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La gran banca de EEUU es aún más grande que antes de la crisis subprime

Tras la crisis subprime en 2007, los reguladores públicos insisten en que la nueva  reforma financiera debe acabar con la figura bancaria del too big to fail (demasiado grande para quebrar). Sin embargo, gracias al rescate público, los grandes bancos de EEUU son aún más grandes que antes.

La coherencia en las actuaciones y reacciones contra la crisis financiera no es una de las virtudes del marco global de la intervención estatal. A pesar de la tan cacareada coordinación de políticas en boca de organismos internacionales, y las reuniones pomposas de los líderes del G-20, las medidas puestas en marcha no encajan con las declaraciones realizadas por los líderes políticos.

En este caso, la divergencia está entre algunas de las medidas tomadas por la Administración Obama y las recientes recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El FMI está estudiando limitar el tamaño de los bancos en todo el mundo, con el objetivo de evitar futuras crisis económicas globales. La quiebra de enormes instituciones financieras como Lehman Brothers, o el muy costoso rescate de entidades como Bear Stearns, son señales para el FMI de que sería conveniente evitar la presencia de bancos demasiado grandes para quebrar (too big to fail), limitando así su tamaño. Por otro lado, John Reed, uno de los responsables del crecimiento tan intenso de Citigroup, se lamentaba recientemente por haber creado tal gigante financiero.

Sin embargo, por el momento las medidas aplicadas por el Gobierno norteamericano y la Reserva Federal (FED) parecen haber tenido el efecto contrario. En lugar de reducirse el tamaño de las entidades financieras, se ha incrementado. Así, como informaba el diario Washington Post, “Los bancos ‘demasiado grandes para caer’ han crecido todavía más”.

Tras el estallido de la crisis subprime en el verano de 2007 y el agravamiento de la crisis crediticia en 2008, las políticas monetarias de la FED y los planes de estímulo del Tesoro norteamericano han ido encaminadas a rescatar al sector bancario como fuera; ante el temor de que la quiebra de grandes entidades financieras -las consideradas demasiado grandes para caer- tuvieran un efecto arrastre sobre todo el sector financiero estadounidense. Esto, sin embargo, no ha hecho más que empeorar la situación de la propia Reserva Federal y de la posición fiscal del mismo Gobierno, cambiando de manos el problema en lugar de resolverlo.

Con la notable excepción de Lehman Brothers, la gran mayoría de instituciones bancarias han sido intervenidas -para beneficio de éstas, y a expensas del contribuyente- por la Administración de Barack Obama, e ingentes cantidades de dinero han ido a parar a los bancos quienes, paradójicamente, gracias a la banca central, han sido los mayores responsables de esta crisis. A pesar de ello, son quienes están siendo más recompensados por los gobiernos, en unos momentos tan delicados para numerosas familias y empresas.

Una de las consecuencias, quizá no intencionadas, ha sido la mayor concentración de la banca. Ahora, J.P. Morgan Chase, Bank of America -tras el rescate público y su adquisición de Merril Lynch-, Wells Fargo y Citigroup -tras su respectivo rescate- se reparten buena parte del pastel financiero en EEUU: entre los cuatro emiten una de cada dos hipotecas, y alrededor de dos de cada tres tarjetas de crédito. Así, el articulista del Washington Post, David Cho, afirma que "la respuesta federal ha redefinido cómo los americanos consiguen hipotecas, préstamos estudiantiles y otros tipos de crédito".

Pero la mayor preocupación para los reguladores es que estas entidades hayan crecido aún más, y estén ahora más interconectadas que antes. Para la presidenta del FDIC (el seguro de depósitos de EEUU), Sheila Bair, el gran tamaño de los bancos "alimentó la crisis" y es algo "que necesita arreglarse".

El "riesgo moral" del rescate público

Esto sucede, precisamente, porque las masivas intervenciones gubernamentales -ya desde 1998 con el rescate por parte de la FED del hedge fund Long Term Capital Management- alimentan la expectativa de que cualquier tipo de comportamiento imprudente y arriesgado, en caso de salir mal, será cubierto por el dinero del contribuyente. Es lo que se denomina “riesgo moral”.

Como se ha venido proponiendo desde instancias gubernamentales y de organismos internacionales, las soluciones para evitar este tipo de cuestiones pasan por crear un nuevo sistema regulatorio que brinde mayor poder a la Fed u otras agencias reguladoras, a pesar de sonados fracasos como el de la Securities Exchange Commision (SEC, la Comisión del Mercado de Valores estadounidense) en el caso Madoff.

Otro de los temores acerca de los rescates públicos de los gigantes financieros se refiere a los efectos sobre pequeñas firmas. Al dar de comer indiscriminadamente a los peces gordos, los peces pequeños podrían quedarse sin comer, acabando cerrando sus puertas. Esto ya se puede ver, dado el elevado número de entidades bancarias que todos los viernes tienen que ser declaradas en quiebra por el FDIC -sólo en 2009 ya han quebrado más de 115 entidades financieras-.

Esta competencia desleal y efectos perversos por la inyección de fondos del Gobierno de EEUU en los bancos ya fueron denunciados hace varios meses por el prestigioso inversor Warren Buffett.

Como adelantó LD, Buffett sostenía que los planes de estímulo y auxilio gubernamental suponen una recompensa oculta a la ineficiencia empresarial y, por lo tanto, castiga a las compañías más eficientes y prudentes. E ilustraba esta idea con el ejemplo de su negocio de construcción de casas, Clayton Homes, que también cuenta con una línea de concesión de créditos hipotecarios. A pesar de haber mantenido altos niveles de exigencia a la hora de prestar dinero y de contar con unos balances saneados, la empresa se enfrentaba con problemas serios.

Pero, añadía, no por las condiciones del mercado y los impagos, sino por las acciones del Gobierno como, por ejemplo, extender las garantías públicas de préstamos a los créditos y deuda de instituciones financieras en riesgo, algo que privilegia a éstas a expensas de las que cuentan con buena salud.

Así, los reguladores han propiciado, con sus acciones u omisiones, la disminución del nivel de competencia del sector. De este modo, la intervención gubernamental ha lanzado "a prestamistas de hipotecas en riesgo de insolvencia y a firmas de Wall Street hacia los brazos de bancos todavía más grandes, y repartieron miles de millones de dólares para garantizar que estos tratos se llevaran a cabo”.

Además, se hizo la vista gorda a ciertas regulaciones existentes: J.P. Morgan, Bank of America y Wells Fargo pudieron saltarse la regulación que prohíbe poseer más del 10% de los depósitos de toda la nación. Asimismo, los reguladores les permitieron tener una cuota de mercado mayor de la que marcan las leyes anti-monopolio del Departamento de Justicia de EEUU.

En definitiva, las autoridades públicas han resuelto el grave problema de insolvencia bancaria -causado, dicho sea de paso, por las políticas de las autoridades monetarias, que debían de encargarse de la supervisión y buena salud del sistema financiero- mediante medidas cortoplacistas que no resuelven nada, sino que generan otros muchos problemas y efectos secundarios no intencionados.

El incremento de la concentración del sector financiero puede ser uno de ellos. Seguramente, sin embargo, tratarán de resolver este problema mediante más intervenciones y regulaciones públicas, con el pretexto de que el libre mercado tiende a beneficiar a las grandes corporaciones, mientras que explota a las pequeñas. Y así sucederá hasta que la gente se dé cuenta de quiénes son los que generan los problemas.

Y es que, si el FMI quiere limitar los ciclos debería preguntarse más bien por qué el conjunto del sector financiero tiende a sobredimensionarse tanto durante los booms económicos, para luego paralizarse durante las crisis.

En este sentido, la respuesta radica en la fuerte expansión crediticia que llevan a cabo los bancos endeudándose a corto plazo e invirtiendo a largo, ya que esta estrategia les permite prestar cantidades de dinero muy por encima del ahorro real de una sociedad, según el Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana.

Por ahí tendría más sentido la reforma financiera. Es decir, impedir que haya crédito no respaldado por ahorro. Sin duda, con esta medida el tamaño de la banca en general sería mucho menor y las crisis se reducirían a su mínima expresión.

Pero, entonces, tal y como señalan los analistas pertenecientes a la Escuela Austríaca de Economía, habría que comenzar por cerrar los bancos centrales y, entre ellos, el banco central de los bancos centrales: el Fondo Monetario Internacional (FMI). Nada apunta, sin embargo, hacia esta dirección, sino más bien todo lo contrario. Por el momento, el riesgo del "too big to fail" no sólo no ha desaparecido sino que aumenta.

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