Aunque la Compañía Internacional de Inversiones Petroleras (International Petroleum Investment Company) de Abu Dhabi ya poseía el 47% de Cepsa, el control de la misma lo ejercía el otro socio, la francesa Total S.A. Desde ayer Total se retira y el fondo de inversiones emiratí se hace con la práctica totalidad de las acciones de la compañía.
En principio nada cambia, y así se lo han hecho saber los nuevos dueños al Gobierno español. Nada a excepción de un pequeño detalle. La empresa pasa de este modo de ser la primera petrolera privada española –por antigüedad, fue fundada en 1929– a convertirse en un activo estatal más del emirato de Abu Dhabi, una de las siete monarquías absolutas que forman los Emiratos Árabes Unidos.
Abu Dhabi es el más extenso de todos los emiratos y el segundo por población. Ocupa el 86% de la superficie total del país, una federación muy bien avenida de jeques árabes convertidos en emires, tremendamente enriquecidos por el petróleo durante las últimas décadas.
Como otros principados del Golfo, Abu Dhabi empezó a invertir su riqueza petrolera por el mundo en los años 80. Fue entonces, en 1984, cuando nació la sociedad inversora IPIC. Su razón de ser: invertir en empresas petroleras de todo el planeta con objeto de multiplicar los beneficios del oro negro.
Su primera gran participación en una empresa extranjera fue, precisamente, Cepsa. En 1988 adquirió el 9,5% de su accionariado. Años más tarde entró en la austriaca OMV, donde cuenta con el 20% de las acciones. En 1995 fundó junto al Gobierno de Pakistán la empresa Parco, que refina y distribuye productos petrolíferos en aquel país. Ese mismo año se alió con otras compañías árabes como la saudí Aramco o la kuwaití KIO para construir el Sumed, un oleoducto estratégico que une el Mar Rojo y el Mediterráneo erigiéndose como alternativa al canal de Suez.
Desde entonces las inversiones han continuado a lo largo y ancho del globo. IPIC está presente con fuerza en la industria energética. Tiene participaciones o controla directamente empresas en el sector petroquímico –Nova Chemicals (100%), Borealis (64%), Chemaweyaat (40%), Oman Polypropylene (20%), Cosmo Oil (20%)–, en el del refino –Hyundai Oilbank (70%)–, en el del transporte de crudo (GEM, 30% de las acciones) y en el eléctrico –EDP (4,1%), OIP (36%)–.
Los intereses de IPIC van de Canadá a Australia pasando por Egipto, Japón, España o Corea. El conglomerado dispone de una herramienta propia de inversión, la empresa Aabar, radicada en Abu Dhabi y en la que IPIC cuenta con el 86,2% de las acciones. Mediante Aabar los emiratíes han adquirido participaciones en compañías internacionales de alto nivel como la alemana Daimler (9,1%), la italiana Unicredit (4,99%) o la norteamericana Virgin Galactic (32%), una empresa fundada por el excéntrico emprendedor Richard Branson que planea programar vuelos turísticos al espacio.
Este gigante, cuyos activos rondan los 36.000 millones de euros, es el nuevo propietario de Cepsa. Un gigante, por lo demás, totalmente estatal. IPIC pertenece al 100% al Gobierno del Emirato de Abu Dhabi, que es quien nombra discrecionalmente mediante decreto a los miembros de su consejo de administración. Cepsa, por lo tanto, ha pasado a ser propiedad de un Gobierno extranjero que, para colmo, poco o nada tiene de democrático.
Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) son una federación de jeques elevados a monarcas que gobiernan con gran autonomía cada uno de los principados. La capital está en Abu Dhabi, donde se reúne un parlamento de 40 miembros nombrados por los emires. Los partidos políticos están prohibidos y llevar la contraria en ciertas cuestiones no es bien recibido por las siete mini dictaduras que en el extranjero representa el actual presidente de los EAU, Jalifa bin Zayed Al Nahayan, que es, a su vez, emir de Abu Dhabi.
Ahora bien, que Cepsa sea, de facto y de iure, una empresa estatal no significa que vaya a ser gestionada como tal. Si por algo se caracterizan los fondos soberanos como el emiratí es por su eficiencia y su empeño en el retorno de la inversión. Es decir, que desde el punto de vista empresarial Cepsa, probablemente, haya caído en buenas manos.
La empresa seguirá existiendo y creando riqueza. La sede social no se va a mover de Madrid, donde lleva más de 80 años, y las inversiones en todo el mundo se mantendrán. No cabe, por lo tanto, encontrarse sorpresas más allá de saber que la segunda petrolera española por tamaño pertenece desde ya mismo a un lejano emirato de la península arábiga.