Dentro de las Jornadas que el Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid celebró el pasado jueves en Madrid, la ponencia a cargo de Gabriel Calzada incidió sobre los efectos de la política de promoción de las llamadas energías verdes por parte del Estado.
Bajo el título La industria verde nunca fue una solución para la crisis, el profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y presidente del Instituto Juan de Mariana recorrió la corta historia de la energía renovable en España, desde sus inicios a finales de los años 90, “el famoso 20-20-20 para 2020”, hasta el momento actual, en que se ha convertido en una rémora para la recuperación económica si tenemos en cuenta el gran déficit tarifario que sus primas han provocado.
Calzada empezó desmontando la falacia de que las energías renovables crean cantidades ingentes de empleo. Nos encontramos, por ejemplo, con que el “66% de los empleos en el sector renovable son en instalación y fabricación”, es decir, que dos tercios de todo el empleo que se genera cuando se instala un parque eólico o un huerto solar es de corta duración. La única solución, por lo tanto, para mantener ese empleo es “seguir instalando campos renovables”.
Gabriel Calzada es uno de los autores de un famoso estudio sobre el coste laboral oculto de las energías renovables. Este estudio dio la vuelta al mundo y frenó en seco los planes de Barack Obama de implantar en Estados Unidos el modelo español.
Calzada repasó el estudio y el llamado “milagro verde español” asegurando que “lo más verde ha sido la lluvia de billetes que ha caído sobre esta industria, que se ha regado de forma intensiva con subvenciones el sector para poder provocar este milagro industrial”. Estas subvenciones han llegado a cifrarse en primas del “575 por ciento en la solar y del ciento y pico por ciento en la eólica sobre el precio de mercado, sobre el precio del pool, y además los distribuidores estaban obligados a comprar la energía por lo que no había ningún riesgo”.
Esta lluvia de billetes verdes lo que produjo fue una burbuja con un apalancamiento medio 80-20. “Una burbuja”, en palabras del profesor Calzada “que se unía a otras burbujas”. Los cálculos de la burbuja son muy sencillos de hacer. Hasta 2008 se habían invertido en renovables 28.600 millones de euros y se habían creado 50.200 empleos “verdes”, luego, cada uno de esos empleos había costado 570.00 euros.
“Si nos vamos a la capitalización media por trabajador en el resto de la economía toca a que por cada empleo que estábamos creando algo más de dos empleos estábamos dejando de crear en el resto de la sociedad. Luego, en términos económicos, estrictamente económicos, no es tan cierto el hecho de que estuviésemos generando empleo; puestos de trabajo sí, contratos sí, pero no empleo”, concluyó Calzada.
Las primas a la renovable produjeron otro fenómeno, el de las listas de espera porque muchos querían acceder al mercado energético en condiciones tan beneficiosas para el inversor. La energía verde ha sido durante los últimos años una bicoca. Y es que, los que la generan obtienen hasta seis veces más por el kilovatio generado sin necesidad de asumir más riesgos que el de conseguir la licencia. Y fue aquí donde apareció la corrupción, ya que eran los políticos los que adjudicaban esas jugosas licencias. Pero esto, según apuntó Calzada, “era algo esperable, es algo que pasaría en cualquier sector”.
En la burbuja verde todos los políticos han tenido que ver. “El Partido Popular fue el que puso en marcha el sistema del déficit tarifario que dió lugar a la burbuja, y luego el Partido Socialista cuando llegó se lo encontró y lo llevó a su máxima expresión”.
Para Calzada todo es un problema político porque la solución que los políticos encontraron fue cargar las primas sobre el distribuidor, de manera que alcanzar un déficit insostenible era cuestión de tiempo. “El déficit tarifario, que empezó en el año 2000 de forma suave, ha ido creciendo, y a finales de 2008 lo que teníamos eran 15.700 millones en déficit.”
Y el sinsentido aparece ahora, cuando la burbuja ha reventado pero el Gobierno necesita crear empleos a cualquier coste. Pero para eso hay que “seguir metiendo aire en la burbuja”, lo que equivale “a meter más recursos, más dinero de toda la sociedad, porque para mantener los empleos lo que hay que hacer es mantener a la mayor parte de esa gente que lo que hace es instalar.” Así, la burbuja ha ido creciendo más deprisa, de forma “prácticamente exponencial”. Durante 2009 las ayudas a las renovables “duplicaron en valor el coste de toda la producción energética del país”.
El propio Gobierno por fin se ha dado cuenta de lo alarmante de la situación. En los últimos 10 años el coste de la electricidad ha crecido un 77 por ciento, según Calzada. “El propio Gobierno” asume que ese incremento de coste viene explicado “al 120 por ciento” en las primas a la energía renovable.
Pasando a los hechos, los mismos con los que la industria verde vende los logros de su carísimo modo de generar electricidad, Calzada reveló el dato que esconde el récord registrado en noviembre, cuando la mitad de la generación eléctrica fue eólica: “Esa noche, ese récord, costó 6,5 millones de euros”.
Hechos como éste han llevado a replantearse el tema por parte del Gobierno. Todo indica que a este sistema “piramidal” y económicamente insostenible le quedan los días contados. Por un lado, remata Calzada, “no ha creado empleo sino que lo ha destruido” y, por otro, ha encarecido la factura de la luz y ha engendrado un inmenso déficit que va a costar muchos años pagar.
Calzada: "La industria verde nunca fue una solución para la crisis"
El presidente del Instituto Juan de Mariana repasa los dislates que se han cometido en la última década en torno al fetiche de las energías verdes. Al final, lo único que se ha conseguido es menos empleo y electricidad más cara.
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