En los últimos días, dos informes internacionales han destapado la difícil situación de las cuentas públicas españolas. El problema es que no son estudios similares a los aparecidos anteriormente, que situaban el horizonte de la crisis en cuatro o cinco años.
Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco de Pagos Internacional (BPI, ver capítulo VI) han sacado a la luz sendos análisis acerca de la sostenibilidad de las cuentas públicas de los países industrializados -agrupados en la OCDE- en las próximas dos décadas. Y la conclusión no puede ser más desalentadora para España: será uno de los países que tendrá que realizar un mayor ajuste, durante más tiempo y soportando un riesgo mayor.
En ambos documentos, la situación de las finanzas públicas españolas es más que preocupante. Por un lado, se muestra cómo ha se ha disparado la deuda pública en los últimos tres años, lo que deja al Tesoro Público en una posición de partida preocupante. Por otro, se deja constancia de la debilidad de la economía nacional, en la que escasea el ahorro y abundan las inversiones en sectores poco productivos.
Y para terminar, se hace hincapié en las malas perspectivas para las próximas dos o tres décadas asociadas al envejecimiento de la población. España será uno de los países en los que más van a crecer las clases pasivas (jubilados y otros pensionistas) y en el que menos van a aumentar los cotizantes (en parte por una cuestión demográfica y en parte por la rigidez del mercado laboral).
En el informe del FMI, tal y como explica Vicente Esteve en su blog, se muestra un gráfico en forma de eje de ordenadas en la que se distribuyen los países en base a dos parámetros: el ajuste fiscal necesario en términos de reducción del saldo primario (necesidad de reducción del gasto público o incremento de los ingresos respecto de la situación actual) y el aumento previsto relacionado con el envejecimiento de la población.
Pues bien, sólo hay que mirar el cuadro para darse cuenta de que España está en una de las peores situaciones posibles: un nivel de déficit que hace necesario un fuerte ajuste fiscal (el FMI lo cuantifica en un 9,2% del PIB), unido a unas perspectivas de envejecimiento poblacional (4,3% de incremento de aquí a 2030) que harán mucho más difícil este ajuste. Sólo EEUU está en una situación claramente más desventajosa, y tan sólo Irlanda y el Reino Unido, entre los países de la UE, se acercan a la posición española.
EL BPI: "Una senda insostenible"
Aquellos que piensen que el FMI es alarmista deberían leer el informe publicado este lunes por el Banco de Pagos Internacionales. Porque las conclusiones de uno y otro, a pesar de que enfocan el asunto desde perspectivas diferentes, no pueden ser más parecidas. Y de nuevo, en mitad de un análisis general sobre las economías occidentales, destaca la situación española por su particular dificultad.
Los autores del estudio del BPI destacan que en el conjunto de las economías avanzadas la deuda pública ha pasado del 76% al 100% en menos de cuatro años, lo que plantea “riesgos sustanciales para la economía mundial”. Este incremento sólo es comparable “al observado durante las dos guerras mundiales”.
En este sentido, destacan que el nivel de deuda estatal “continuará por una senda insostenible” a menos que “se reduzcan los elevados déficits” y se contenga el gasto relacionado “con la edad de la población”.
El problema es que dentro de este preocupante panorama para las economías más avanzadas, España posee todos los elementos que el estudio señala como más peligrosos para asegurar la viabilidad de las cuentas públicas. En primer lugar, la deuda del Tesoro Público ha sido la que más ha crecido porcentualmente desde 2007 con la excepción de Irlanda. La deuda pública nacional pasará del 42% al 78% del PIB (una subida del 85%) en cuatro años.
En segundo lugar, el BPI destaca el riesgo asociado al desconocimiento del coste de “poner orden en el sistema financiero”, puesto que en algunos países “los bancos todavía son frágiles”; algo que en las últimas semanas se está poniendo de manifiesto en España, uno de los últimos países en afrontar una reorganización bancaria.
Y por último, el informe alerta sobre los riesgos potenciales asociados a una proporción creciente de población anciana que provocarán que el gasto de las políticas públicas asociadas a este grupo aumente en “varios puntos porcentuales” de aquí a 2050. De nuevo, España aparece en los primeros lugares de la preocupante clasificación.
Con este panorama, no es de extrañar que los autores alerten al final sobre el riesgo asociado a España y Portugal, dos países que, aunque están “mejor que Grecia”, se enfrentan a perspectivas de crecimiento muy débiles y a abultados déficits comerciales, y no tienen la posibilidad de reaccionar devaluando su moneda”. Una dinámica adversa que es “mayor en países con una baja tasa de ahorro que les obliga a depender de las entradas de capital extranjero”. Y, otra vez, aparece España en los primeros lugares de la lista.
Algo de optimismo
Al menos, el informe del BPI deja un margen para el optimismo al final del texto cuando expone las posibles soluciones para los países en dificultades y recuerda otros ejemplos que la historia ha ofrecido de fuertes reducciones del déficit público. En el capítulo de las medidas, se ofrecen dos alternativas: “un aumento de la productividad general” que lleve aparejado un incremento del PIB potencial y una “ampliación de la población activa”.
Para el primero de los objetivos son necesarias reformas estructurales, en los “mercados laborales, de bienes y de servicios” que ayuden a las empresas españolas a reforzar la confianza de los inversores y, así, mantener también bajas las tasas de interés. Respecto a la segunda cuestión, los autores piden una “mayor incorporación de la mujer”, favorecer al inmigración hacia los países con un rápido incremento de la población anciana y el alargamiento de la vida laboral.
Pero quizás el aspecto en el que los españoles más pueden confiar está en su propio pasado. El BPI incluye una tabla con algunos “ejemplos de éxito en grandes ajustes fiscales”. Y el conseguido por España entre 1995 y 2006 está en los primeros lugares de la lista. Ya se sabe dónde está el camino, sólo hay que recorrerlo de nuevo.