogadas, sino que permanecen de una u otra forma.
Y es que el intervencionismo estatal crece a veces de forma muy sutil, otorgando pequeños favores a unos, concesiones a otros, casi siempre respondiendo a una particular demanda de esos grupos de interés.
Pero una vez se establecen esas medidas, cuesta mucho eliminarlas: no es fácil políticamente reducir las subvenciones a los grupos agrícolas, ni los privilegios a los sindicatos. En el caso de la banca central, los propios gobiernos salen suculentamente beneficiados de sus acciones inflacionistas; al igual que la mayoría de los bancos privados.
Próximamente examinaremos algunas de las argumentaciones, por parte de algunos economistas y analistas, a favor de eliminar los bancos centrales, centrándonos en el caso de la Reserva Federal americana. Una idea aparentemente tan descabellada, pero que para algunos no lo es tanto.
Nota: para leer el documento completo, ver La España liberal (1868-1913) (2001) de Antonio Miguel Bernal y Antonio Parejo Barranco, editorial Síntesis.