En los últimos años se ha prestado mucha atención al disparado endeudamiento público del Gobierno estadounidense. En efecto, la Administración Bush sacó a las cuentas públicas del superávit de Clinton, incidiendo en un importante déficit, debido especialmente a la guerra contra el terrorismo y los crecientes gastos del sistema sanitario. Si bien fue el mismo Bush quien dió comienzo a los planes de estímulo, ha sido Obama quien ha reforzado la tendencia deficitaria de las cuentas públicas norteamericanas.
Por esto, no es de extrañar que se levanten las preocupaciones acerca de la sostenibilidad de las finanzas públicas norteamericanas, y que algunos analistas consideren pertinente preguntarse si aguantará Estados Unidos.
Sin embargo, centrarnos sólo en las cuentas públicas ofrecería una imagen muy incompleta sobre la situación de la deuda agregada norteamericana y la solvencia de la nación en su conjunto, teniendo en cuenta la preponderancia del sector privado sobre el público. Así, se deben tener en cuenta a todos los sectores económicos: familias, empresas, y administraciones públicas.
Quizá para sorpresa de algunos, si tomamos en cuenta el incremento de la deuda global, éste muestra una caída en 2009. Tal y como exhibe el gráfico elaborado por The Business Insider, esta situación es inédita para los años que se dan cuenta en el gráfico.
El descenso del endeudamiento neto fue de 438.000 millones de dólares a nivel agregado, debido especialmente al desplome del ritmo de endeudamiento por parte de las compañías financieras cifrado en algo menos de 1.800 mil millones de dólares. Las familias y empresas no financieras lo redujeron en 237.000 y 200.000 millones de dólares, respectivamente, según datos de la Reserva Federal.
Asimismo, el gráfico revela el sobreendeudamiento que caracterizó a la fase expansiva del ciclo, al calor de las políticas crediticias laxas y los bajos tipos de interés. Cuando ese incremento de la deuda se hizo insostenible y los tipos de interés aumentaron, los agentes privados tuvieron que reajustar su posición financiera aumentando el ahorro y disminuyendo el endeudamiento.
Y ello, a pesar del enorme endeudamiento público. El Gobierno de EEUU, con la intención de estimular la economía y evitar los dramáticos efectos de un masivo desapalancamiento privado, ha inyectado grandes cantidades de gasto público financiados con deuda, disparando hasta tasas históricas el déficit público.
Así, si el Gobierno no hubiera aumentado su endeudamiento neto, cifrado en 1,4 billones de dólares, la barra roja del primer gráfico (la caída en el endeudamiento neto agregado en EEUU en 2009) hubiera estado cerca de los -2 billones de dólares. Sin embargo, lo que el Gobierno ha tratado y sigue tratando de hacer es solucionar una crisis de exceso de endeudamiento (especialmente privado) con más deuda pública.
No obstante, el desapalancamiento privado ha sido mayor que el incremento del endeudamiento público en 2009, lo que permite explicar en parte los brotes deflacionarios que se han producido en la economía norteamericana, muy a pesar también de Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal.
La deuda total española crece en 2009
Un proceso similar se puede observar en España, donde los agentes privados han disminuido sus gastos y su endeudamiento, mientras que el Gobierno los ha disparado. Esta tendencia la recogía en su blog Random Spaniard en un gráfico revelador: los hogares y sociedades no financieras se han apretado el cinturón mejorando su capacidad de financiación, mientras que el sector público la ha empeorado drásticamente. El resultado agregado ha sido una reducción de la necesidad de financiación de nuestra economía (déficit exterior) en la mitad, desde el 10% al 5% de nuestro PIB.
Pese a ello, en el cómputo global, la deuda total de la economía española ha seguido aumentando en 2009, ya que el endeudamiento público ha neutralizado y, de hecho, ha sido superior, el desapalancamiento que ha registrado el sector privado (familias y empresas).
Crisis de deuda
Uno de los calificativos que ha recibido la presente crisis es el de crisis de deuda, debido al espectacular crecimiento de la deuda durante la última década. Pero quizás lo más problemático no fue tanto que los niveles de deuda aumentaran en cantidad, sino que su calidad empeoró notablemente. En efecto, durante los años de boom se fue creando una montaña de deuda, buena parte de la cual era de mala calidad.
Dicho de otra manera, que la capacidad de atender el pago de la deuda global de la economía era cada vez menor, como han puesto de manifiesto los acontecimientos de los dos últimos años, con una explosión de las tasas de impagos y morosidad de los créditos.
En consecuencia, el fenómeno de la deuda ha salido muy criticado de esta crisis. Sin embargo, tampoco se debe caer en extremos de considerar a la deuda como un mal en sí mismo, como el mayor peligro para la sostenibilidad económica. De hecho, los niveles y calidad de la deuda global suelen ser función de las características de las instituciones que gobiernan la actividad económica, en particular, el tipo de sistema monetario vigente -ya sea un sistema de dinero fiduciario, uno respaldado y convertible al oro (patrón-oro), etc-.
Por ello, restringir el endeudamiento a base de regulaciones y decretos gubernamentales no atacaría la raíz de los problemas que sufre el sistema financiero internacional, y que llevan abocando a las economías avanzadas a ciclos económicos y crisis financieras periódicas.
Para expertos monetarios como el profesor Antal Fekete, la deuda es de hecho una “espada de doble filo”. Sostiene Fekete que la deuda puede ser un importante pilar del progreso capitalista, pero si se abusa de ella, puede generar su colapso. Por un lado, “el gran papel creativo de la deuda se encuentra en el hecho de que hace posible la iniciativa empresarial humana, independientemente del lugar de nacimiento accidental. En este sentido, la deuda es un agente de libertad”.
Pero, por otro lado, si se usa de manera errónea y se permite que su acumulación crezca exponencialmente, puede llegar a ser un "agente de servidumbre”, generando más efectos dañinos que positivos. Por esta razón, apunta este profesor, la deuda debería ser tratada con suma cautela, y su “retirada ordenada ser promovida por todos los medios posibles”.
Desgraciadamente, en la situación actual Fekete piensa que estamos más en el segundo escenario, es decir, la deuda como una “gran maldición para la sociedad”. Y no es descabellado, dado los quebraderos de cabeza que ha causado recientemente y los que, muy probablemente, causará en el futuro. Según este analista, los problemas de fondo yacen en la misma naturaleza del sistema monetario internacional, y el carácter fiduciario y no convertible del dinero que predomina en todo el mundo.
Así, “el dinero inconvertible hace que la reducción de la deuda total sea imposible”, conduciendo a un proceso de crecimiento acumulativo de la deuda que “está condenado a acabar en desastre”. Por el contrario, argumenta Fekete, estos problemas no existen en un sistema monetario basaso en el patrón-oro.