En estos momentos, en la eurozona, hay dos grandes problemas de solvencia y credibilidad. El primero afecta a algunos de los estados del sur de Europa -principalmente España, junto a Portugal y Grecia- que no son capaces de colocar su deuda en los mercados a un buen precio. El segundo lo sufren aquellas entidades bancarias sospechosas de tener balances de baja calidad, que no logran encontrar prestamistas.
Ante esta situación, muchos miran al Banco Central Europeo (BCE) como el salvavidas que puede sostener a los agentes en problemas. Eso sí, con cargo al bolsillo de los contribuyentes europeos, que serían los que soportarían el riesgo de estas compras del organismo presidido por Jean-Claude Trichet. Y esta lucha se ha desatado ahora entre aquellos que creen que debe dar un paso más y comprar incluso más bonos públicos para calmar a los mercados, y aquellos que piensan que monetizar deuda supondría una devaluación de facto del euro, una pérdida de poder adquisitivo de los europeos y un riesgo de generar inflación en la eurozona.
Según informa Ambrose Evans-Pritchard en su página del Telegraph, la agencia de calificación Fitch habría pedido al BCE que comprase “cientos de miles de millones de euros para controlar la crisis de la deuda”. El problema es que los “miembros alemanes del BCE” estarían bloqueando esta iniciativa. La noticia reconoce que comprar bonos de países en dificultades implica un coste político, puesto que permite que los bancos trasladen al “contribuyente europeo” su “basura”.
En estas circunstancias, se habría recrudecido la lucha entre bancos franceses y alemanes por influir en la política del BCE. Los primeros estarían presionando para que Trichet mantuviese la política de compra de deuda de forma masiva, mientras que los segundos querrían detener (o minimizar) estas adquisiciones.
Además, según esta misma información, las entidades germanas habrían llegado a un “acuerdo de caballeros” para mantener sus activos de mala calidad y no “pasárselos” al organismo de Trichet. Algo en lo que no estarían colaborando los bancos franceses, que estarían colándole al BCE toda la basura que pudieran.
Desde el organismo regulador, se asegura que “no es correcto” asumir que son los únicos compradores de la deuda, aunque también admiten que seguirán comprándola “hasta que la situación se estabilice”.
Y en mitad de toda esta polémica se sitúa España que es vista como la clave de la estabilización o la caída de toda la eurozona. En este sentido, tanto las cuentas públicas como las finanzas de los bancos españoles preocupan a los inversores europeos. Evans-Pritchard cita a Silvio Peruzzo, del RBS, que asegura que “el sistema financiero español está en el corazón de la tormenta”, pudiendo provocar una parada súbita “si no pueden afrontar” sus obligaciones.