La deuda pública es quizás el ratio más preocupante de entre todos los que componen la contabilidad nacional española. Aunque el crecimiento del PIB y del paro se llevan más los titulares, fue la crisis de deuda de mayo, cuando España estuvo a punto de entrar en quiebra, la que llevó a los países de la UE a organizar el macro-rescate de 750.000 millones de euros y a obligar a Rodríguez Zapatero a poner en marcha el plan de ajuste más conocido como tijeretazo.
Aunque la situación mejoró algo poco antes del verano y se mantuvo estable durante julio y agosto, en septiembre el precio e la deuda pública española en los mercados financieros volvió a dispararse. De esta manera, el diferencial con el bono alemán vuelve a rozar los doscientos puntos básicos. Este jueves, al bono español y al alemán les separaban 183 puntos básicos (del 4,101% del hispano al 2,271% del germano). No son niveles para asustar, pero son como una permanente luz roja sobre las cuentas del Gobierno; no hay que olvidar que el 31 de diciembre de 2009, el diferencial era de 58 putos básicos.
Los presupuestos, al límite
El principal problema de la deuda pública española no es tanto su nivel, como su evolución y sus perspectivas futuras. Así, un ratio que hace unos años estaba en el 32% del PIB ahora roza el 70% y se espera que llegue al 90% en 2013. En los Presupuestos Generales del Estado del año que viene, 1 de cada 5 euros irá destinado única y exclusivamente a gastos financieros. Es decir, que de los altos impuestos que los españoles pagan, un 20% se destinará a pagar los desmanes de años anteriores.
Es evidente que este nivel de deuda reduce la capacidad del Gobierno: el ajuste presupuestario está casi al límite. De los 362.000 millones de gasto previsto, 175.000 corresponden a pago de prestaciones (pensiones y desempleo, fundamentalmente) y 73.000 millones más a deuda. Por lo tanto, si el crecimiento no acompaña (y no parece que lo hará) y el paro sigue creciendo (los analistas lo llevan casi al 21% a finales de 2011) entonces al Gobierno le quedará muy poco margen del que recortar. Y viendo lo que ha ocurrido este año con la congelación de las pensiones y la reducción del sueldo de los funcionarios, no parece que le quede demasiado capital político para más recortes.
Las cuentas de la deuda para el año que viene dicen que el pago de intereses crecerá un 18%, hasta los 27.400 millones y la emisión de deuda neta (la emitida, 192.000 millones, menos la amortizada, 149.000) será de unos 43.000 millones. En total, la deuda se come el 20% del capítulo de gasto de los PGE. Es la única de las grandes partidas de gasto que aumenta en unas cuentas públicas que el propio Gobierno define como "las más austeras" de José Luis Rodríguez Zapatero.
Y todo esto si el coste de emisión se mantiene, porque si los mercados siguen castigando al Tesoro Público y exigiéndole un precio más alto para comprar sus bonos y letras, el precio de la financiación podría dispararse.
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Además, el déficit público seguirá alimentando la deuda al menos hasta 2013. Las optimistas previsiones del Gobierno aseguran que los números rojos del Estado serán del 9,3% del PIB este año, el 6,0% el que viene y el 4,4% en 2012. Y aunque es positivo reducir esta cifra, no hay que olvidar que siguen siendo más gastos que ingresos, lo que supondrá una mayor deuda que en 2013 más que triplicará el nivel de 2007.
Moody’s: España ya no es triple A
La presentación de estos presupuestos coincidió con otra mala noticia que no por anticipada sentó mejor al Ejecutivo. La agencia de calificación Moody’s rebajaba el nivel de la deuda española a Aa1. De las tres grandes, Moody’s era la única que mantenía la máxima nota para la deuda española.
¿Cuál es el problema de esta caída en la calificación? Pues por un lado el efecto sicológico y de prestigio ante los inversores internacionales; y por otro, que la deuda española ya no podrá ser comprada por aquellas instituciones que sólo admiten activos Triple A (es decir, que las subastas serán más duras y, previsiblemente, más caras).
Gasto: más paro, más pensiones, ni un solo respiro
Y para el Gobierno lo peor es que no hay prácticamente ni un resquicio por el que pueda escaparse. Si las cosas se ponen complicadas, le será muy difícil aplicar un nuevo ajuste. El 65% del gasto se compone de deuda y pago de prestaciones como el paro o las pensiones. Es decir, que si España vuelve a jugar en el alambre del default, como el pasado 7 de mayo, serán estas partidas las que más probabilidades tengan de ser recortadas.
Además, tanto una como otra crecerán en los próximos años. El paro seguirá en niveles cercanos al 20% al menos hasta 2015. Las pensiones también seguirán subiendo: cada vez se jubilan más españoles y, además, estos nuevos pensionistas tienen una media más alta de cotizaciones, por lo que sus pagas también serán más elevadas. En resumen, que las dos principales partidas de gasto seguirán una senda alcista al menos durante un lustro.
Quizás la única esperanza del Ejecutivo sea la de un crecimiento del PIB que aumente los ingresos impositivos. Y en este aspecto, el 30 de septiembre de 2010, tampoco fue un gran día. El Banco de España alertó de una ralentización de la economía española. José Luis Rodríguez Zapatero y Elena Salgado llevan mucho tiempo dentro del túnel pero, a pesar de todo, siguen sin ver la luz de su final.