Antal E. Fekete, profesor universitario de Dinero y Banca en San Francisco School of Economics, es uno de los teóricos monetarios más importantes del mundo. Este economista, de origen húngaro, anticipó, con varios año de diferencia, la actual crisis financiera internacional. A mediados de junio, visitó Madrid para asistir al Gold&Silver Meeting como ponente, y participó en diversos actos organizados por el Instituto juan de Mariana.
En una entrevista concedida en exclusiva a Libertad Digital, el profesor Fekete analiza algunos puntos clave de la actual crisis económica y financiera.
Pregunta: En las últimas semanas se están oyendo muchas voces que insistentemente pronostican el final de la crisis. ¿Cree que hay buenas razones para hacerles caso y ser optimista?
Respuesta: No, mi opinión es que Estados Unidos se encuentra en su Segunda Gran Depresión y está muy lejos de tocar fondo: todavía le queda mucho recorrido a la baja. Incluso quienes están realizando esos comentarios optimistas admiten que todo lo que pueden decir es que el ritmo de caída se ha ralentizado, pero no que se ha revertido.
No deberíamos fijarnos en el mercado bursátil, ya que no es un buen indicador; todos los restantes (construcción, banca, comercio internacional…) están apuntando a la baja.
De hecho, personalmente espero una fuerte retroceso, ya que la buena iniciativa inicial de obligar a los bancos a que contabilizaran sus activos por su valor razonable (mark-to-market) se ha abandonado y, por lo tanto, sus balances no reflejan su auténtica situación financiera.
P: Por consiguiente, en su opinión van a producirse en el futuro más quiebras bancarias…
R: Sin duda alguna. Pero sólo tenemos que fijarnos en Japón, país que en mi opinión es un buen ejemplo de lo que le sucederá a Estados Unidos. En Japón los bancos quebraron y el gobierno no permitió que se liquidaran y ahora se han convertido en bancos zombies.
Desde entonces, la economía japonesa no se ha recuperado, a pesar de lo cual los estadounidenses están siguiendo estas fracasadas recetas. Los seguidores de Milton Friedman creen que lo que falló en el país del sol naciente fue que el Banco de Japón no expandió el crédito lo suficientemente rápido para contrarrestar la crisis. Ahora, en Estados Unidos los friedmanitas están muy felices con Bernanke porque expandió muchísimo el crédito desde un principio.
Personalmente estoy en total desacuerdo con Friedman y los monetaristas. Sus modelos surgen de desarrollar teorías completamente erróneas como la teoría cuantitativa del dinero; pero no creo que la teoría cuantitativa pueda refinarse y desarrollarse, ya que es un modelo lineal que pretende describir un mundo no lineal. En todo caso, tendrá una cierta aplicabilidad para períodos muy cortos de tiempo, pero tan pronto como incrementas el horizonte temporal, deja de funcionar.
Y no tengo mucho más que añadir; cuando una teoría se equivoca, no se puede construir demasiado sobre ella.
P: Y aún cuando la expansión monetaria de Bernanke no sirva para nada bueno, ¿cuál cree que es el mayor riesgo al que se enfrenta Estados Unidos? ¿La inflación o la deflación?
R: Ahora mismo, el mayor riesgo es la deflación, pero no me gustaría que se me malinterpretara. En última instancia podríamos tener hiperinflación, pero no creo que suceda en los próximos dos o tres años.
Sé que la gran mayoría de los economistas que defienden un dinero sólido están prediciendo una hiperinflación inminente, pero prefiero cubrirme contra estas predicciones. Primero, porque Bernanke todavía dispone de ciertos ases bajo la manga. Y segundo porque los ciudadanos todavía mantienen una fe irracional en el dólar y otros dineros fiduciarios; no piensan en el oro como dinero, sino como una inversión sujeta a las mismas fuerzas que otros activos.
Debido a este fuerte inercia de la población, en mi opinión el dólar puede que se deprecie, pero luego resurgirá. A largo plazo el poder adquisitivo del dólar seguirá deteriorándose pero con altibajos. Me imagino que Bernanke será consciente de todo esto, y por eso no tiene ningún miedo en incrementar de manera exponencial la oferta monetaria. Cree que será capaz de sobrevivir a su política monetaria y yo también pienso que a medio plazo lo conseguirá.
P: En alguna ocasión, usted ha hablado de padecer inflación y deflación al mismo tiempo: inflación en los dólares electrónicos y deflación en los dólares de papel.
R: Sí, es un tema muy interesante. He dedicado bastante tiempo a estudiar esta cuestión, pese a que no he visto demasiado interés en este tema por parte del resto de economistas.
Todas las grandes hiperinflaciones en la historia han acontecido durante una guerra o en el período posterior a una guerra. Por consiguiente, el incremento del dinero se ha producido al mismo tiempo que la destrucción masiva de bienes y riqueza. La hiperinflación no se debió sólo a la expansión monetaria sino también a la carestía de bienes.
Ahora mismo podemos tener una de las dos condiciones, pero no veo una contracción fuerte de bienes y servicios. ¿Qué le sucederá, por tanto, a la explosión de la oferta monetaria? Yo no veo la hiperinflación cerca, pero desde luego algo pasará y probablemente sea algo novedoso. La humanidad nunca ha estado en su historia en un sistema de dinero fiduciario toda al mismo tiempo y las nuevas circunstancias requieren respuestas nuevas.
Mi predicción es que la oferta monetaria se dividirá por parte de las personas más avispadas de la sociedad. Así, discriminarán entre el dinero electrónico y el papel moneda, y dentro del papel moneda entre los billetes de alta y baja denominación, los billetes antiguos y los más recientes y los billetes más o menos fiables, según el banco central que los haya emitido (por ejemplo, se preferirán los euros del Bundesbank a los de España o Italia).
En otras palabras, la gente se preguntará que bienes son los mejores para atesorar y actuarán en consecuencia: gastarán los peores y se quedarán con los mejores, tal y como predice la ley de Gresham.
P: Otra de las consecuencias de la política monetaria expansiva, primero de Greenspan y luego de Bernanke, ha sido la persistente reducción de los tipos de interés. Generalmente, la gente tiende a considerar estas reducciones como buenas noticias para la economía. ¿Qué opina de ello?
R: La gente confunde tipos de interés bajos, que son buenos para la economía, con tipos de interés que caen, algo letal para la economía. Unos tipos de interés en reducción esconden una enorme destrucción de capital de la que nadie se da cuenta y, por ese motivo, no dotan las suficientes provisiones.
En cambio, comienzan a repartir dividendos o bonus a los directivos que están basados en beneficios ficticios. Por ejemplo, la banca durante los últimos años ha consumido todo su capital y sólo se ha dado cuenta de ello en 2008. No creo que todo el capital de la economía real haya desaparecido, aunque en algunos casos flagrantes como General Motors así ha sido.
P: ¿Sólo han sido responsables de la crisis las reducciones de tipos de interés? ¿Qué papel atribuye a los derivados, especialmente a los Credit Default Swaps (CDS)?
R: Los derivados pueden cumplir una función beneficiosa para la sociedad, ya que pueden servir para protegernos de los riesgos naturales (por ejemplo, las malas cosechas). Pero no pueden servir para protegernos de los riesgos que generan los seres humanos.
El abandono del patrón oro supuso el origen de numerosos riesgos creados por el hombre (riesgo de cambio y riesgo de interés) que quisieron ser combatidos mediante los derivados; no en vano, el auge de estos instrumentos coincide con el fin de Bretton Woods.
A partir de entonces se construye una torre de derivados que tiene a expandirse hasta el infinito (en la actualidad, ya se cuentan por trillones de dólares) y que se realimenta con las políticas de bajos tipos de interés: el consumo de capital que esta política ocasiona necesita asegurarse mediante derivados como los CDS que necesariamente tendrán que impagarse en el futuro. Y ese colapso sí puede ser muy peligroso.
P: Según reitera, tanto las reducciones de tipos de interés como la explosión de los derivados tienen una causa común: el abandono del patrón oro. ¿Cree entonces que la crisis actual muestra la necesidad ineludible de volver a implantarlo?
R: En última instancia deberemos regresar al patrón oro. Sin patrón oro, todas las medidas que puedan adoptar los gobiernos sólo tendrán un alcance temporal que no impedirá la recurrencia de las crisis.
Pero para que funcione no puede ser un patrón oro cualquiera, sino que ha de cumplir ciertos requisitos:
No puede ser un patrón oro con un coeficiente de caja del 100%, sino un patrón oro donde también circulen las letras de cambio para acomodar las necesidades del comercio
Hay que prohibir el arbitraje ilícito de tipos de interés. Todos los anteriores sistemas monetarios basados en el oro han fracasado porque los agentes económicos seguían endeudándose a corto plazo e invirtiendo a largo.
Hay que reabrir la Casa de Acuñación del oro para que los ciudadanos puedan obtener sus monedas de oro de manera gratuita.
Los trabajadores han de cobrar en oro, para así poder votar diariamente en el mercado qué productos quieren y cuáles no, esto es lo que significa la soberanía del consumidor.
P: ¿Qué opina de la situación de España?
R: Yendo de Madrid a Toledo vi urbanizaciones enteras abandonadas. Un paisaje horroroso y un perfecto ejemplo de la destrucción de capital que provocan las reducciones de tipos de interés y que tan bien explican los economistas austriacos.
P: ¿Le recomendaría algo al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero?
Primero, como decía, que abra una Casa de Acuñación de monedas de oro para permitir que éste circule y pueda volver a actuar como dinero. Y segundo, por no ser exhaustivo, que liberalice el mercado laboral.
El problema del desempleo no se puede resolver con subsidios. Si pagas a la gente por no trabajar, vas a conseguir precisamente aquello por lo que les pagas: que no trabajen.
Es importante que el mercado laboral sea más libre y que los monopolios sindicales pierdan poder. Es una oportunidad excelente para implantar este tipo de reformas que, a diferencia de lo que se suele decir, son del interés de los trabajadores, sobre todo de los parados.