Uno de los lugares comunes más habituales del discurso políticamente correcto en España es el de que los jóvenes conforman "la generación mejor preparada de nuestra historia". Son millones de veinteañeros sobre los que, además, se está cebando la crisis con especial dureza. Analizando los datos, parecería que hay poco que añadir a esta afirmación: en estos momentos hay más licenciados y estudiantes en las universidades españolas que nunca.
Muchos menores de treinta años no sólo tienen un buen nivel de estudios. Además, saben inglés, han viajado, dominan las nuevas herramientas informáticas y tienen una preparación similar a la de sus coetáneos europeos. Sin embargo, el paro juvenil en España sigue liderando las estadísticas en la eurozona y triplica o cuadriplica el nivel de sus vecinos más ricos. ¿Qué está ocurriendo? Hay numerosas explicaciones, como la regulación, que consagra un mercado laboral dual, de trabajadores fijos junto a otros que son eternamente temporales.
Sin embargo, puede que una de las claves haya que buscarla precisamente en la educación. Es posible que ésta sea la generación mejor preparada de la historia, pero seguro que no es la que ha recibido los mejores incentivos desde un punto de vista económico.
Los españoles y sus vecinos, según sus estudios
Una de las características que más llama la atención cuando se analiza la situación de los jóvenes españoles es que están situados en los dos extremos de los rankings educativos.
En el último informe de la OCDE Panorama de la Educación 2010 se distribuye a los habitantes de los países miembros de la organización según su nivel de estudios. España tiene, para todos sus habitantes de entre 25 y 64 años, un 30% de universitarios (por encima de la media), pero también un 44% de personas que se han quedado en primaria o secundaria inferior y sólo un 22% que alcanzó el título de secundaria superior (bachiller o su equivalente en FP).
Es decir, España tiene muchos licenciados, muy pocos técnicos y cuadros medios y muchísimas personas con una titulación muy baja o, directamente, sin ninguna clase de titulación (ver gráfico).
Algunos países de la OCDE según el nivel educativo de sus habitantes (en negro, los licenciados y equivalentes; en rojo, los titulados con educación secundaria superior; en azul, los que no alcanzan ese nivel). (Fuente: OCDE)
Los que no tienen nada
Evidentemente, el principal problema para la sociedad española, su economía y su mercado laboral es la gran cantidad de jóvenes que no logran alcanzar una titulación que les permita desarrollarse con garantías. El propio informe de la OCDE destaca en su página 42 que "la educación secundaria superior es el requisito mínimo para acceder con éxito al mercado laboral". El 48% de los españoles está en esa posición: como mucho tienen el título de graduado escolar y, a veces, ni eso.
Podría argumentarse que esto se produce porque se coge a la población en su conjunto y España venía de una situación más retrasada que otros países ricos. Hace cuarenta años era relativamente habitual dejar los estudios muy joven y esas personas tienen ahora 50 ó 60 años y pueden desvirtuar la estadística. Esto es cierto, pero mirar sólo la fotografía de los veinteañeros tampoco invita demasiado al optimismo.
Sólo el 65% de los españoles entre 25 y 34 años ha alcanzado al menos la educación secundaria superior. Esto quiere decir que un 35% no tiene ese mínimo requerido para acceder con éxito al mercado laboral. De los 30 países que forman la OCDE (los más ricos del mundo), sólo México, Portugal y Turquía (los más pobres del grupo) están peor que España en este campo. Mientras, prácticamente todos los grandes países europeos superan el 85% (ver gráfico de la derecha)
Los que tienen demasiado
Ahora que Angela Merkel anda buscando por España jóvenes licenciados e ingenieros que ayuden a las empresas alemanas en su sólida recuperación, muchos se lamentan de que sean precisamente los mejores de entre los jóvenes los que tengan que salir a buscarse las habichuelas fuera de su país.
Pero quizás el problema de la economía española es que ha sobre-formado a demasiados de sus trabajadores. En el total de personas de entre 25 y 64 años ya vimos como España tenía un 30% de licenciados frente al 27% de media de la OCDE.
Estos porcentajes se repiten para los jóvenes. Entre 25 y 34 años, la media es de un 35% con estudios superiores y España tiene un 39% (y subiendo). En países como Alemania o Austria, los treinteañeros con título universitario están por debajo del 25%. Para encontrar un nivel superior al 40% hay que buscar en economías como las nórdicas o las asiáticas, con un alto nivel de inversión en sectores de alto valor añadido (y con mucha inversión en I+D+i).
Los que no están en la foto
Quizás el dato más sorprendente de los tres sea ese 22% de lo que podría denominarse como profesionales de nivel medio. Es un porcentaje bajísimo comparado con casi cualquier otro país rico. Hay economías con más licenciados y otras con más fracaso escolar, pero en prácticamente todas existe al menos un 40-45% de personas con una titulación secundaria superior y que decidieron no acudir a la universidad: lo que se conoce como técnicos.
Las causas son muchas y muy variadas: sociales (los padres quieren que sus hijos vayan a la universidad como una manera de ascenso), educativas (la FP ha sido siempre el hermano pobre de la educación española) o económicas (para algunos jóvenes puede que no haya mucha diferencia entre los primeros sueldos de un graduado escolar y de un licenciado en FP). Pero el resultado es una economía a la que le falta uno de sus componentes básicos, quizás el menos visible, pero muchas veces el más valioso.
Las consecuencias
Esta peculiar situación de los jóvenes españoles puede ser la fuente de numerosos problemas que, normalmente, se achacan a otras causas. El alto porcentaje de fracaso escolar (chicos que no llegan a obtener ningún título) es un factor que dinamita la movilidad social y limita las posibilidades de crecimiento de las clases bajas. Los hijos de los menos adinerados están marcados desde una escuela que no consigue darles una salida válida.
En el otro extremo, la sobrecualificación está consiguiendo que generaciones de licenciados vivan en la apatía, en un trabajo que sienten que no es el que merecen. La consecuencia es que algunos de los mejores jóvenes españoles emigran. Además, muchos otros empujan hacia abajo el mercado laboral: el licenciado ocupa el puesto que debería ocupar un diplomado; el diplomado ocupa un trabajo previsto para un bachiller; etc...
Y mientras, las empresas españolas no encuentran profesionales de perfil medio. Estos son los más demandados en las industrias y los que ofrecen una salida más habitual en otros países a las clases bajas. Además, aportan muchísima flexibilidad al mercado laboral. Los licenciados y los que se quedaron en la educación primaria tienen bastante acotados los sectores en los que buscar trabajo, aunque por causas diferentes. Mientras, los titulados de nivel medio suelen ser los que tienen más capacidad de crecer profesionalmente, cambiar de sector o empresa y recibir nueva formación. Es justo lo que cualquier economía dinámica necesita; justo lo que España no tiene.