¿En qué se parece un partido político a un sindicato o a una organización empresarial? En que ninguna de las tres organizaciones vive de las cuotas de sus afiliados sino del bolsillo del contribuyente. Si sólo dispusieran del dinero que voluntariamente les entregaran afiliados y simpatizantes habría muchos menos ociosos viviendo de la política y del sindicalismo, el obrero y el patronal, y ambas actividades hasta serían respetables al menos en términos económicos.
Lejos de ello, sindicatos, partidos y patronales son órganos del estado profusamente subvencionados con dinero de los ciudadanos, a pesar del escasísimo nivel de representatividad popular que ostentan muchos de ellos.
Al igual que ocurre tras una cita electoral para elegir a los órganos políticos, las elecciones sindicales que se llevan a cabo en las empresas españolas tienen como corolario la obtención de unas importantes subvenciones que, según el Ministerio del gran Valeriano, resultan muy necesarias para "fomentar, mediante la financiación, la realización de cualquier tipo de actividad sindical dirigida a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales de los trabajadores".
En total serán 15,8 los millones de euros que se van a repartir los sindicatos denominados "mayoritarios" en función del número de representantes que obtengan tras las elecciones de este año. Y tal como ocurre con los partidos políticos mayoritarios, interesados en impedir la presencia oficial de formaciones minoritarias que disminuyan el pastel del que viven, también en este caso existe un límite del 10 por ciento de representantes, por debajo del cual ningún sindicato tiene derecho al trinque presupuestario que el estado pone a disposición de los honrados representantes de los trabajadores.
¿Saben cómo se llama la partida de la que van a salir estos millones para liberados sindicales? Pues la ironía de Valeriano Gómez, que está resultando proverbial, hace que este pastón salga de un programa denominado, pásmense, "servicios generales de seguridad social y protección social" (sic), seguramente porque el ministro opina que la vagancia sindical es un elemento imprescindible para la salud colectiva.
Pero tengamos en cuenta que este dineral que hoy ofrece a los sindicatos el Boletín Oficial del Estado es sólo una gota del caudaloso río financiero que fluye desde nuestros pobres bolsillos a las arcas sindicales, que también reciben dinero para el funcionamiento de sus organizaciones, para la participación de sus miembros más preclaros en los órganos consultivos del estado y, la madre de todos los despilfarros, los cientos de millones que el gobierno les entrega para cursos de formación, apartado muy especial del que vamos a dar cuenta muy pronto con datos estremecedores.
Y por si alguien todavía dudaba de que las subvenciones sirven para que los pobres paguen los lujos de los ricos, aquí tienen dos ejemplos que la comunidad autónoma balear hace hoy públicos en su diario oficial. Subvenciones a particulares para cambiar las ventanas de las viviendas por otras más eficientes (y costosas) y subvenciones para cambiar calderas y sistemas de aire acondicionado por otros modelos más ecosostenibles. ¿Quién puede a estas alturas de la crisis cambiar las ventanas de su vivienda o sustituir los equipos de aire acondicionado por otros más caros? Pues para ellos van estas subvenciones. Y ahora la segunda parte de la pregunta ¿De qué bolsillo va a salir el dineral necesario para que los pudientes hagan de sus casas un lugar más confortable? Hagan sus apuestas.