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La crisis de la petrolera PDVSA anticipa la bancarrota de Venezuela

La joya de la corona del chavismo está al borde del abismo, endeudada hasta las cejas, emitiendo frenéticamente bonos y castigada con un descenso histórico de producción e ingresos. Si PDVSA quiebra, Venezuela vendrá detrás.

La joya de la corona del chavismo está al borde del abismo, endeudada hasta las cejas, emitiendo frenéticamente bonos y castigada con un descenso histórico de producción e ingresos. Si PDVSA quiebra, Venezuela vendrá detrás.

Toda la Revolución Bolivariana apadrinada por el presidente Hugo Chávez depende de un solo producto: el petróleo; y de la empresa estatal que lo extrae y exporta: Petróleos de Venezuela (PDVSA) Sobre el maná de dólares que le reportaba el oro negro iba a construirse el Socialismo del Siglo XXI y la América del ALBA que acabase con la hegemonía yanqui en Hispanoamérica.

Al final, la pésima gestión gubernamental de la empresa, la caída de la demanda mundial de petróleo y la nula confianza que un país como Venezuela inspira en los inversores han llevado a la otrora poderosa PDVSA al borde mismo de la bancarrota.

Menos ingresos más gastos

Los números no dan pie a muchas interpretaciones. Los ingresos se han desplomado un 52% en el primer semestre de 2009 debido a la contracción de la demanda, especialmente la norteamericana, y al incremento de gastos que ha tenido que enfrentar la petrolera tras la nacionalización en mayo de 60 empresas de servicios petroleros, cuyos 8.000 empleados han pasado a engrosar la nómina de PDVSA.

Chávez, que expropió estas empresas en lo que denominó un “acto histórico de soberanía”, posee ya el control de la práctica totalidad de la industria petrolera venezolana, desde la extracción a la comercialización pasando por el transporte y el mantenimiento. Un mamotreto semejante y gestionado por los hombres del presidente, buenos súbditos pero malos empresarios, ha terminado por hacer aguas y comerse los jugosos y supuestamente inagotables réditos del petróleo.

La banca ha tenido que poner sobre la mesa 2.000 millones de dólares para pagar nóminas que, muy probablemente, no recuperará. Los impagos son la tónica dominante en PDVSA. No se paga a los contratistas, ni a los proveedores ni, naturalmente, a los bancos. Lo poco que va quedando de empresa privada en Venezuela teme al presidente y a su avidez expropiadora.   

En el Palacio de Miraflores no parecen haber entendido la crisis terminal a la que se enfrentan y siguen gastando a manos llenas y regalando el dinero. Sólo en importaciones Venezuela gasta 40.000 millones de dólares anuales, que hoy son casi los ingresos petroleros del país. Habría que sumarle los intereses de la deuda y el gasto desaforado en mantener bien surtidos de fondos a los Gobiernos amigos de Bolivia, Ecuador y Cuba.

PDVSA ha destinado unos 30.000 millones de dólares a los países clientes y a organizaciones prochavistas de todo el mundo. Y eso sólo para comprar voluntades en el exterior. Dentro de Venezuela la economía va adquiriendo los patrones de ineficiencia y corrupción de las economías socialistas.

Los dispendios sociales crecen, pero no la producción del país, cada vez más estatalizada y sometida a los caprichos del caudillo bolivariano. Sólo en Defensa el gasto ha aumentado un 30%, que bien sirve para alimentar la paranoia oficial sobre la inminente guerra contra Colombia y los Estados Unidos. El Banco Central de Venezuela ha calculado el incremento de gasto público y lo ha cifrado en un aumento del 837% entre 1999 y 2007. Durante los años buenos ese gasto pudo ser amortiguado por la riada de petrodólares que inundó el país, ahora, con las vacas flacas, el sistema corre peligro de colapsar.

Los inversores desconfían

Los inversores le han dado la espalda al régimen porque no se fían de él. Unos porque hacer negocios en Venezuela constituye un riesgo considerable, otros porque el dictador no paga o lo hace tarde, mal y nunca. Las reservas de la Franja del Orinoco, que eran la gran esperanza de Chávez para remontar el vuelo, no terminan de ponerse a funcionar. Sólo se han firmado dos acuerdos, con la china CNPC y con la india ONGC. El resto de permisos siguen pendientes, embrollados en la laberíntica y arbitraria burocracia venezolana.

Estados Unidos, principal cliente del petróleo venezolano desde siempre, se ha buscado alternativas. Han reducido las importaciones de crudo venezolano a la mitad. El Banco Mundial ha hecho público que tan sólo un 9,6% del petróleo importado por los EEUU viene de Venezuela, cuando hace 10 años era el 17%.

Los vilipendiados yanquis han encontrado proveedores más confiables, como la brasileña Petrobras o la mexicana Pemex. Pero, paradójicamente, Venezuela es cada vez más dependiente del mercado estadounidense, no obstante, el porcentaje de la producción venezolana que se vende en Estados Unidos es del 74%, el nivel más alto en los últimos años.

La economía de Venezuela, tal y como está concebida, es insostenible en el corto plazo. Si el petróleo se mantiene por debajo de los 100 dólares/barril Chávez lo tiene muy difícil para cuadrar unas cuentas ruinosas que cada vez se parecen más a las del Gran Capitán. Y la quiebra del modelo petrolero traería aparejada, inevitablemente, el colapso de su revolución bolivariana.

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