En muchas ocasiones la realidad económica puede verse desde distintas perspectivas, dependiendo de varios factores como los intereses, sesgos o información del analista. Normalmente, estos análisis son más complementarios que excluyentes.
Uno puede acentuar los aspectos positivos, mientras que otro los negativos, y ambos estar en lo cierto. Esto es lo que podría suceder con la situación de la economía alemana. Lo preocupante es cuando, como en el caso español, hay que echar mucha imaginación para encontrar elementos positivos.
En las últimas semanas hemos podido leer diversas noticias muy positivas con la situación de la economía alemana. Los índices de confianza empresarial alcanzaban máximos de 17 meses, las condiciones de los mercados financieros parecen ir mejorando en el contexto europeo, y la producción y exportaciones se incrementaron notablemente, siendo así que Alemania podría considerarse como la locomotora de Europa. Indudablemente, son buenas noticias que apuntan a una pronta y saludable recuperación económica.
La divergencia entre los desempeños de las diferentes economías no depende solamente de las políticas aplicadas tras la crisis, sino también de los desequilibrios que se generaron en la época del auge artificial -basado en la expansión artificial del crédito y tipos de interés exageradamente bajos-.
A pocos se les escapa que Irlanda, España o Estados Unidos fueron países con grandes burbujas inmobiliarias, por lo que inevitablemente su ajuste deberá ser más doloroso. Alemania, sin embargo, no vivió con tal intensidad un auge basado en la burbuja crediticia.
Así, los mayores efectos recesivos para la economía alemana -segunda economía con mayores exportaciones de bienes tras China- han venido de la mano de una caída importante de la demanda externa, con el consiguiente hundimiento de las exportaciones a principios de 2009. Parte de las actuales mejoras podrían deberse al incremento de la demanda externa china, debido a su rápida, aunque quizá insostenible, recuperación.
Pero sobre todo han sido causadas por los primeros atisbos de recuperación en la economía global, particularmente en las europeas. Las dudas acerca de una recesión en forma de W a nivel mundial -es decir, que se produzca una importante recaída una vez se retiren los estímulos públicos, tanto fiscales como monetarios-, sin embargo, llaman a la cautela.
La reacción de la economía alemana respecto al mercado laboral ha sido tan buena que algunos expertos internacionales se preguntan cómo se las ha arreglado para, a pesar de la caída en la producción y exportaciones, apenas haber generado desempleo.
Este afortunado hecho sorprendió a gran número de analistas, quienes predijeron fuertes subidas en el número de desempleados que finalmente no se han producido. Aunque, como apunta Philipp Bagus, profesor de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos, esto se ha producido en parte por la subvención de la jornada reducida (Kurzarbeit), sobre todo, en el sector automóvil.
No obstante lo anterior, todavía existen importantes debilidades en la economía alemana, focalizadas principalmente en el sector bancario y financiero. El pasado julio ya se atisbaba que los brotes verdes no estaban arraigando en el país germano, señalando que la restricción crediticia estaba lejos de solucionarse, y que algunas señales positivas se debían a medidas de corto plazo del Gobierno, como las destinadas a estimular la industria automovilística.
Restricción crediticia
En efecto, una vez que finalizó el programa de incentivos a la compra de automóviles el pasado septiembre, las ventas de coches se han hundido. Así, en septiembre se compraron la mitad de automóviles que en agosto.
En cuanto al sector bancario, adelantábamos ya en julio el peligro de restricción crediticia al que se enfrentaba el país, con parte del sistema bancario al borde del colapso. Los temores eran compartidos por numerosos analistas y personalidades públicas. No en vano, autoridades como el gobernador del Banco Central alemán (Bundesbank), Axel Weber, exigían a los bancos que recortaran los tipos de interés bajo amenaza de intervenciones. En recientes declaraciones, Weber afirmaba que no era correcto decir que su país sufre un credit crunch generalizado, aunque el peligro no había pasado todavía.
En este sentido se manifestaba el ministro de Economía germano, Rainer Brüderle, quien envió recientemente un duro mensaje a los bancos comerciales: éstos deberían cumplir con sus deberes para la economía alemana en su conjunto. Incluso amenazó a los bancos con posibles regulaciones adicionales, en caso de que no comiencen a expandir el crédito. Así, les recordó que “los contribuyentes extendieron generosas ayudas para ayudaros a evitar la quiebra” en forma de rescates públicos y otras subvenciones y ayudas.
En una nota de prensa de finales del mes pasado, el Bundesbank relataba algunos progresos del sistema financiero alemán hasta la fecha, pero destacaba que éste todavía se enfrenta a retos considerables: “Es posible que las pérdidas derivadas de instrumentos titulizados haya alcanzado el máximo. Sin embargo, dependiendo de los futuros eventos económicos, todavía tendrán que hacerse sustanciales write-downs (reducciones del valor contable de los activos) de préstamos”, afirmaban.
Según sus estimaciones, estas amortizaciones rondarían entre los 50.000 y 75.000 millones de euros. Tal y como adelantaba LD, el banco central estimaba una cantidad probable de pérdidas inesperadas valoradas en 90.000 millones de euros durante el próximo año.
Uno se pregunta si estas estimaciones no se irán actualizando al alza en los próximos meses. Algunas de las experiencias de los años pasados nos han mostrado cuán optimistas eran algunas previsiones de este tipo, y lo imprevisible de algunos acontecimientos y shocks externos, que echaban por tierra los modelos matemáticos más sofisticados y las estimaciones más conservadoras.
Nueva ronda de pérdidas crediticias
Esta actualización al alza viene siendo algo habitual, y el último informe del Banco Central Europeo no ha sido una excepción. En su Financial Stability Review de diciembre, el volumen de write-downs esperados ha aumentado hasta los 553.000 millones de euros, desde los 488.000 de junio, tal y como informaba RGEMonitor, la web de análisis del profesor de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini.
En el último informe mensual del Bundesbank correspondiente a noviembre (Monthly Report November 2009), señalaban cómo “las instituciones crediticias domésticas redujeron su nivel total neto de préstamos en el tercer trimestre, principalmente en respuesta a un ambiente económico débil y una baja utilización de la capacidad, y debido en menor parte a un generalizado endurecimiento en la oferta de los estándares crediticios por parte de los bancos” (página 9).
Alarmada por esta situación se expresó la canciller alemana Angela Merkel en una reciente reunión con las principales fuerzas sociales y económicas del país. La preocupación por las dificultades del acceso al crédito de medianas y pequeñas empresas -conocidas en alemán como Mittelstand, quienes proporcionan casi tres de cada cuatro empleos en el país- no ha disminuido un ápice desde julio, y Merkel calificó la situación de “crítica”.
A pesar de las grandes inyecciones de liquidez en el sistema por parte del Banco Central Europeo y los rescates bancarios por el Gobierno alemán, los bancos dejaron de prestar tanto como antes, y las enormes facilidades de acceso al crédito han desaparecido.
Según un informe del think-tank alemán sobre asuntos económicos Ifo, los indicadores de acceso al crédito han empeorado en noviembre -último mes reportado-. Así, el 42,9% de las empresas califican las políticas de préstamo de los bancos como “restrictivas”, en comparación con el 41,7% en octubre. El informe destaca que esta situación es “crítica y significa un riesgo para la recuperación económica”.
Como se muestra en los dos gráficos siguientes, el porcentaje de empresas que encuentran el acceso al crédito restrictivo se ha elevado desde el estallido de la crisis subprime a mediados de 2007. Curiosamente, las empresas que más han percibido estas dificultades en el sector manufacturero han sido las grandes, disparándose en el último trimestre de 2008 debido a las turbulencias derivadas de la quiebra de Lehman Brothers.
Para el periodista económico del Telegraph británico Ambrose Evans-Pritchard, el riesgo principal es que se suceda una cascada de rebajas de calificación de la solvencia y calidad de las compañías por parte de las agencias de calificación (rating), lo que forzaría a los bancos a restringir más el crédito, empeorando considerablemente la contracción crediticia actual.
Bancos públicos
En esta difícil situación para el sistema bancario alemán es destacable el hecho de que, según algunos estudios realizados por entidades solventes, han sido los bancos públicos germanos quienes mayor incompetencia y peor gestión han llevado a cabo, habiendo asumido mayores riesgos y con pérdidas más elevadas que sus competidores privados.
“Los bancos propiedad del Estado son quienes con más urgencia necesitan de una manera de deshacerse de sus activos tóxicos”, según afirmaba el diario económico alemán Spiegel en julio. De ahí pueden surgir los orígenes del programa del Gobierno alemán de crear “bancos malos” que acumulen todos estos activos basura; programa que ya se ha hecho realidad con la creación del primer “banco malo” por parte de WestLB.
Los más problemáticos eran los bancos estatales regionales (Landesbanken): “Si un Landesbank quiebra, el estado que lo posee podría también ir a la bancarrota”, destacaban, “un escenario que ya amenaza sobre el estado del norte de Alemania, Schleswig-Holstein”.
Así pues, los objetivos de esta medida podrían servir no tanto para ayudar a familias y empresas a salir adelante de la crisis, sino para evitar la quiebra de los estados y salir al socorro de los bancos públicos. De esta manera se trata de tapar la mala gestión e incompetencias públicas: volcando los costes a toda la sociedad.
Difícilmente podría culparse de los problemas alemanes a los excesivamente avariciosos y arriesgados banqueros privados, tal y como se está volviendo lugar común entre políticos y pseudo-intelectuales.
Todo parece indicar que la amenaza de intensificación del credit crunch en Alemania continúa siendo la máxima pesadilla de las autoridades políticas y económicas, pudiendo poner eventualmente en grave peligro la recuperación. No es para menos viendo los datos, y lo es menos aún tras los acontecimientos de Dubai y Grecia, que podrían desencadenar efectos imprevisibles.
Déficit superior al 5% del PIB en 2010
En el terreno de las finanzas públicas, las cosas tampoco pintan demasiado halagüeñas, especialmente para las autoridades regionales. Aunque algunos analistas han destacado la austeridad del Gobierno alemán en cuanto a la deuda pública, la realidad no parece ser tan benigna con la administración Merkel.
Como señalaba el informe del Bundesbank de noviembre, “las finanzas públicas se están deteriorando dramáticamente en el año actual. Mientras que se consiguió un presupuesto equilibrado en 2008 [...] El déficit se prevé que aumente este año a algo por encima del 3% sobre el PIB nominal y así excedería el techo puesto por el Tratado de la Comunidad Europea”.
Además, avanza que “este desfavorable desarrollo continuará el año próximo. El ratio de deuda (que se prevé exceda el 75% del PIB) marcará un nuevo máximo histórico, mientras que el rato del déficit se incrementará hasta un nivel próximo al 5%” (página 10).
Estas informaciones se ven confirmadas por las cifras de estos indicadores que estaban contenidas en el Presupuesto para 2010, aprobado recientemente. En estos presupuestos se han negociado niveles de deuda pública para el próximo año que alcanzan un récord histórico. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, dijo que el déficit público en 2010 estaría “más cerca del 6% que del 5%”, enfatizando la importancia de recortarlo por debajo del 3% antes de 2013, según informaba The Associated Press.