Durante el pasado verano se empezó a ver una esperanzadora recuperación en el número de turistas extranjeros que entraban en España, según las cifras oficiales. Aunque en ningún caso han vuelto a recuperarse las cifras de 2007, sí que llegamos a ver subidas del 4% durante los meses del verano, que fueron perdiendo impulso en octubre y noviembre. Finalmente, diciembre ha cerrado con una preocupante caída del 4,7%.
Para el conjunto de 2010 el aumento se cifra en un modestísimo 0,97%. Respecto a los máximos de 2007 el descenso es de un 10,2%. Es cierto que la huelga de los controladores y la pésima meteorología en Europa ha influido en estos malos resultados de diciembre, pero su influencia es mínima para el conjunto del año.
Esta mínima subida en 2010, que en sí misma es preocupante, debería hacer sonar todas las alarmas en el sector si nos comparamos con los datos en otros países. Según la Organización Mundial del Turismo –cuya sede central curiosamente está en Madrid–, el número de turistas a nivel mundial ha crecido un 6,7%, siendo un 5% en los países desarrollados y un 3% en Europa.
Las razones para el paupérrimo desempeño del sector durante el pasado año, muy probablemente estén relacionadas con las erróneas políticas económicas del Gobierno, que impiden que el sector pueda reducir costes al haber cerrado 2010 con una tasa de inflación del 3%, muy superior a la de los países de nuestro entorno. España cada vez resulta menos asequible para los extranjeros.
Por otra parte, el maltrato recibido por numerosos turistas, sobre todo británicos, que han sufrido numerosas estafas al comprar viviendas edificadas de forma ilegal, y que en muchos casos han perdido su vivienda en España e, incluso, también les ha sido embargada por deudas la que poseían en su país de origen, ha creado sin duda un clima poco favorable en estos países en relación a España, al menos en lo que respecta al turismo. El turismo británico ha caído en noviembre un 6,1% y en diciembre un 13,7%.
Una vez más nos encontramos con un Gobierno cuyas acciones entorpecen y dificultan sobremanera el trabajo diario de sus ciudadanos. Exactamente lo contrario de aquello que se supone que debería hacer.