Todos los diarios salmón llevan a sus portadas la reunión que celebraron el domingo los reguladores bancarios en Suiza. En la ciudad de Basilea decidieron aumentar el dinero que deben reservar las entidades para cubrir la morosidad y aumentaron las exigencias de calidad de los activos que pueden utilizar las entidades como garantía frente a los impagos.
Según todos los periódicos este acuerdo –denominado Basilea III- "cambia la reglas de la banca mundial" (Expansión); "supone una reforma histórica" (Cinco Días) y "multiplica por cuatro las exigencias de capital de la banca" (El Economista).
En realidad, esta reforma es una cortina de humo para no ver el fraude que supone el sistema financiero, un ámbito económico donde no existe el mercado libre, que está dirigido por el sector público y que es el responsable de generar crisis financieras de forma recurrente a lo largo de la historia.
La clave está en los bancos centrales, justo los organismos de los que nadie habla a la hora de hacer reformas, a no ser que sea para darles más poder. Dar más facultades supervisoras a un banco central es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas.
Los bancos centrales –controlados por los Estados– fomentan la expansión de crédito artificial durante varios años. El nuevo dinero no está respaldado por un ahorro previo de familias y empresas, es decir, prácticamente se crea de la nada y luego es ingresado en las entidades financieras, normalmente en forma de depósitos.
Los tipos de interés se mantienen así por debajo de su nivel de mercado (intervenidos por el sector público) y, junto con la capacidad de las entidades para multiplicar el dinero, hacen que el sector privado acceda a más fondos de los que tendría en condiciones normales. Las familias y empresas se endeudan de forma masiva y, cuando el crédito se encarece, los proyectos que antes eran rentables dejan de serlo: quiebran las empresas y el paro se dispara.
Esto seguirá ocurriendo, ya que las entidades financieras forman un oligopolio intervenido y regulado lejos del mercado libre. Tras este acuerdo de Basilea, las exigencias normativas aumentan, pero la base y el fundamento del sistema sigue siendo el mismo. Reformar para seguir igual, un viejo truco de los burócratas.
El otro gran tema que recogen los diarios económicos es la campaña sindical para que la huelga general del próximo 29 de septiembre no sea un auténtico fracaso. La decisión de UGT de apostar por un humorista de la factoría de Jaume Roures (el Chikilicuatre) para encarnar a un sórdido empresario vago y machista no gusta a todos los miembros de la cúpula de UGT, según explica Expansión en un reportaje que destaca el "malestar" que hay en la dirección del sindicato a dos semanas de la huelga general.
Según el periódico "el número dos de Cándido Méndez, Toni Ferrer, califica los videos de absolutamente desacertados" y, al parecer, "Bibiana Aído, estudia el caso por si la serie publicitaria pudiera atentar contra la dignidad de la mujer".
Además, El Economista también habla de estas organizaciones que viven del sudor del de enfrente. El diario asegura que "los sindicatos intentan atraer a los autónomos para la huelga: UGT y CCOO "maniobran ante el temor a que la convocatoria del 29-S acabe en fracaso". El representante de ATA califica de "impresentables" los vídeos de UGT y no sabe si acudirá a la reunión con los sindicatos".