Los banqueros centrales no suelen caracterizarse por su sinceridad y mensajes claros y contundentes. Más bien, como altos cargos de la burocracia financiera, sus discursos suelen estar llenos de ambigüedades, cuando no de mentiras piadosas para no generar alarma y desconfianza en la población. Su trabajo consiste en hacer creer a los agentes económicos que ellos pueden manejar la situación, que las cosas están bajo control.
El gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, se salió de este previsible guión en un reciente discurso. Fue contundente en sus advertencias a los británicos, y dejó claro que el organismo que dirige no es omnipotente, teniendo unas competencias limitadas.
La economía del Reino Unido no está para muchas celebraciones. La conferencia de King tuvo lugar después de la publicación de las cifras oficiales del PIB, que muestran una contracción del 0,5% en el último trimestre del pasado año, la primera caída desde el tercer trimestre de 2009. Se teme que el PIB británico continúe contrayéndose, entrando así de nuevo oficialmente en recesión (definida como dos trimestres consecutivos con una contracción del PIB). También se han conocido datos malos e inesperados en relación a los préstamos bancarios a individuos.
Esto es lo que los analistas han estado esperando desde hace meses en las economías desarrolladas: una recesión en forma de W (double-dip recession), o lo que es lo mismo, una recuperación en falso, previa a una nueva contracción.
El banquero central se dirigió a las familias británicas y no escondió la dura situación a la que éstas enfrentan, sino todo lo contrario. Advirtió que en 2011 las familias continuarán viendo recortada su renta disponible, "un precio inevitable que hay que pagar" por la crisis financiera. Con la inflación en tasas preocupantemente altas, el poder adquisitivo de los británicos acabará en 2011 en niveles de 2005, un estancamiento tal que hay que irse 80 años atrás en el país anglosajón para ver algo similar, añadió.
Así se pone de manifiesto que el crecimiento económico de los últimos años (basado en parte en la burbuja inmobiliaria y financiera) y su consecuencia inevitable en forma de recesión, no han beneficiado apenas al poder adquisitivo de los trabajadores.
Tampoco en España, donde en pleno boom económico los salarios reales permanecieron estancados como consecuencia del sesgo inflacionista de nuestra economía y la ausencia de aumentos en la productividad. Tal y como documentan los analistas de FEDEA en su blog Nada es Gratis, la última década ha sido prácticamente perdida en lo que se refiere a la remuneración de los asalariados españoles.
En Reino Unido, a la restricción salarial y el aumento en el coste de los alimentos, la gasolina y otros bienes de primera necesidad, se unen las subidas recientes de impuestos, en especial, la del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA).
King no ofreció ninguna esperanza ni solución sencilla a esta cruda realidad de las familias británicas. "El Banco [de Inglaterra] no puede ni debería intentar evitar la caída en los niveles de vida", afirmó, sosteniendo que esto es una consecuencia inevitable de la crisis financiera, y algo necesario para reequilibrar la economía británica.
Preocupado por la inflación, advirtió de que ésta podría subir hasta el 4% ó 5% en los siguientes meses, debido principalmente a las subidas en el precio del petróleo y otras materias primas, y del aumento del IVA.
Además, como buen banquero central, defendió su política monetaria expansiva, diciendo que si se hubieran subido los tipos de interés, aunque la inflación podría haberse moderado, ello hubiera sido a costa de una mayor ralentización en la recuperación, un mayor desempleo, y menores salarios, con lo que la erosión en el nivel de vida hubiera sido mayor. Desechó así la idea de subir los tipos de interés próximamente.
De esta manera, respondía a los críticos con su gestión de la política monetaria y el quantitative easing llevado a cabo por la autoridad monetaria. "La idea de que el Banco de Inglaterra podría haber mantenido el nivel de vida, evitando el aumento en la inflación sin empujar hacia abajo el crecimiento de los ingresos es, simplemente, una expresión de deseos".
King se apoya en la teoría keynesiana, que establece que la salida de la recesión requiere de una política monetaria ultra-expansiva que mantenga unos tipos de interés extremadamente bajos. En este sentido, habría una relación negativa entre la inflación y la actividad económica, es decir, las políticas contra la inflación tendrían resultados perjudiciales para la actividad económica.
Sin embargo, tal y como avanzó Libertad Digital, diversos analistas se han mostrado muy críticos con la respuesta de los bancos centrales a la crisis actual, argumentando que para corregir los excesos de la burbuja financiera e inmobiliaria previa -fomentada a su vez por la política de tipos bajos- es imprescindible la reducción del endeudamiento y el reajuste de los precios y la estructura productiva. Para lo cual, las políticas monetarias expansivas serían el camino equivocado.
Por otro lado, parece soslayar los temores a la estanflación (recesión económica y altas tasas de inflación de manera simultánea), que ahora están más vivos que nunca. El episodio paradigmático de estanflación fue la crisis de los 70, que coincidió con la subida del precio del petróleo por parte de las autoridades árabes en respuesta a la Guerra del Yom Kippur.
La salida de esta recesión no fue nada fácil, pero se debió en parte a la política monetaria restrictiva de Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal desde 1979 a 1987. Ante una alta inflación que no remitía, cogió el toro por los cuernos y permitió que los tipos de interés se dispararan a niveles que ahora parecen estratosféricos. Por su lucha contra la inflación algunos, como el exitoso inversor Jim Rogers, le consideran "el último banquero central americano decente".