Lo ocurrido en Harardhere, un pequeño pueblo somalí a 40 kilómetros de la costa, merecería pasar a los manuales de economía como caso modelo para estudiar la inflación. Con sólo 6.000 habitantes, que viven en la más absoluta pobreza, esta minúscula población cuyas calles están sin asfaltar, es hoy la más rica de Somalia, al menos en términos de dinero circulante.
Si los piratas repartiesen equitativamente el dinero del rescate entre todos los habitantes de Harardhere tocarían a más de 600 dólares por cabeza, es decir, la misma cantidad de la que, estadísticamente, disponen cada año. Trasladado a España, es como si, de una tacada, cada uno de los habitantes de la Comunidad de Madrid recibiesen 48.000 dólares.
Si esto sucediese en Madrid lo precios se dispararían en solo unas horas. Los concesionarios de automóviles acabarían con sus existencias en un par de días, los restaurantes decuplicarían sus precios y las tiendas tendrían que colgar el a media tarde por falta de género. Pues eso mismo, salvando las naturales distancias que hay entre una economía plenamente desarrollada como la madrileña y otra subdesarrollada como la somalí, ha pasado en Harardhere.
Las prostitutas más caras que en Madrid
Según informa sobre el terreno Aideed Abdirahman, enviado especial del diario El Mundo en Harardhere lo que antes costaba “10 dólares, hoy cuesta 100”. Y probablemente la escalada de precios continúe en los próximos días conforme los dólares españoles vayan entrando en circulación. Las prostitutas, por ejemplo, han subido sus tarifas entre un 1.000% y un 2.000%. Abdirahman cuenta que “las mujeres que antes cobraban 100 dólares pueden ya cobrar 2.000 o más”.
De ser esto cierto implicaría que los servicios de una prostituta callejera en uno de los lugares más miserables del planeta son más caros que los de las señoritas de compañía en una capital europea. Las prostitutas de Harardhere nos son las únicas que están haciendo su agosto con el dinero del sufrido contribuyente español. Los prestamistas del pueblo están de enhorabuena. Un comerciante local prestó antes del secuestro 1.700 dólares a los piratas, este fin de semana espera un retorno del crédito a un tipo de interés del 140%, esto es, 4.000 dólares sobre un préstamo de 1.700.
Un negocio boyante
Los dineros, fáciles pero arriesgados, obtenidos mediante la extorsión a los gobiernos y las navieras extranjeras se han convertido en un gran negocio y en el trabajo más rentable del país. Según el ministro de Exteriores keniata, Moses Wetangula, sólo en 2008 la piratería somalí obtuvo unos 150 millones de dólares en rescates.
El dinero que los piratas piden por liberar a las naves y a sus tripulaciones también está sometido a una inflación galopante. En abril de 2005 el Feisty Gas, un buque gasero abanderado en Hong Kong, fue secuestrado frente a las costas de Somalia, el armador pagó 315.000 dólares por el rescate. Dos años después, por el Danica White, un carguero con pabellón danés se pagó 1.500.000 dólares que salieron íntegros del bolsillo del armador, la naviera Folmer & Co de Copenhague.
Por el Playa de Bakio dicen que se pagó algo más de un millón de dólares, casi cuatro veces menos que por el Alakrana, que ha batido todos los récords y, de paso, ha roto el mercado de los rescates. De aquel gasero hongkonés a atunero de Bermeo los rescates se han disparado casi en la misma medida que los servicios de relax en Harardhere.
Los profesores de economía deberían prestar más atención a toda esta historia de piratas, armadores extorsionados, Gobiernos cobardes y fiestas en el desierto porque esconden una valiosísima lección de economía práctica que no se presenta muy a menudo.