(Libertad Digital) Las quiebras bancarias que se han producido a lo largo de los últimos meses se han ido solventando, por el momento, mediante la aprobación estatal de amplios rescates financieros, basados en la emisión de deuda pública, así como la concesión ilimitada de créditos extraordinarios por parte de los distintos bancos centrales.
Sin embargo, las turbulencias siguen su curso, y el riesgo se cierne ahora sobre la solvencia misma de los Estados debido al elevado coste de los rescates financieros. El primer país en caer fue Islandia. Sin embargo, no ha sido el único. Países del entorno europeo como Hungría o Ucrania ya han solicitado al Fondo Monetario Internacional (FMI) la concesión de créditos extraordinarios para hacer frente a sus compromisos financieros.
De hecho, una potencia económica de primer nivel como Rusia se está encontrando con serios aprietos para acudir al rescate de sus sistema bancario ya que, en tal caso, la calidad de su deuda pública corre el riesgo de ser degradada, disparando con ello el coste de financiación del país.
La creciente desconfianza de los inversores sobre la solvencia de los países emergentes se está traduciendo en una huída masiva de capital foráneo, con los efectos colaterales que ello está causando en sus respectivas divisas.
De hecho, la deuda pública estadounidense parece ser la única que, de momento, se mantiene como valor refugio ante los desplomes bursátiles. Sin embargo, más allá de los países del Este de Europa, Rusia, países asiáticos, o estados latinoamericanos como Argentina, la incertidumbre se está trasladando igualmente hacia países miembros de la UE, y más concretamente, de la zona euro.
Así, según el diario conservador alemán Die Welt, la elite comunitaria baraja un posible Plan C ante el riesgo de que quiebren algunos países pertenecientes a la Unión. Y es que, el pánico a nuevas quiebras bancarias se está traduciendo en las últimas semanas en un miedo real a nuevas bancarrotas estatales. Tras Islandia, Hungría, Ucrania, Pakistán o la mismísima Rusia, Rumanía podría ser el próximo país en caer.
Rumanía, la siguiente en caer
De hecho, no se descarta que las cuentas públicas de países de la zona euro como Grecia o España puedan resultar afectados igualmente por las turbulencias financieras. Y ello, debido a que presentan un abultado déficit exterior (del 14% y 11% del PIB, respectivamente). Es decir, son las economías europeas más expuestas a la necesidad de financiación exterior, en un contexto caracterizado, precisamente, por una intensa restricción del crédito y la desaparición de facto del mercado interbancario.
En este sentido, la abultada emisión de bonos públicos que han programado las principales economías mundiales incrementa la presión sobre la deuda pública española, ya que no contaría con el suficiente atractivo para los inversores. Es decir, España deberá ofrecer una mayor rentabilidad que los bonos de otros países y, por lo tanto, el coste de tales emisiones será mayor, tal y como avanzó LD. Y ello, por el mal estado de sus cuentas públicas.
Los inversores esperan nuevas bancarrotas estatales
Ha llegado la hora de los Estados soberanos. "Los actores en los mercados financieros empiezan ahora un nuevo juego", afirma Thomas Straubhaar, del Instituto de Economía Mundial de Hamburgo (HWWI). Tras los bancos, "los inversores empiezan a colocar en su punto de mira a algunos países" y comienzan a especular sobre la solvencia de sus cuentas públicas.
Si hasta ahora Islandia pasaba por ser un caso excepcional tras declararse hace un mes en bancarrota, el riesgo afecta ya a una economía perteneciente a la Unión Europea, como es el caso de Hungría. Los Estados bálticos son extremadamente dependientes de los préstamos extranjeros, con lo que son más vulnerables a la crisis financiera. Además, el Banco Central Europeo (BCE) abrió este lunes una línea de financiación extra para el Banco Nacional de Dinamarca de 12.000 millones de euros.
Para apoyar estas medidas, el BCE y el Banco Nacional de Dinamarca establecieron el martes un acuerdo de divisas recíproco por 12.000 millones de euros, que se "mantendrá todo el tiempo que sea necesario", añadió el BCE en un comunicado.
El BCE ha prestado también al Banco Central de Hungría hasta 5.000 millones de euros y lleva a cabo con el Banco Nacional suizo inyecciones de liquidez a corto plazo en francos suizos.
El BCE ha prestado también al Banco Central de Hungría hasta 5.000 millones de euros y lleva a cabo con el Banco Nacional suizo inyecciones de liquidez a corto plazo en francos suizos.
El riesgo de España y Grecia
Los analistas coinciden en que la inexistencia de la Unión Monetaria habría puesto en su sitio a cada moneda nacional de tal forma que, ante la actual situación, el marco alemán se habría revalorizado mientras que las divisas de los países mediterráneos (los denominados PIGS: Portugal, Italia, Grecia y España) estarían en estos momentos sometidas a grandes presiones, tal y como está sucediendo con las monedas de los países emergentes.
Sin embargo, bajo el régimen de la moneda única esta situación no es posible. "El Euro actúa como un pegamento que hace inverosímil el colapso de uno de sus miembros", según indica Klaus Abberger del Instituto de Hamburgo. Según el rotativo, la preocupación de los bancos centrales y algunas autoridades políticas radica en el elevado déficit exterior de algunas economías, en referencia a Bélgica, Grecia y España.
No obstante, España necesitaría devaluar su moneda casi un 30% para reajustar su abultado déficit exterior. Además, durante este verano saltaron las alarmas cuando los bancos alemanes comenzaron a detectar que sus clientes rechazaban los euros procedentes de España, Italia, Grecia y Portugal.
¿Qué pasaría si la economía griega se va abocada a una situación como la de Islandia? Nadie quiere hablar de ello abiertamente, pero tanto ministros como bancos centrales de la Eurozona están profundamente preocupados ante semejante escenario.
El BCE carece de autorización para rescatar a un país miembro, por lo que la alternativa consistiría en solicitar un crédito al FMI o que otros Estados comunitarios acudan al rescate. Y es que, resulta difícil creer que se deje caer a un Estado cuando se ha acudido al rescate de los bancos de inversión en EEUU o al auxilio de la banca regional alemana.
¿Un Plan C?
Pese a ello, en los círculos financieros y políticos germanos se comienza a barajar un Plan C. En caso de que se produzca este caso extremo, resultaría muy difícil hacer entender a los contribuyentes alemanes que, además de tener que sufragar el rescate de su banca, tengan que asumir también el elevado coste de auxiliar las finanzas de otro país.
Por ello, la última opción consistiría en reducir la zona euro a las potencias clave como Alemania o Francia, así como extender el ámbito de la moneda común a los Estados que cumplan estrictamente con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (un déficit público máximo del 3% del PIB y una deuda pública del 60% del PIB).
Y es que, tan sólo los Estados que cuenten con una sólida política económica y financiera estarían en condiciones de encarar el actual huracán de los mercados financieros internacionales, según los analistas. En este sentido, España corre el riesgo de disparar su desequilibrio presupuestario a corto y medio plazo.
El Pacto de Estabilidad nació con el objetivo de controlar el déficit público de los países miembros, sobre todo, los del Sur de Europa. La clave del problema radica en que si el tipo de interés de la deuda pública supera el crecimiento económico del país en cuestión, el volumen de la deuda seguirá in crescendo respecto al PIB, y llegará un punto en el que se hará insostenible. Y ello, provocaría efectos externos negativos sobre el resto de la Unión Monetaria e, incluso, la estabilidad de la propia divisa.