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Los efectos de la PAC: altos precios, agricultores pobres y miseria en África

La UE se gasta cada año 57.000 millones en la PAC. Esta partida se come casi el 50% del presupuesto comunitario y ha logrado que los alimentos sean más caros, que África no pueda vender sus productos y que el campo europeo sea un enfermo crónico. ¿Es éste el peor conjunto de subvenciones del mundo?

La Política Agraria Común (PAC) es, quizás, el programa más polémico de la UE. Ninguna otra cuestión ha generado tantos debates, negociaciones, artículos, informes, críticas o manifestaciones. Oficialmente, el objetivo de la PAC es "asegurar al consumidor europeo suministros a precios razonables y garantizar una retribución equitativa a los agricultores, además de contribuir al desarrollo del mundo rural".

Para conseguirlo, los Veintisiete dedican a esta cuestión cerca del 50% del presupuesto de la UE (un 1,4% de su PIB total) que se canaliza, fundamentalmente, a través de subvenciones a los agricultores y ganaderos europeos.

En los próximos meses, los Gobiernos tienen que ponerse de acuerdo para pactar el nuevo sistema que estará vigente a partir de 2013. En esta negociación, que se está llevando a cabo ahora mismo en Bruselas, cada político tratará de arañar para su país la máxima cantidad posible de fondos e intentará que los criterios por los que se concederán las ayudas sean los más favorables a sus agricultores.

La lógica diría que una inversión de este nivel en un sector que supone el 3-4% del PIB de la UE, que se mantiene vigente desde hace varias décadas y que casi nadie en la Bruselas oficial cuestiona debería ser un ejemplo de eficacia. Nada más lejos de la realidad: el campo europeo se empobrece año a año y pierde importancia en el PIB de los Veintisiete (no llega al 5% ni siquiera tras la ampliación); los países del tercer mundo culpan a la PAC de entorpecer su crecimiento; y los consumidores pagan más por los productos que compran en sus mercados.

Sus defensores dicen que sin ella no habría agricultura en Europa y las zonas rurales se despoblarían. Pero, ¿es esto verdad? En el otro extremo del globo hay miles de pequeños agricultores y ganaderos que creen, por propia experiencia, que no es así.

El caso neozelandés

Es difícil saber qué pasaría si mañana se acabase la PAC, puesto que no hay demasiados casos similares en la historia. Para los políticos es muy fácil defender estas ayudas y a aquellos que se oponen se les tacha rápidamente de enemigos del medio rural. Sin embargo, este discurso enmascara una situación mucho menos positiva para los campesinos.

Por un lado, la PAC genera una mala imagen de un sector tradicionalmente muy querido; por otro, obliga a los campesinos europeos a gestionar sus tierras no según sus dictados y sus conocimientos, sino en función de las directrices de los burócratas bruselenses. Y la realidad es que Europa asiste desde hace varias décadas a una muerte lenta de su campo, que no logra detener la sangría de población ni aprovecharse del crecimiento económico del resto de la sociedad.

Productividad del trabajo en la UE (1998-2008)

Nueva Zelanda, hasta hace 25 años, tenía un sector rural muy similar al de la UE, envejecido y muy dependiente de las subvenciones. Pero en 1984 decidieron iniciar una pequeña revolución. Hasta entonces, los subsidios representaban más del 30% del valor de la producción agrícola; hoy en día sólo representan el 1% (y en su mayoría están dirigidos a tema de investigación y desarrollo).

Cuando se tomó esta medida, adoptada tras un corto período de ajuste, muchos vaticinaron que supondría la muerte del campo neozelandés. Sin embargo, el número de granjas "se ha mantenido constante desde la reforma" y la contribución de la agricultura al PIB nacional pasó "del 14,2% al 16,6% en 2002". Esto quiere decir que este sector creció más que el resto de la economía neozelandesa (y eso en uno de los países de mayor éxito económico de las últimas dos décadas).

Además, el 11% de la población activa se sigue dedicando a estas tareas, un porcentaje similar al que había antes de la liberalización y que aleja los fantasmas de la despoblación rural. Y no sólo eso, la productividad de esta actividad ha pasado de crecer al 1% anual a hacerlo ¡al 6%! y el país vende ¡más del 90%! de su producción agrícola. Es decir, que un sector en decadencia y que suponía una rémora para la economía nacional se ha convertido en uno de sus mejores activos.

Además, quienes ofrecen estas cifras no son un sesudo grupo de profesores universitarios de economía, son los propios agricultores neozelandeses quienes ofrecen el mejor testimonio de lo que han sido capaces de lograr. ¿Por qué no podrían conseguir lo mismo sus colegas españoles?

Ayudas a la agricultura en los países de la OCDE

El coste de la cesta de la compra

Las subvenciones no son el único motivo de crítica cuando se habla de la PAC. Numerosas organizaciones de consumidores han alertado en muchas ocasiones de que estas ayudas contribuyen a encarecer la cesta de la compra de las familias de la UE, puesto que limitan las exportaciones, favorecen a los productores menos eficientes o imponen unos precios mínimos que luego repercuten en el coste del producto final.

Según un cálculo hecho en el Reino Unido por The TaxPayers Alliance, la PAC cuesta a su país 10.300 millones de libras al año, lo que equivale a unos 450 euros (398 libras) por hogar y año. Según los cálculos de Ecipe, el sobrecoste es todavía mayor y supone entre un 80% y un 100% de incremento en los precios de los alimentos.

Y todo este dinero no va a parar a esos pequeños agricultores que se suelen utilizar como símbolo de las ayudas agrarias. El 80% de las ayudas es superior a los 10.000 euros, es decir, son para explotaciones de tamaño medio-alto. De hecho, en los últimos años se han sucedido los escándalos, puesto que desde la Reina de Inglaterra a la Duquesa de Alba, pasando por multinacionales como Nestlé, han recibido ayudas que en teoría iban dirigidas a sostener a pequeños agricultores que no podrían competir sin estas subvenciones.

Importe de las ayudas PAC

Menos oportunidades para los países pobres

El último gran argumento en contra de la PAC hace referencia a sus efectos sobre los países del Tercer Mundo. La Unión Europea dedica el 9% (12.000 millones de euros) del total de su presupuesto (143.000 millones de euros) a la discutible "ayuda externa".

Así, mientras los euro-burócratas se jactan de los muchos programas (con dinero público) que ponen en marcha en favor de los pobres, los subsidios a la agricultura reducen las oportunidades económicas de aquellos países más dependientes del sector agrícola -precisamente los que tienen una menor renta-.

Por eso, son numerosos los expertos que critican esta política por sus efectos dañinos sobre el desarrollo de los países que más necesitan crecer, por las mismas razones por las que se critican las ayudas que en EEUU se otorgan a los cultivos del algodón o el azúcar. El proteccionismo de la PAC no sólo deja fuera del mercado a exportadores de productos agrícolas de los países pobres como consecuencia de los aranceles, cuotas y subsidios, sino que además establece unas reglas de competencia totalmente sesgadas que deprimen los precios internacionales.

La PAC en el presupuesto de la UE

Incluso organizaciones de cooperación al desarrollo con un sesgo liberal poco apreciable, como Oxfam, llevan tiempo criticando duramente a la PAC. En el año 2002 publicaron una serie de informes en los que analizaban esta política, y en todos ellos concluían, ya fuera en el caso del azúcar o de la leche, que los subsidios y aranceles estaban destruyendo el sustento de los agricultores en países en vías de desarrollo. Asimismo, estudios independientes de organizaciones como el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IADB, en sus siglas en inglés) piden que se eliminen o reduzcan sustancialmente los subsidios a las exportaciones y las ayudas domésticas a la agricultura por los motivos recién señalados.

Así, pocos dudan del impacto positivo que la liberalización de los mercados agrícolas occidentales acarrearía para los países pobres. Por ejemplo, según la OCDE, un recorte del 75% en los aranceles y subsidios se estima que aumentaría la renta de los países en desarrollo en alrededor de 23.000 millones de dólares.

Por su parte, el Copenhague Consensus estimó que liberalizar el comercio mundial era la medida más efectiva (con 3 billones de dólares de beneficios globales cada año, de los que 2,5 irían a países en vías de desarrollo) y de menor coste para luchar contra la pobreza.

Sin embargo, todas las informaciones apuntan a que son, precisamente, las reticencias de los países ricos (UE y EEUU, especialmente) a eliminar estas ayudas las que han impedido el cierre de la Ronda de Doha. Parece que es más barato políticamente defender las bondades de la ayuda externa que criticar las consecuencias negativas de la PAC sobre los más pobres.

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