Hace unos días, Público aseguraba en portada que el Gobierno está planteándose subir el IRPF a los contribuyentes que ganasen más de 100.000 euros. Al parecer, será este mismo viernes cuando el Consejo de Ministros apruebe la medida en el Proyecto de los Presupuestos Generales del Estado para 2011.
Sin embargo, diversos estudios cifran el aumento de recaudación por una decisión de este tipo entre 185 y 400 millones de euros (en función de la subida y de la cifra a partir de la que se aplique). Salgado, incluso, llegó a asegurar en el Congreso que los más ricos estarían dispuestos a realizar este sacrificio.
Sin embargo, Funcas -la Fundación de las Cajas de Ahorro- ya ha alertado de que sería una medida completamente insuficiente y de que será necesario incrementar los tributos a todas las rentas (y también subir otros impuestos como el IVA o los especiales). Vamos, que todos tendremos que rascarnos el bolsillo para pagar el agujero en las cuentas públicas. Y la experiencia nos dice quienes pagarán estas subidas: los asalariados de nivel medio-alto.
La retórica y la práctica socialdemócrata comúnmente aceptada (en esto están muy cerca el PP y el PSOE) dice que los impuestos deben pagarse en función de las posibilidades de cada uno. Así, los más ricos serían los que más deberían contribuir a la caja común -ponen más de lo que luego reciben- para ayudar a los pobres. Sin embargo, un vistazo rápido a las cifras deja muy atrás toda esta propaganda. Lo cierto es que en España los que pagan los impuestos son, fundamentalmente, los asalariados.
IRPF: agarrados por las nóminas
Hacienda los (nos) tiene agarrados por sus nóminas y hace uso de esta facultad para aplicar las subidas necesarias cuando lo necesita. Por eso, aunque ahora el Gobierno saque a relucir la retórica contra los ricos, ningún asalariado español puede estar tranquilo.
El IRPF es un impuesto que castiga fundamentalmente a los empleados por cuenta ajena, que no tienen posibilidad de jugar con los diferentes tributos (asociar parte de sus bienes a la empresa, deducirse por IVA, etc...) como hacen, con toda legitimidad, autónomos o empresarios. Como puede verse en el gráfico 1 sobre la estructura porcentual de la base imponible del IRPF, el 75% de la recaudación proviene de las rentas del trabajo.
Y aunque los que tienen salarios más altos, pagan más, esto no quiere decir que todos ellos sean personas ricas (o que todos los ricos paguen mucho).
Fuente: Ministerio de Economía y Hacienda
De los 71.736 millones de euros recaudados por IRPF en 2008 (último ejercicio del que se tienen datos finales), el 35,5% vino del último 4% de los contribuyentes, los que ganan más de 60.000 euros. Ésta es una cantidad respetable, pero en ningún caso exagerada. La mayoría de las personas en este tramo reciben la mayor parte de sus ingresos de los rendimientos del trabajo (ver arriba gráfico 1). Por eso, como explica el blog salmón, será "el colectivo de trabajadores más cualificados el más castigados para una hipotética subida de tipos del IRPF".
Y si bajamos un poco más la vista, podemos ver que aquellos que ganan entre 30.000 y 60.000 euros al año (clase media pura y dura) suponen sólo el 10,3% de los contribuyentes pero pagan el 30% de lo recaudado (ver gráfico 2).
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Fuente: Ministerio de Economía y Hacienda
El perfil típico de este tipo de contribuyente (los que ganan a partir de 30.000 euros en rentas del trabajo) es el de un empleado por cuenta ajena, que comenzó siendo clase media y ha ido escalando en su empresa profesionalmente hasta adquirir una categoría y un sueldo muy elevado. Es decir, con una estructura del IRPF como la actual se castiga fundamentalmente a aquellos que han prosperado con su trabajo a lo largo de su carrera laboral.
La mayor parte del resto de la recaudación del Estado proviene de los impuestos indirectos como el IVA o los impuestos especiales. De lo que reciben las arcas de la Administración Central, más de un tercio llega del IRPF y una cuarta parte del IVA, seguido de los impuestos especiales (especialmente tabaco y gasolina). Todos estos impuestos indirectos caen de nuevo, fundamentalmente, sobre las clases medias.
Esto no quiere decir de ninguna de las maneras que haya que subir el Impuesto de Sociedades o reinventar antiguos tributos como el de Patrimonio. Ninguna de estas medidas mejoraría las cosas (echaría a las empresas del país y disuadiría a los grandes inversores de invertir en España). Pero los datos dejan claro que la estructura impositiva actual no cumple ni siquiera con los requisitos que quieren los que dicen que es "justa": la retórica políticamente correcta se queda en eso, pura retórica.
Aún quedaría la discusión de cuántos servicios públicos (sanidad, educación, jubilación...) reciben esas mismas clases medias que soportan la mayor parte de los impuestos; y cuántos se pagan ellos (seguro médico privado, colegio privado o concertado, plan de pensiones privado) porque no se fían de los servicios que les proporciona el Estado.
Quizás si todos los contribuyentes hicieran el balance de lo que pagan y lo que reciben a cambio, aquella retórica socialdemócrata sería mucho menos popular.