(Libertad Digital) La Casa Blanca ha presentado los detalles de la mayor reforma financiera desde los años 30, con la que pretende restaurar la confianza en el sistema financiero de Estados Unidos y prevenir que se repita una crisis como la actual.
Como avanzó LD, los ejes maestros de la reforma se basan en dotar de mayores competencias a la Reserva Federal (Fed), crear una nueva agencia para “proteger” a los consumidores de los productos financieros y dar plenos poderes a la Casa Blanca para intervenir cualquier entidad cuando lo crea pertinente.
Obama utilizó su tradicional discurso populista para defender su decisión de dotar al Estado de total capacidad para dirigir el sistema financiero. Habló de los "abusos y excesos" cometidos por las entidades, hizo referencia a los "errores y oportunidades perdidas", dijo que el sistema estaba "montado sobre arenas movedizas" y sentenció: "Es el momento de que esto cambie".
Además, culpó a las entidades de iniciar una "carrera desenfrenada" por la captación de prestatarios pero, como siempre, se olvidó de lo más importante: el papel de la Reserva Federal que, en primera instancia, fue la responsable de la tormenta financiera, al mantener los tipos de interés artificialmente bajos durante más de una década, lo que generó una expansión creticia sin respaldo de ahorro real que generó burbujas en el precio de los activos.
No es raro que Obama no culpe a la FED, ya que ha decidido que sea el organismo encargado de dirigir las finanzas de EEUU y, por extensión del mundo entero. Algunos congresistas, como Ron Paul, llevan años denunciado el papel de la Reserva Federal, pero sus quejas caen en saco roto.
Uno de los ejes de la reforma presentada este miércoles es la mayor vigilancia al mercado de la emisión de títulos respaldado por hipotecas (titulización).
Éste fue un mercado que alimentó el boom inmobiliario, pero que se vino abajo con la caída de los precios de las casas y el abuso de las concesión de prestamos a personas no solventes, arrastrando a gigantes como Lehman Brothers, AIG y Bank of América, entre otros.
Ahora, se pretende que las entidades que vendan estos títulos, vigilen mejor el riesgo de las hipotecas, para evitar que, de nuevo, se lancen al mercado productos respaldados por las créditos "subprime".
Otro de los ejes de la reforma será dotar de mayor poder de actuación a la Reserva Federal, que se encargará de supervisar las entidades financieras que son demasiado voluminosas como para permitir su quiebra.
Además, la propuesta contempla la creación de una nueva agencia gubernamental, que se encargará de proteger a los consumidores que contraten productos de crédito, de ahorro o acometan otras transacciones bancarias.
La nueva Agencia de Protección de la Financiación al Consumo, como se ha denominado, se encarará, por tanto, de vigilar la venta de productos como las hipotecas o las tarjetas de crédito, que afectan de manera directa a las economías familiares.
Muchas de las propuestas de la nueva regulación tiene que ser aprobadas por el Congreso, donde los republicanos y muchos demócratas se muestran reticentes a conceder al Estado una mayor capacidad de intervención en los mercados.