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QUEJAS DEL PEQUEÑO COMERCIO

Chinas en los zapatos

Los pequeños comercios españoles se ahogan por la crisis y por el empuje de los chinos, que encuentran “muchas más facilidades” al abrir un negocio.

Santos atiende desde hace 25 años una zapatería en la céntrica calle Francos Rodríguez de Madrid. Sostiene unos zapatos que hace unos meses vendía a 43 euros. Hoy los vende por 24. “Entre la crisis, el paro y los chinos no levantamos cabeza”, nos cuenta resignado.

La drástica caída de las ventas ha obligado a la zapatería a colgar el cartel de ‘liquidación’. Sus productos siguen siendo de calidad -fabricados en Elche, Alicante y otros puntos de España-, pero los chinos ofrecen calzado cerca del establecimiento por tres y cuatro euros.  “Ellos traen el material muy barato, trabajan las 24 horas del día y no se van ni a comer”, explica Santos. 

La zona de Bravo Murillo, en Madrid, es una radiografía de la situación del pequeño comercio español. Los negocios de toda la vida han ido echando el cierre y sólo algunos resisten estoicamente el empuje oriental.

Uno de ellos es Roberto Redondo. La panadería que regenta abrió sus puertas en 1931, antes de la guerra. Hoy, es “rara” la semana que no recibe la visita de algún chino con el dinero por delante e intenciones de alquilarle el local. 

A las grandes superfícies -su “tumba” particular- tiene que unir los locales chinos en los que se vende pasta de dientes, jabón, juguetes, fruta y, cómo no, también pan. “Es competencia desleal”, sostiene. “Para vender pan y bollería hay que tener una licencia especial, y muchos de ellos no la tienen”. 

Luis es propietario de una droguería en la que vende jabones, productos de limpieza y diversos utensilios. Aborda la situación con una mezcla de humor y vehemencia. “Los chinos, que se vuelvan para China y que hagan la muralla cien kilómetros más alta para que no salte ninguno”, afirma.

Señala como culpables de su declive al Gobierno -“protegen demasiado a quienes no tienen que proteger”- y a los propios consumidores españoles que, según Luis, “tiran el dinero a lo bobo y están cargándose el comercio interior”. 

Muchos fabricantes -cuentan los comerciantes- están empeorando la materia prima para ofrecer un producto de peor calidad para una misma  marca. “Uno de ellos es Lagarto”, acusa Luis. Él tiene claro que aguantará manteniendo en su establecimiento productos de calidad. “La mierda, que se la queden ellos”, sentencia. 

La frutería Los Segovianos, situada en la calle de José Calvo, es otra de las históricas del barrio. Lleva 50 años abierta y su clientela fija ha amortiguado los efectos de la crisis y del comercio chino. Los hermanos Cazorla regentan el negocio. Apenas han notado un descenso de las ventas, aunque son conscientes del daño que los comercios chinos están causando al pequeño comercio español.

“Nosotros cerramos a nuestra hora y ellos abren sus tiendas hasta las tres de la madrugada sin que nadie les controle”. No pueden competir en precio con la fruta que venden los chinos, aunque la calidad del género habla por sí misma. “Venden más barato, pero también más guarrería”, dicen.

Todos compran la fruta en Mercamadrid, aunque ellos llevan el mejor género, a primera hora de la madrugada, y los chinos llegan a última hora, junto a los gitanos, a llevarse “las sobras”. El precio, lógicamente, no es el mismo. 

Acabamos la ruta de las lamentaciones en la sastrería Jajoan, en plena calle Bravo Murillo. Esther Nieto, que atiende al público, no comprende por qué sólo se les da facilidades a los chinos.

“Disfrutan de cinco años libres de impuestos, y cuando termina el plazo, cambian de titular y se tiran otros cinco años”. Los trajes del establecimiento los confeccionan en Rivas Vaciamadrid. “Los otros los harán donde los hagan”. Mientras que ella vende los trajes de caballero por encima de los 100 euros -cada uno le cuesta 59 euros-, los chinos los ofrecen por 60.

Para competir con ellos, Esther tendría que comprar en China, algo que aún se resiste a hacer. “Me niego, pero lo que no voy a hacer es cerrar mi tienda”, afirma. “Incluso El Corte Inglés ha ido ya a comprar a China, así que mal vamos”. 

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