LD (M. Llamas) El ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, se ha marcado como principal objetivo de su nuevo cargo ayudar a que España salga "airosa" de la "crisis internacional pasajera" que vive la economía mundial. Para ello, el Gobierno aspira a "cambiar el patrón de crecimiento" de la economía española que, hasta ahora, dependía en gran medida del mercado de la vivienda.
Todos los expertos coinciden en que el crecimiento económico de la última década responde al auge del sector inmobiliario. Sin embargo, dicho modelo ha llegado a su fin tras el esperado estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el peso de la construcción (tanto actividad residencial como no residencial) en el PIB español aumentó del 11,7 por ciento en 1996 hasta el 17,9 por ciento en 2007. Al mismo tiempo, este sector pasó de ocupar el 9,3 por ciento del empleo total hasta el 13 por ciento durante ese mismo periodo.
Sin embargo, una desagregación más profunda de los datos del PIB revelan que el peso real del sector inmobiliario es mucho mayor en la economía española. Y es que, no se puede contemplar el sector de la construcción como si fuera un elemento independiente del PIB nacional: El universo inmobiliario soporta gran parte del sector de la construcción, un fragmento destacable del sector servicios de mercado, no mercado y una cifra importante de la industria. La cifra global que ocupa dicha actividad en la estructura productiva del país ronda el 39,4 por ciento, sin incluir la afectación de dicho sector sobre la energía ni sobre los impuestos netos, según recoge el blog del analista Marc Vidal.
El peso del ladrillo en la industria y los servicios
Así, después de establecer el cociente neto porcentual del PIB retirando del análisis, tal y como se recomienda desde Eurostat, los impuestos sobre la producción y las importaciones, así como los impuestos netos sobre los productos, al tiempo que se incorpora en el cálculo la remuneración de los asalariados y el excedente de explotación bruto, el peso de la construcción en la economía española es superior al 24,7 por ciento, frente al 17,9 que refleja el INE.
En cuanto al peso del concepto inmobiliario en la industria y en los servicios, se pueden extraer algunas cifras indirectas. La industria supone algo más de la décima parte del PIB. Sin embargo, bajo tal epígrafe se incluyen las obras y requerimientos industriales destinados a la inversión inmobiliaria y de la construcción, que alcanzan el 23 por ciento de la producción industrial en términos indirectos. De este modo, la influencia del sector del ladrillo asciende al 2,9 por ciento del PIB total.
En cuanto al sector servicios, se debe despejar de la estructura de inversión material los beneficios aplicados por sectores y parte de la actividad relacionada con las transacciones inmobiliarias. De este modo, si el 21 por ciento de los servicios de mercado depende de inversiones inmobiliarias, y el sector terciario ocupa el 47 por ciento del PIB, al peso económico de la construcción hay que sumar un 9,4 por ciento más del PIB español.
En cuanto a los servicios de no mercado, es decir, aquellos que se gestionan y se facturan desde la Administración Pública, la suma de licencias, tasas y estructura impositiva por patrimonios y registros derivados del sector inmobiliario podría ascender al 19 por ciento de esta rama específica, según estimaciones del Colegio de Registradores. Puesto que el sector servicios de no mercado alcanzan el 12 por ciento del PIB total, la aportación inmobiliaria en esta franja se eleva hasta el 2,4 por ciento del PIB español.
La suma de estos conceptos, elevaría el peso real de la construcción al 39,4 por ciento de la economía española. Es decir, algo menos de la mitad de la economía nacional depende del negocio del ladrillo.
España suspende en tecnología y productividad
Pese a ello, el Gobierno ha llegado incluso a tildar de “positiva” la “desaceleración” que desde hace meses afecta gravemente al sector inmobiliario, ya que es vista como una “oportunidad” para cambiar el modelo de crecimiento. Sebastián asegura que la "competitividad y la tecnología" serán los dos ejes del cambio de patrón. "La productividad, la competitividad, el avance tecnológico y los productos y servicios de alto valor añadido" serán la "base" del cambio, según el nuevo ministro.
Un reto muy difícil, si se tiene en cuenta que España ocupa los puestos de cola de la UE, tanto en el ámbito tecnológico como en materia de productividad. De hecho, España es uno de los países que exporta menos tecnología punta en la UE, según el ranking elaborado por el Instituto de Estudios Económicos (IEE) a partir de los datos de Stadistics in focus de Eurostat.
En concreto, España sólo tiene una participación en las exportaciones mundiales de alta tecnología del 0,6 por ciento, por detrás de un total de doce países encabezados por Alemania y Francia, que aportan el 7,9 por ciento y el 4,86 por ciento, respectivamente.
Además, las exportaciones españolas de tecnología avanzada sólo suponen el 5,7 por ciento del total nacional, mientras que en otros países, como Luxemburgo, este tipo de productos acumulan el 38 por ciento de las exportaciones totales.
Asimismo, en países como Irlanda, Finlandia, Reino Unido y Países Bajos, los productos de alta tecnología tienen un gran peso en el montante global de las exportaciones, ya que suponen el 28,5 por ciento del total, el 22,1 por ciento, el 22,1 por ciento y el 20,3 por ciento, respectivamente.
En cambio, en línea con España se sitúan países como Bulgaria, donde sólo el 2,9 por ciento de sus exportaciones son de productos de alta tecnología, Rumanía (3,1) y Polonia, Lituania y Letonia, todas ellas con un porcentaje del 3,2 por ciento sobre el total.
Según el IEE, durante los últimos años, el comercio mundial de estos productos ha crecido notablemente, sobre todo en la UE, que en 2007 lideró las exportaciones mundiales de alta tecnología, con un 17,2 por ciento del total.
Le siguió EEUU, que ocupó el segundo puesto, con el 16,6 por ciento de las exportaciones de productos de alta tecnología; China, con un 15,1 por ciento del total, y Japón, con el 8,8 por ciento del total mundial.
Y es que, históricamente, España cuanta desde hace décadas con dos motores de crecimiento: El ladrillo y el turismo. El derrumbe de la vivienda empieza a mostrar sus efectos. El PIB apenas avanzará un 1 por ciento en 2008, mientras que el superávit público se ha reducido a la mitad en apenas un año. Así pues, ¿será el cambio de patrón de crecimiento una nueva falacia del PSOE?