LD (Luis F. Quintero) El empleo continúa siendo uno de los indicadores que se ha visto más afectado por la crisis. Los analistas recuerdan que el de paro es un dato que suele asustar después de que una determinada economía haya entrado en recesión. Así sucedió en la anterior crisis, en 1993. Cuando, entonces, nuestra tasa superaba el 20%, la economía española hacía tiempo que había entrado en recesión. De momento no hemos completado dos trimestres consecutivos de decrecimiento. Esto sucederá, con toda probabilidad, a primeros del próximo año.
Esto quiere decir que la sangría de puestos de trabajo que evidencian los datos oficiales, maquillajes a parte, promete ser algo más escandalosa a principios del próximo año. Buena parte de la masa de nuevos parados que llenan las colas de los Servicios Públicos de Empleo, proviene del sector de la Construcción, que ha dejado en el paro a más de medio millón de trabajadores después de que los eres en el sector de la construcción se dispararan un 363% hasta octubre.
Precisamente, durante la gestación de esta terrible crisis que atenaza nuestra economía, el foco ha estado permanentemente puesto en la construcción, ya que era, según todos los analistas, el talón de aquiles de nuestra economía. Los pisos se dejaban de vender y ya no era rentable construir. Las constructoras y las inmobiliarias no podían hacer frente a sus deudas y se veían abocadas a la refinanciación o el concurso de acreedores.
El peligro de la construcción, en términos de volumen de paro, radica en la cantidad de negocio alternativo que se desarrolla a su alrededor. Constructores, distribuidores y vendedores de muebles, fontaneros, electrodomésticos, escayolistas, encofradores, albañiles, pintores, carpinteros, electricistas, hosteleros, comerciantes, aseguradoras, y un largo etcétera. Pero desde LD hemos querido comprobar en qué lugar quedan las mismas inmobiliarias.
Expertos del sector, consultados por Libertad Digital, señalan que la situación es crítica. "La realidad del mercado inmobiliario es que ya no hay mercado", dicen. Algo que obliga a las propias inmobiliarias a tomar decisiones que les obligan a hacer "el ejercicio mental" de darse cuenta de que "vamos a tener que pasar una temporada en el desierto" en la que es necesario afrontar una deuda que es, en muchos casos, "descomunal".
El proceso que afrontan estas empresas se traduce en "ajustar costes al máximo". Todas han de hacer frente a las fuertes deudas que mantienen con las entidades crediticias en un momento en que no generan ningún beneficio
El primer dilema llega cuando los gestores afrontan la situación y sopesan si los proyectos que tienen en marcha van a funcionar, si generarán el suficiente flujo de caja como para poder pagar las deudas y si aún así, podrás afrontar un largo periodo de estancamiento.
Si deciden afrontar "una temporada en el desierto" el siguiente paso es "ajustar el plan de negocio a la mínima expresión", lo que se traduce en dejar a la empresa en "hibernación". La actividad se para, los departamentos técnicos que trabajaban en las nuevas promociones quedan cerrados, los de contabilidad se reducen, los comerciales, igual. Esto comporta despidos, que en algunos casos puede llegar al 80%.
Pero no sólo sufre el personal, también los activos. En muchos casos, según los expertos, los gerentes se ven obligados a dar por perdidas inversiones, por ejemplo de suelo, que aún están por amortizar. Si la empresa estima que esa inversión no va generar ningún beneficio en los próximos años, lo mejor que puede hacer es desprenderse de ella, aunque pierda lo que ya había amortizado. La clave estriba en "no hacer nuevas inversiones y desprenderse de todos los activos improductivos".
"Si ajustas bien y el nuevo plan de negocio ofrece garantías a los bancos logras llegar a acuerdos de refinanciación", señalan fuentes del sector a LD, porque la realidad "es que ahora mismo no se vende nada". Así las cosas, el horizonte que se marcan los más optimistas para la recuperación del mercado es comienzos de 2011.