Los bancos centrales, en teoría, no pueden comprar deuda pública directamente al gobierno -lo que se conoce como monetizar deuda-. Por ello, en la actualidad, los gobiernos venden sus bonos a una serie limitada de entidades privadas que actúan como intermediarios entre el resto del mercado, los bancos centrales y el propio gobierno. Para convertirse en uno de estos agentes se necesita una licencia especial del poder político.
La justificación teórica de este oligopolio es que, de este modo, se evita que el banco central compre directamente deuda pública, simulando así un proceso de "mercado" que, en realidad, es ficticio. Así, a través de estos intermediarios se pretende evitar que la banca central financie a los gobiernos, un proceso que, más tarde o más temprano, siempre ha acabado en hiperinflación.
Sin embargo, la crisis está poniendo de manifiesto que una buena parte de la teoría económica estándar no se sostiene si se observa la realidad. El caso más evidente ahora mismo es, quizás, el de Estados Unidos y las acciones de su banco central, la Reserva Federal (FED).
La siguiente gráfica muestra los compradores de deuda pública estadounidense en el "mercado" en cada trimestre del año. Como se puede observar, en el último trimestre de 2010 la Reserva Federal (amarillo) se ha convertido en el principal comprador de deuda del Gobierno, seguido de inversores extranjeros (en rojo). En cambio, los compradores domésticos (azul) se han reducido drásticamente, dejando prácticamente solos a la Reserva Federal y a los foráneos. Pero teniendo en cuenta, además, que la mayoría de los inversores extranjeros son otros bancos centrales que compran deuda estadounidense para mantener su balanza de pagos y sus monedas estables, la conclusión es que los inversores privados han desaparecido.
En concreto, la Reserva Federal se ha convertido en el comprador de más del 60% del mercado de los bonos estadounidenses. Y es que, resulta algo ingenuo pensar que las entidades con licencia para comprar directamente deuda pública, los llamados "Primary Dealers", podrían o querrían comprar esa enorme cantidad de bonos de escasa rentabilidad si la FED no estuviera a su vez dispuesta a adquirir casi todo el papel que el Tesoro emite al "mercado".
De hecho, los "Primary Dealers" están vendiendo a la Reserva Federal deuda que compraron al Gobierno de Washington apenas una o dos semanas antes. Aunque el presidente de la FED, Ben Bernanke, ha reiterado que no está monetizando deuda pública, los números son contundentes. Es más, el hecho de que los "Primary Dealers", los únicos capaces de comprar deuda gubernamental, sean una serie de entidades autorizadas por el propio Gobierno está volviendo a levantar muchas sospechas acerca de su independencia real.
La situación actual se debe al Quantitive Easing 2 (QE2), el segundo programa de compra de deuda pública puesta en marcha por la FED, que empezó a finales de 2010. Sus efectos han sido más dramáticos que los del Quantitive Easing 1 (QE1), el primer programa que se realizó en respuesta a la crisis.
QE1 tuvo lugar durante finales de 2008 y principios de 2009. En la anterior gráfica se puede observar que el repunte de las compras de la Reserva Federal (amarillo) en esa época aumentaron y acabaron expulsando a una buena parte de los inversores privados (azul) del mercado de bonos.
Estos inversores privados, sin embargo, volvieron a finales de 2009 conforme las presiones deflacionarias volvían a aflorar, convirtiendo al dólar en una inversión interesante de nuevo, al tiempo que la previsión de un segundo plan de compras (QE2) por parte de la Reserva Federal dotaba a tales inversores de garantías adicionales ya que, al fin y al cabo, siempre le podrían colocar los bonos.
Pese a ello, durante el QE1 nunca se produjo una huida como la que está provocando ahora el QE2, en donde los inversores privados prácticamente han desaparecido. Así pues, la pregunta que ronda ahora mismo en los mercados es la siguiente: ¿que pasará cuando finalice el QE2 a finales del segundo trimestre de 2011 (en apenas tres meses)?
La cuestión es que los inversores parecen dispuestos a comprar más deuda, pero sólo a intereses más altos, lo cual encarecería en gran medida la financiación del Gobierno estadounidense en uno de los momentos fiscales más delicados de las últimas décadas -elevado déficit y deuda pública-.
El problema de la Reserva Federal y del resto de bancos centrales del mundo es que conforme monetizan más deuda aumentan las presiones inflacionarias, y todo apunta a que está empezando a llegar el momento en el que si dejan de monetizar los tipos de interés de los bonos subirán debido a la gran cantidad de papel emitido. Por otro lado, Si deciden seguir monetizando la prima por inflación seguirá subiendo, lo cual hará que los tipos de interés también suban. Es decir, la política monetaria parece haber llegado a una especie de callejón sin salida.
Ante tal situación, los economistas barajan básicamente dos posibles vías: la primera consistiría en seguir el mismo camino, con sucesivas inyecciones monetarias que produzcan una subida de precios, hagan bajar el valor real de los salarios y devalúen la deuda hasta que llegue a niveles manejables; la segunda opción, por el contrario, sería que el Gobierno empezase a adoptar políticas fiscales responsables y no realizar más inyecciones monetarias.
Dada la historia de la Reserva Federal y de los bancos centrales en general, la mayoría de analistas coincide en que la primera opción es la más probable y el futuro traiga subidas de precios y tipos de interés más altos.