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Philip Morris, o el arte de ganar dinero subiendo impuestos

Aunque pueda parecer que el Estado es el único beneficiado por la subida del precio del tabaco, alguien más saca provecho. Se trata de las grandes marcas, interesadas en aumentar la fiscalidad de este producto para ahogar a sus competidores (marcas low cost).

¿Subir impuestos beneficia a las empresas? A primera vista, la respuesta es lógicamente negativa ya que los aumentos fiscales perjudican por norma a los empresarios. Pero si bien esto es cierto, existen matices. En el sector del tabaco algunas compañías sacan provecho de la creciente fiscalidad del Estado e, incluso, en ocasiones son las principales interesadas en que el Gobierno incremente la presión fiscal.

Los impuestos tradicionales sobre las labores del tabaco se dividen básicamente en dos: un tributo Ad Valorem y otro Específico, que son independientes del tradicional IVA (aplicable a todos los productos) y del Recargo que se aplica sobre el margen de beneficios del estanquero.

El Ad Valorem es un porcentaje que se paga sobre el precio de venta al público (es decir, el precio que paga el consumidor final por cada cajetilla) y que, actualmente, se sitúa en el 57%. El Específico, sin embargo, es un impuesto fijo que paga el fabricante por cada millar de cigarrillos, y que en junio de 2009 subió de 8,2 a 10,2 euros, tras el nuevo aumento fiscal aprobado por el Gobierno.

Pero, por si esto no fuese suficiente, el 11 de febrero de 2006, el Ejecutivo intervino de nuevo el sector del tabaco para establecer un nuevo tributo. Se trata del conocido impuesto mínimo que, en un primer momento fijó en 55 euros por cada mil cigarrillos producidos. Tan sólo ocho meses después una nueva modificación aumentó dicha tasa mínima hasta los 70 euros.

La cuestión es que desde su implantación en 2006 este impuesto no ha dejado de subir ya que, en la actualidad, se sitúa en 91,3 euros. Sin embargo, su aplicación deja de tener validez cuando la suma del Ad Valorem y el Especifico supere los 91,3 euros por millar de cigarrillos. Si dicha suma no alcanza esta cantidad, el fabricante tendrá en todo caso que pagar la citada tasa mínima.

Es decir, el Gobierno establece por ley que el fabricante de tabaco tendrá que pagar, o sí o sí, un mínimo de 91,3 euros por cada mil cigarrillos fabricados. Cantidad a la que normalmente se suma el pago de los otros dos impuestos básicos del tabaco (Ad valorem y Específico). Así pues, el tabaco se enfrenta a una fiscalidad elevada. Sin embargo, la subida de impuestos no perjudica a todos por igual e, incluso, beneficia indirectamente a algunos. En este caso, las grandes marcas sacan provecho.

¿Qué sucede si la tasa mínima sube?

La existencia de un impuesto mínimo por cada mil cigarrillos ha permitido a las grandes marcas seguir una particular estrategia orientada a ahogar financieramente a sus competidores en el mercado (las conocidas marcas low cost). No obstante, las grandes mutinacionales del tabaco (como, por ejemplo, Philip Morris o Imperial Tobacco, entre otras) tienen una mayor capacidad financiera que los pequeños faricantes para asumir el coste que implica un aumento de impuestos.

La dinámica es la siguiente: la subida del impuesto mínimo repercute obligatoriamente en el precio final del producto (a mayor impuesto mayor precio de la cajetilla). Sin embargo, las multinacionales suelen absorber dicho aumento en lugar de repercutirlo al consumidor gracias a que gozan de un mayor margen de beneficios. Pero esta opción es muy limitada para las marcas low cost, cuyo margen es menor.

De este modo, mientras los grandes fabricantes mantienen el precio de sus marcas estables, los pequeños se ven obligados a subir el precio de su producto, con lo que la horquilla de precios entre ambas marcas (conocidas y menos conocidas) se estrecha.

Además, al reducirse ese diferencial, el consumidor tenderá a comprar la cajetilla de la marca más conocida, mientras que la cuota de mercado de las low cost se reduce como consecuencia del aumento de precios. De este modo, gracias a que aumentan sus ventas, las grandes marcas logran compensar la subida de impuestos que, inicialmente, habían asumido.

Las marcas baratas basan su estrategia de mercado en su bajo precio a diferencia de sus competidores, que se respaldan en el prestigio y reconocimiento de su marca. En la actualidad, las low cost están desapareciendo como resultado de la subida de impuestos que sufre el sector. A día de hoy tan sólo representan el 1,5% del mercado de tabaco en España, mientras que cuatro grandes compañías extranjeras monopilizan el resto: Philip Morris, Japan Tobacco, Brithish American Tobacco e Imperial Tobacco.

El caso de Portugal

Según fuentes del sector consultadas por Libertad Digital, de mantenerse esta tendencia, el sector del tabaco en España corre el riesgo de acabar como el portugués. Gracias a la continuada subida del impuesto mínimo, Philip Morris ha acabado haciéndose con el dominio casi total del mercado en Portugal y la República Checa: en Portugal la marca de cigarrilos más cara es de 3,6 euros por cajetilla mientras que la más barata es de 3,10 (apenas una diferencia de 50 céntimos); en la república Checa sucede lo mismo, ya que la horquilla de precios entre Marlboro (la más cara) y Petra (la más barata) es ridículo.

Así pues, no es extrañar que las continuas subidas del impuesto mínimo en España logren que, con el tiempo, tienda a desaparecer la libre competencia y el libre mercado (guerra de precios) entre las empresas del sector que hoy en día siguen vivas.

No obstante, este proceso se inició en 2006, después de que en los años previos tuviera lugar una intensa guerra de precios entre las marcas low cost y las grandes mutinacionales. Fue entonces cuando las grandes marcas comenzaron a presionar al Gobierno, y en concreto al entonces secretario de Estado de Economía Miguel Ángel Fernández Ordóñez (actual gobernador del Banco de España), para imponer una tasa mínima en España, según estas mismas fuentes.

El lobby consiguió su objetivo y el Gobierno acabó implantando un impuesto mínimo que, desde entonces, no ha dejado de crecer. Como resultado, la amplia horquilla de precios entre marcas que existía antes de su creación se ha ido reduciendo progresivamente.

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