LD (M .Llamas) Ya es oficial. La intensa caída que experimenta el sector de la construcción nacional ya toca fondo. Al menos, en lo que se refiere a las estadísticas oficiales elaboradas por el Banco de España. Y es que, el derrumbe que, desde hace meses, registra algunos de los principales indicadores del mercado inmobiliario nacional traspasa, literalmente, los gráficos diseñados al uso.
El número de visados para el inicio de obra nueva residencial se derrumbó un 70,5 por ciento interanual el pasado mes de marzo, al tiempo que las licencias de superficie para vivienda caían a un ritmo próximo al 50 por ciento el pasado diciembre. Ambos indicadores están muy relacionados, por lo que resulta previsible que tales permisos hayan sufrido descensos mayores a lo largo de los últimos meses.
España volvió a ser el pasado mes de abril el país de la UE donde la producción del sector de la construcción registró una caída más acusada, con un desplome del 21,8 por ciento con respecto a igual mes de 2007, según Eurostat. Sin embargo, más allá del ámbito comunitario, el actual pinchazo de la vivienda aún resulta mucho más preocupante a nivel nacional.
La caída de los principales indicadores del sector carece de precedentes históricos, al menos desde que existen registros oficiales, según recoge el Banco de España (ver documento adjunto) Así, por ejemplo, el pasado diciembre el conjunto de licencias de superficie para construir (tanto residencial como no residencial) bajó un 38,2 por ciento respecto al mismo mes de 2006. Se trata del peor dato de la serie, seguido de mayo de 1996 (caída del 29,7 por ciento), coincidiendo con la última crisis económica.
Dentro de este mismo campo, las licencias para el sector residencial descendieron un 48,9 por ciento en diciembre (nuevamente el peor dato histórico desde mayo de 1996), al igual que sucede con los permisos destinados exclusivamente a vivienda (una caída del 48,8 por ciento frente al 35,14 por ciento, respectivamente).
En el caso de los visados, la caída es, incluso, más intensa. Los visados de obra nueva destinados a vivienda cayeron un 70,5 por ciento interanual. Un derrumbe que triplica los registros de 1996, cuando estos permisos descendieron un 26,7 por ciento.
Mientras, la caída de la licitación (presupuestos) de vivienda el pasado marzo fue del 66,3 por ciento, situándose a niveles de 1998, pese a que los peores registros en este caso acontecieron durante abril de 1992 (reducción del 90 por ciento) y 1995.
Otro de los indicadores clave para medir la actividad de la construcción es el consumo de cemento. El pasado mes de febrero descendió un 27,2 por ciento interanual. El peor registro de toda la serie histórica que recoge el Banco de España (desde 1972). Y es que, para encontrar un derrumbe similar hay que retroceder hasta marzo de 1991 (-23 por ciento).
Ante tales datos, ¿dónde queda ahora la “desaceleración suave” que experimentaría el mercado de la vivienda, tal y como afirmaba el Gobierno hace escasos meses? Muy lejos, a la vista de las estadísticas oficiales.
A este respecto, el Banco de España afirma en su último Informe Anual, presentado este martes, que “los efectos de la reducción de la actividad inmobiliaria sobre el PIB dependen de su extensión e intensidad y del alcance de la transmisión de dicha reducción al resto de la demanda interna”.
Dicha transmisión, según el organismo regulador, discurre “a través de diversos canales”. Sobre todo, la “evolución del empleo”, ya que es “un determinante crucial de la renta bruta disponible de los hogares y, por tanto, de su gasto en consumo”. Es decir, es un factor clave para la demanda interna, que casi equivale al 60 por ciento del PIB español. Tras el pasado mayo negro en materia de desempleo, la construcción sigue batiendo récords en aumento de paro (una subida del 63 por ciento interanual).
“La magnitud de las pérdidas de empleo generadas por la menor actividad en el sector inmobiliario y por los posibles efectos agregados de la desaceleración sobre el resto de los sectores dependerá fundamentalmente de la movilidad sectorial y ocupacional del factor trabajo y del grado de flexibilidad de los salarios”, añade el informe. En este sentido, la evolución reciente de las colocaciones de desempleados tampoco arroja demasiado optimismo (en mayo descendieron un 14 por ciento interanual). Es decir, España está destruyendo empleo neto, tal y como avanzó LD.
El organismo también advierte de que “el valor de la riqueza inmobiliaria afecta al consumo principalmente, porque las familias la consideran como una potencial fuente de recursos con los que hacer frente a contingencias futuras en caso de necesidad”. Según el informe, “dado el elevado peso de la vivienda en la cartera de activos de las familias españolas y la estimación del efecto riqueza comentada anteriormente, cada punto porcentual de caída en el valor real de la riqueza inmobiliaria podría traducirse en una disminución del consumo próximo al 0,15 por ciento”.
“Con todo, el efecto riqueza solo provocaría un impacto considerable sobre el gasto en consumo del conjunto de las familias y, por tanto, sobre el nivel de actividad económica en el resto de los sectores, en el caso de que se produjese un ajuste muy abrupto de los precios”, alerta el Banco de España. Mala suerte, ya que los expertos coinciden en caída de precios, incluso, superiores al 30 por ciento en el futuro próximo.
Por último, “entre 1998 y 2007 el parque de viviendas aumentó en alrededor de 5,7 millones de unidades (un 29,6 por ciento)”. Ante el actual “ajuste” que sufre el mercado residencial español, el Banco de España estima que"las proyecciones demográficas para 2010 implicarían la necesidad de incrementar el parque de viviendas, como consecuencia exclusivamente de los cambios poblacionales, en unas 315.000 unidades por año, frente a un registro equivalente de unas 380.000 por año durante el período 2002-2005”.