Se puede comprobar que buena parte de la población vive de eslóganes facilones e ideas preconcebidas. Aunque cada uno de nosotros pretendamos fingir estar interesados con el mundo que nos rode, y tener una mente libre e independiente, lo cierto es que del dicho al hecho hay un trecho.
En términos económicos, recurrir a este tipo de recursos fáciles y rápidos, para utilizar en debates en la calle o en las comidas familiares y “quedar bien”, resulta muy efectivo a la hora de ahorrar tiempo pero, normalmente, el precio que hay que pagar es la desinformación, o una información muy sesgada. La objetividad y la ausencia de sesgos son prácticamente una quimera. Existen múltiples ejemplos como el “mito de la discriminación salarial entre sexos”.
Otro de los tópicos que, aunque tiene una parte indudablemente cierta, debe ser matizado es el que pone a Estados Unidos como el modelo de economía de libre mercado por excelencia. Las matizaciones a esta afirmación no son baladíes. Este tópico en ocasiones viene acompañado con la afirmación de que los republicanos norteamericanos son los liberales, favorables a recortar el peso del Estado, mientras que los demócratas son los que abogan por un Estado más grande y paternalista.
Caeríamos en una grave simplificación si dijéramos que esta opinión solo es mantenida por el populacho y la prensa generalista. Pero lo cierto es que economistas de la supuesta talla de Paul Krugman, Premio Nobel en 2008, promueven esta misma idea.
Así como en otras muchas columnas, Krugman decía muy recientemente que desde Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos entre 1981 y 1989, el Partido Republicano ha sido controlado por “gente que desea un gobierno mucho más pequeño”.
Uno de los ejemplos que vendrían a ilustrar esta tesis es la supuesta aplicación de una política de corte laissez-faire de Herbert Hoover ante el crash bursátil de 1929, en contraposición al intervencionismo de Franklin D. Roosevelt de los años 30. O en el caso actual la disminución en el peso del estado en tiempos de George W. Bush, frente al elevado aumento en el grado de injerencia estatal sobre los mercados con Barack Obama. Sin embargo, esta tesis se encuentra con importantes evidencias que juegan en su contra, sin negar las evidencias que apuntan a su favor.
En ocasiones, es más una cuestión de retórica que de acción política. Y algunos lo que más recuerdan de los políticos no son sus acciones sino su retórica. Así, en general, sí que suele ser cierto que los republicanos tienen una retórica más proclive a la libertad de mercado frente a los demócratas -mostrando, no obstante, una retórica más intervencionista en otros campos-.
Obama y Bush son "similares"
Pero, como ha dicho recientemente Russ Roberts, profesor de economía de la George Mason University, los políticos, como el resto de los mortales, deberían ser juzgados por sus hechos y no por sus palabras: “Somos lo que hacemos repetidamente. No lo que decimos que somos. No lo que nos gustaría ser. Sino lo que hacemos”.
Por ejemplo, George Bush en la campaña presidencial de 2000 se presentó como un candidato muy favorable al mercado libre. Sin embargo, su mandato dejó mucho que desear respecto a sus iniciales intenciones. De hecho, a finales de 2008 declaraba que: “Con el fin de asegurar que la economía no se desplome he abandonado los principios del libre mercado para salvar el sistema de libre mercado”.
El mensaje de esa campaña de Bush contrasta notablemente con el ofrecido por Obama. Sin embargo, algunos han apuntado las similitudes entre ambos. El mismo Roberts, en una entrevista concedida en exclusiva para LD, afirmaba que “Obama y Bush son similares”. Y es que, “ambos han concedido enormes sumas de dinero a los bancos y banqueros […] Mediante la socialización de gran parte de las pérdidas, tanto Obama como Bush han contribuido a sustituir el capitalismo por un falso capitalismo”, sostenía este economista.
No en vano, George W. Bush llevó a cabo la mayor expansión del Gobierno federal desde Lyndon Johnson en los 60, como se analizaba en estas páginas a raíz de un artículo de The Economist. Dejaba así el camino preparado para la llegada de Obama.
Gasto público similar al de Canadá
Entre las acciones del republicano destacan las siguientes: el aumento del gasto en Medicare (programa público de salud), la extensión del control del Estado sobre la educación y los estados federales, la creación del mayor organismo burocrático desde la Segunda Guerra Mundial (el Departamento de Seguridad Nacional), disparando el gasto público en defensa e incurriendo en intervenciones militares extranjeras de gran calado.
Así, la distancia de 15 puntos porcentuales que en 1992 separaba el gasto público americano del canadiense se ha reducido a dos en la actualidad.
En la rúbrica de las regulaciones, Bush tampoco se quedó corto. Tyler Cowen, académico asociado del Cato Institute, señalaba que “existe la mal concebida noción de que los años del Presidente Bush en la presidencia han sido caracterizados por una actitud negligente respecto de la regulación”, algo que atribuía a la retórica. Sin embargo, opina Cowen, que “la realidad ha sido muy distinta: una continua regulación pesada, con una creciente pérdida de rendición de cuentas y efectividad. Eso es gobernabilidad disfuncional, no laissez-faire”.
En materia de regulaciones financieras y leyes referentes al mercado inmobiliario, dice este economista, que la Administración de Bush hizo poco por cambiar su estructura, manteniendo así el statu quo -que no se caracterizaría, precisamente, por la escasez de regulaciones-.
Pero no sólo mantuvo la impasividad sino que ayudó activamente a incrementar las regulaciones. Ésta es la conclusión de un estudio realizado por el Mercatus Center de George Mason University, “Regulatory Agency Spending Reaches New Height”, que examina las proyecciones del Presupuesto estadounidense que se realizó para el año fiscal 2009.
Entre otras cuestiones, en este documento se veía cómo el gasto propuesto por parte de las agencias reguladoras crecería en un 6,4%, en línea con el crecimiento del año anterior y continuando una tendencia expansiva de largo plazo.
Más regulación
Otro de los puntos del estudio dice que durante sus dos legislaturas, el Presidente Bush presidió un periodo con el incremento en el gasto regulatorio más elevado. Además, las rúbricas de regulaciones en los presupuestos de 2002 y 2003 estuvieron “entre los 10 incrementos anuales en gasto regulatorio más altos de los últimos 60 años”. Estas conclusiones acompañan al dato que aportaba The Economist, según el cual el número de páginas de las regulaciones federales aumentó en 7.000 con Bush.
Ya en 2003, años antes de que Bush anunciara oficialmente su abandono de los principios del libre mercado con el fin de salvar el sistema capitalista, ya había quien denunciaba las acciones intervencionistas del Presidente. En este artículo para el Cato Institute, Veronique De Rugy y Tad DeHaven comparaba la trayectoria de Bush con la de Reagan respecto al gasto público y a la expansión del estado.
Los autores señalaban que, bajo la Administración de Bush, “el gobierno continúa expandiéndose, los programas burocráticos prosperan, y la mención de eliminar departamentos gubernamentales enteros es una memoria lejana. No, Bush no es Reagan”, añadían.
Y a continuación ponían de manifiesto que los principios de gobierno limitado que supuestamente presidían al Partido Republicano -y que siguen haciéndolo, según Krugman y muchos otros- eran prácticamente papel mojado. El partido “continúa alejéndose cada vez más del gobierno limitado ideado por nuestros Padres Fundadores”, concluían.
Por tanto, vemos cómo el caso del mandato de George W. Bush introduce matizaciones importantes a la preconcebida idea de que los republicanos son los liberales frente a los intervencionistas demócratas. Los datos no corroboran, pues, la tesis de Krugman. Difícilmente podría calificarse a Bush como un político que quiere reducir notablemente el peso del estado.