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Éxodo de extranjeros: el último que cierre la puerta

Los extranjeros han comenzado un silencioso éxodo hacia las plazas europeas que saben premiar su esfuerzo con buenos salarios. Cada mes, 30.000 trabajadores, sobre todo cualificados, dicen good bye, Spain. Ahora, el ministro de Trabajo les pide que "tachen España de su agenda".

Los extranjeros han comenzado un silencioso éxodo hacia las plazas europeas que saben premiar su esfuerzo con buenos salarios. Cada mes, 30.000 trabajadores, sobre todo cualificados, dicen good bye, Spain. Ahora, el ministro de Trabajo les pide que "tachen España de su agenda".

La crisis ha puesto en cuestión lo que parecía incuestionable. Desde que comenzó el boom inmigratorio, a principios de 2000, España se ha perfilado como ese enorme cuenco demográfico, donde de un modo u otro, cualquier trabajador podía encontrar su sitio. Los años dorados de la construcción facilitaron esta tarea: se necesitan muchas manos para construir 500.000 viviendas al año y de ello da fe la estadística.

Hasta el estallido de la crisis, el país nunca había tenido tanta mano de obra empleada, lo que contribuyó a rebajar la tasa de paro hasta niveles sorprendentes, por debajo del 8%. Sobra decir que desde entonces la economía se ha visto inmersa en diferentes aventuras en busca de un final feliz. Lo que se puede adelantar de ese desenlace aún incierto es que los extranjeros no se quedarán de brazos cruzados para ver cómo el PIB regresa a la senda de los crecimientos positivos o la banca vuelve a abrir el grifo del crédito. Al menos, no todos.

El guión de la crisis sufrirá en los próximos meses un duro revés que pocos han sabido advertir. El marchito mercado laboral, sepultado en estos momentos en una tasa de paro del 19%, está motivando la lógica huída de los inmigrantes en busca de un futuro mejor. Por ahora, los expertos señalan que el fenómeno sólo se puede observar con cuentagotas, pero lo cierto es que ya existe una estadística fiable de este silencioso éxodo.

Entre enero y septiembre, 289.953 extranjeros han abandonado nuestras fronteras, un 20% más de los que lo hicieron en el conjunto de 2008. Consciente de que la medición de flujos es especialmente compleja, aunque necesaria, el Instituto Nacional de Estadística (INE) comenzó hace dos años a publicar estimaciones de población que se revisan mensualmente con el objetivo de medir los movimientos de los ciudadanos que entran y salen del país.

El resultado es éste: la diferencia entre los extranjeros que vienen a España y los que se van cada vez se acorta más. De hecho, el saldo entre unos y otros hasta septiembre (última cifra disponible) es de tan sólo 56.000 personas, a favor de las entradas, un volumen irrisorio en comparación con la diferencia de 700.000 y 400.000 personas, registradas en 2007 y 2008, respectivamente.

La espantada de extranjeros no es baladí, puesto que la Encuesta de Población Activa (EPA) sólo recoge datos de inmigrantes que tienen la nacionalidad española o que expresan su intención de estar en España un año o más. A partir de ahí, el INE calcula cuántos foráneos están parados, cuántos son estudiantes, etcétera.

El problema de esta medición es que no ofrece una imagen completa del mercado laboral en España, ya que el extranjero parado que hace las maletas no cuenta oficialmente como desempleado. Los efectos de esta situación no se le escapan a nadie: de un modo artificial, el nivel de desempleo puede estar marcando tasas inferiores a las que muestra la realidad.

Envejecidos, sin médicos

La fuga de cerebros también afecta a los grandes gigantes europeos. El despertar de las economías asiáticas se ha convertido en un reclamo inesperado para los mejores talentos, aunque supone una verdadera zancadilla para la UE. En la actualidad uno de cada cinco europeos tiene más de 60 años y se prevé que serán uno de cada tres alrededor del año 2050. La insuficiencia de mano de obra estaba hasta el momento en sectores de baja cualificación.

Sin embargo, el déficit de personal se ha trasladado ahora los puestos directivos, ingenieros o licenciados en general. Si no se soluciona el problema, Europa se verá en una clara inferioridad de condiciones para competir con Australia, Canadá y los países emergentes. Al otro lado del charco ya han hecho los deberes: gracias al atractivo de sus universidades, más del 50% de los estudiantes europeos que realizan en EE.UU. un posgrado permanecen allí por, al menos, diez años, según un informe de la National Science Foundation de Virginia.

La falta de capital humano comienza ahora a preocupar a los Veintisiete, pero la demora en la toma de decisiones no perdona: la oferta de este tipo de trabajo es rígida a corto plazo; es decir, no es posible formar médicos, ingenieros o profesores en poco tiempo. En España se plantea un problema adicional, puesto que existe una fuerte tendencia a la segmentación regional del mercado, que cada vez es menos permeable.

En el caso concreto de la medicina y las actividades sanitarias, el problema puede agravarse a partir de 2016 si se mantiene la actual tasa de reposición de médicos: cada año salen de las facultades alrededor de 4.000 doctores, pero la proyección de las necesidades reales de médicos se dispararán hasta cerca de 8.000. Cabe recordar que este escenario preocupa, y mucho, en un país que está llamado a convertirse en el más envejecido del planeta sólo por detrás de Japón. Otro ejemplo flagrante reside en las empresas de tecnología de la información (TIC) que emplean directamente a 150.000 personas y necesitan cerca de 10.000 inmigrantes altamente cualifcados, según la Asociación de Empresas de Elctrónica y Telecomunicaciones (AETIC).

Política de puertas cerradas

El 11,6% del total de la población que reside en España es de origen extranjero; es decir, 5,2 millones de personas tienen un pasaporte extranjero. Se trata de uno de los niveles más elevados en la UE, por detrás de Irlanda (12%), Luxemburgo (42%) y los países del Este. Esta notoria presencia de mano de obra foránea ha mostrado hasta el pasado año su rostro más amable, al convertirse en el balón de oxígeno necesario para dar impulso a la Seguridad Social y hacer crecer, aunque sea sólo de forma fantasmagórica, la productividad.

Y es que la productividad laboral avanzó un 0,7% en el último año, frente al 0,3% dominante en los ejercicios pasados ¿Es una buena noticia? Sin duda, pero podría haber sido mejor. El mercado laboral ha requerido hasta ahora una entrada masiva de inmigrantes en sectores intensivos en mano de obra, por lo que ha sido el volumen, y no directamente la calidad o el valor añadido del factor trabajo, el que ha propiciado este salto.

Se trataba, pese a todo, de una arcadia feliz nublada desde el verano de 2007. El alto nivel de paro entre los extranjeros provocó un cambio radical en la política inmigratoria. Prácticamente tres de cada diez extranjeros están en paro, lo que pone en un serio aprieto a las cuentas públicas. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, explica que "es ilógico que vengan más extranjeros cuando aquí no hay trabajo". Y de la teoría ha pasado a la práctica: a menos que el aspirante tenga un contrato laboral en mano, resulta imposible entrar en las fronteras españolas por los cauces regulares para un inmigrante de un país extracomunitario.

El Ejecutivo ya ha advertido de que el contingente (cupo) para trabajadores de fuera de la UE que aprobará a finales de año será más reducido que el del año anterior. El contingente para 2009 se elevó tan sólo a 901 empleos, lo que supone un descenso de más del 94%. Además, de ese centenar de sillas supuestamente disponibles, hasta junio sólo 8 personas habían logrado ocupar alguna, lo que demuestra que el ajuste del mercado laboral es eso: un drástico recorte de oportunidades de trabajo. Aparte del cupo, la otra vía para poder contratar a extranjeros es a través del Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura, un listado popularmente conocido como "los trabajos que pueden coger los foráneos porque los nacionales no los quieren".

De nuevo, aquí también ha habido un tijeretazo: básicamente, las ocupaciones libres se reducen a ingenieros y profesionales de la rama sanitaria. Estas vacantes siguen vacías por la dificultad de atraer a los cerebros mejor preparados. Sólo los fichajes estrella como futbolistas o directivos clave tienen una política salarial realmente atractiva para venir a España.

Efecto dominó

La pobreza genera más pobreza. Y los extranjeros conocen bien el alcance de esta frase. La mayoría de los trabajadores tienen que enviar dinero a los familiares que están en sus lugares de origen, pero cuando el paro entra por la puerta el plan se frustra. El volumen de remesas enviadas desde España han caído un 40% respecto al año anterior y "es evidente que la evolución será a la baja", según la Asociación Nacional de Agencias de Envíos de Dinero (Anaed). Bolivia, Ecuador y Colombia eran hasta ahora los mayores beneficiaros de los envíos de dinero, pero ahora están pagando las consecuencias de la crisis.

Desde la embajada de Bolivia señalan que tiene constancia de que al menos 280 conciudadanos abandonan la península al mes azuzados por el desempleo. El importe de las remesas que envían los bolivianos representaron en 2007 1.209 millones de euros, lo que representan el 10% del PIB, según datos del Banco de Bolivia. En 2008, cayeron un 43%. El mismo patrón se repite en el caso de Ecuador: las embajadas cada vez reciben a más ciudadanos abocados a regresar al país. Las remesas descendieron un 6,7%, en 2008, hasta los 2.800 millones.

Según remesas.org, la cantidad media que envía a sus familiares un emigrante varón es de 348 euros mensuales, mientras las mujeres es de 333 euros. Los datos del estudio de esta organización son relativos a 2006, es decir, cuando la crudeza de la crisis aún no había mostrado su rostro. Por ello, los expertos piensan que la situación se agravará en los próximos meses. Con una cobertura por desempleo media de 993 euros y con fecha de caducidad es difícil que cualquier parado, al margen de su nacionalidad, pueda mantener su situación familiar.

Del salario a la "autoselección negativa"

A pesar de que los inmigrantes menos formados son los que están sintiendo más de cerca las heridas de la crisis, lo cierto es que si se observan los flujos migratorios, el perfil dominante de extranjero que abandona el país es justamente el contrario. El de un varón que roza la treintena y tiene en su haber como mínimo una licenciatura acompañada en algunos casos de un doctorado. Las grandes empresas de colocación señalan que la huida de los extranjeros con estudios superiores es aún minoritaria, pero ya hay voces que apuntan que podrían representar el 60% de las salidas. Los economistas achacan este fenómeno a la "autoselección negativa".

O dicho de forma más simple: España no es un destino atractivo para retener a los mejores cerebros, con lo que éstos se marchan a otras plazas europeas en las que les ofrecen mejores salarios y proyectos de futuro. Los más escépticos podrán sugerir que es obvio que el momento económico no acompaña para realizar grandes contratos, aunque los expertos lo tienen claro: la culpa directa no es de la recesión, sino de una serie de cánceres instalados en el modelo laboral del país.

El primero: la escasa diferencia que existe entre los sueldos de los titulados y los no titulados. Un informe de Caixa Cataluña pone cifras a esta paradoja: el diferencial de sueldo entre uno y otro se ha reducido en España en un 40% desde 1997, mientras que en EE.UU., Canadá, Holanda o Corea está sucediendo justo lo contrario. Y ahí no acaban los contrastes. El salario mensual bruto de un licenciado en Alemania es de 2.692 euros; en Noruega, de 2.475 euros; en Reino Unido, de 2.204 euros. España ocupa el penúltimo puesto en esta lista de retribuciones, con 1.414 euros mensuales, a poca distancia de los 1.351 euros que reciben los diplomados checos.

Los extranjeros, en la diana del paro

Antes de ahondar en los efectos para España sobre el éxodo de la inmigración, cabe recordar que el número de inmigrantes ocupados ha caído más que el correspondiente a los españoles. Si bien los extranjeros ocupan casi uno de cada siete puestos de trabajo, en el último año han perdido uno de cada cinco empleos, mientras que entre los nacionales la proporción es uno de cada 14.

Absolutamente todos los perfiles de trabajadores están en la diana del paro, aunque la destrucción de empleo es especialmente marcada entre los varones de Latinoamérica (que han registrado una caída anual del 15,7%) y las mujeres de la Europa no comunitaria (descenso del 28%). ¿Casualidad? Ninguna.

A medida que la cualificación del trabajador crece, sus probabilidades de acabar en el paro son menores, como demuestra el hecho de que entre los extranjeros europeos que residen en España (mayormente licenciados) el empleo ha descendido un 1,2%, mientras que entre los que proceden de países no comunitarios y Latinoamericanos (empleados fundamentalmente en la construcción y la hostelería) la ocupación ha descendido en vertical: un 22% y un 11%, respectivamente. Estos resultados demuestran que el tópico de que los inmigrantes están ‘robando’ los trabajos a los nacionales tiene poca consistencia, como demuestra el último boletín laboral de IESE-Adecco.

Y ahí va el pero: los extranjeros más golpeados por la crisis provienen de los sectores que aportan a la economía menos valor añadido y que, ahora, se han quedado sin trabajo. Como apuntan los analistas consultados, este perfil de inmigrantes con estudios primarios son los que se quedan en España; en el mejor de los casos, reciben una modesta prestación por desempleo o un subsidio y en el peor, según relata el sindicato USO, se cobijan en la economía sumergida, un balón invisible que se estima que mueve ya el 20% del PIB.

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