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La última extravagancia de Gallardón: papeleras electrónicas de 1.200 euros

1.200 euros por papelera, y Gallardón ha encargado más de 60.000 para sustituir todas las que puso Álvarez del Manzano. Por fuera son iguales a las antiguas, por dentro incorporan un chip que avisa de posibles incidencias.

No importa que el de Madrid sea el municipio más endeudado de España y posiblemente de Europa, su alcalde sigue tan desprendido como en los buenos tiempos, como si la crisis no fuese con él. La última extravagancia de Gallardón son las nuevas papeleras que se están instalando en la ciudad.

Se trata de papeleras electrónicas o “inteligentes” tal y como las llaman en el ayuntamiento. Su “inteligencia” se limita a un circuito integrado montado dentro de la papelera que avisa a los servicios municipales de posibles incidencias de la papelera en cuestión como, por ejemplo, que un vándalo la haya emprendido a patadas con ella. En caso de ocurrir esto un operario del ayuntamiento se dirigiría en el acto hasta la papelera para reparar los desperfectos.

Todo muy bonito, moderno y tecnológico, muy del siglo XXI sino fuese porque el juguete del alcalde cuesta un auténtico dineral. Las hay de tres modelos. Las más pequeñas salen por casi 400 euros, las grandes por 1.200, siempre la unidad. El ayuntamiento ha encargado un total de 63.447 unidades que costarán a las arcas municipales algo más de 72 millones de euros.

La idea de cambiar las papeleras madrileñas nació hace un año cuando Gallardón las presentó en sociedad asegurando que pronto toda la ciudad contaría con ellas. Pero no ha sido así, según el grupo socialista del ayuntamiento de Madrid se ha instalado “sólo el 12%, unas 11.000”.

Las razones de una instalación tan lenta hay que buscarlas, siempre según el portavoz socialista Pedro Santín, en que Gallardón “ha firmado un convenio que permite a la empresa adjudicataria actuar con total libertad
”. El modo en que el ayuntamiento ha encargado las papeleras es, en palabras de Santín “como si fuéramos a comprar un coche nuevo y firmáramos un contrato permitiendo al vendedor no entregarnos el vehículo hasta dentro de un año si así le interesa”.

Un año después de firmarse ese contrato con la adjudicataria nos encontramos con que “el 88% de las calles y plazas de Madrid siguen con las mismas papeleras que hace 10 años”.

Esas papeleras de las que habla Santín las instaló José María Álvarez del Manzano a finales del siglo pasado. Cualquier madrileño o visitante las reconoce de lejos. Son de color verde oscuro y están hechas de metal con partes de plástico.

Llevan un escudo de la capital y los empleados de la limpieza las vacían mediante una portezuela que se abre con una llave especial. “Nada del otro mundo, cumplen su función y quedan integradas dentro del mobiliario urbano porque las farolas y los bolardos de las aceras son del mismo tono” me cuenta José, barrendero municipal, junto a la plaza del Dos de Mayo.

No había, pues, necesidad de cambiar las papeleras. “A ver, aquí hay mucho animal por las noches” dice Maria José, vecina de Malasaña, “las rompen con frecuencia y a veces las meten fuego, aunque estas no arden como las anteriores, que eran todo plástico”.

Lo que sí que arde es el contenido hasta que se consume totalmente dentro de la ignífuga papelera. “Aquí hay mucha marcha los fines de semana” continúa María José, “botellones en la plaza y luego todos los bares abiertos, a lo mejor las nuevas papeleras servían en esta zona pero nada más, porque en el resto de Madrid no tienen tanto vándalo por la noche, pero, vamos, si me dices que cada una de esas vale 1.200 euros me dejas de piedra porque son clavadas a las antiguas y eso es mucho más de lo que yo pago de alquiler”.

El concejal Santín lo confirma: “el que los nuevos recipientes tengan el mismo color, igual composición e idéntica capacidad que los antiguos, hace que la ciudadanía no se esté dando cuenta del timo municipal”.

Vandalismo

Lo que es un hecho es que el vandalismo es un serio problema en el mobiliario urbano de la capital. Según datos que maneja el grupo socialista, durante el año 2008 el 27% de las papeleras madrileñas fue objeto de algún acto vandálico.

Ese año la factura de reparación y reposición de papeleras fue de dos millones de euros, y aún eran de las baratas. Cuando inutilicen una de las nuevas reponerla o arreglarla puede costar mucho más. El ayuntamiento, sin embargo, jamás multa a los vándalos. Para Santín, “no puede ser que los autores de estos destrozos nunca sean identificados ni sancionados, pero sí que haya establecido una verdadera persecución contra los que no separan bien sus basuras”.

Las nuevas papeleras electrónicas no evitarán los vandálicos porque no están preparadas para eso. El sistema que llevan incorporado simplemente avisa de que éstos se han producido, “pero eso ya lo hacemos nosotros por las mañanas”, me recuerda José, “y forma parte de nuestro trabajo. Si vemos una papelera destrozada pues damos parte para que la cambien o la reparen, vamos, lo normal”. 

La plaza del Dos de Mayo y alrededores es uno de los puntos calientes de la vida nocturna de la capital y, por ende, del vandalismo. “Aquí lo destrozan todo”, me cuenta una vecina, “pero la policía no hace nada, vigila un poco lo del botellón pero siguen bebiendo por las calles y luego, cuando están calentitos, pues a destrozarlo todo como si fuesen niños pequeños”.

Las nuevas papeleras de Gallardón, las conocidas como ciberpapeleras o papeleras “inteligentes” poco podrán hacer por evitar estos actos pero mucho por vaciarle el bolsillo al contribuyente, y es que 1.200 euros por una papelera es más de lo que muchos se hubiesen imaginado. Cuando se encuentre una por la calle trátela con respeto, cuesta más que su ordenador personal.  

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