El sistema de negociación colectiva español puede estar viviendo sus últimos días. Tras la visita de Angela Merkel y sus críticas a la rigidez de la regulación laboral española (que se unen a las expresadas en los últimos años, en numerosas ocasiones, por un gran número de expertos), esta cuestión se ha convertido en el centro de la discusión sobre cómo debe ser la siguiente reforma de la legislación laboral en nuestro país (en un interminable proceso que comenzó hace ya casi dos años).
Es un tema peliagudo, quizás el más conflictivo con las grandes centrales sindicales, que temen perder el extraordinario (y quizás injustificado) poder que tienen en la vida económica española. Por eso, hasta cuatro miembros del Gobierno se han contradicho en apenas 24 horas, mostrando su apoyo o su disconformidad con las palabras de la canciller alemana.
Sin embargo, parece que José Luis Rodríguez Zapatero está decidido a cambiar esta regulación, que tiene su origen en la estructura sindical franquista y que impone unas fuertes rigideces a la economía española, al obligar a las empresas a fijar las condiciones laborales de sus trabajadores siguiendo un convenio que no han firmado y que puede que no se ajuste en absoluto a sus necesidades. Además, también perjudica la productividad de los mejores empleados, puesto que en muchas ocasiones iguala sueldos según cargos y no permite a las empresas discriminar como quisieran en función de su rendimiento.
Ahora, el presidente del Gobierno parece haber hecho caso a su colega germana y este mismo viernes, en Bruselas, declaraba que tenía "confianza en que sindicatos y empresarios llegarían a un acuerdo", para que la negociación colectiva tuviera en cuenta que "las circunstancias [de las empresas] importan", lo que redundaría en una mejora de la productividad.
En este sentido, Zapatero ha asegurado que la negociación colectiva debe "encontrar fórmulas" y que "un mal modelo es un modelo rígido". Parece evidente que anticipa, con sus palabras, el fin de un sistema con más de tres décadas de antigüedad y que ha conformado las organizaciones empresariales y sindicales tal y como las conocemos. Aunque con este presidente nunca se sabe, porque algo parecido pasó con la reforma laboral y luego quedó muy aguada tras las presiones sindicales.
Rigidez, productividad y competitividad
Productividad y competitividad son las nuevas palabras mágicas de la economía española. La visita de Angela Merkel ha puesto el foco de atención en un fenómeno sobre el que los expertos llevan alertando desde hace muchos años: los costes laborales en España son muy rígidos y perjudican la competitividad de su economía frente a otros países de la eurozona.
En España está implantado un modelo de negociación colectiva que, básicamente, impone a empresas y trabajadores las bases de su relación contractual. En 2010, se firmaron convenios que afectaban a 7,1 millones de trabajadores. El problema es que en muchas ocasiones, estos acuerdos se imponen a todas las empresas de un sector y a sus trabajadores, sean cuales sean sus particularidades.
De esta manera, la compañía no puede decidir cuánto paga a sus trabajadores, ni el resto de las condiciones laborales, que están fijadas en una tabla salarial y en las demás disposiciones pactadas en el convenio. Esto provoca un sistema muy rígido, en el que el empresario no puede tomar decisiones fundamentales que afectan a su negocio por imposición legal.
Por eso, durante los instantes iniciales de las recesiones, en España siguen subiendo los salarios, incluso aunque caiga la demanda debido a que las empresas están atadas a lo acordado en la negociación colectiva. Es más, el 46% de los convenios incluyen cláusulas de revisión salarial para que los sueldos se ajusten a la inflación, incluso en el caso de sectores o empresas en pérdidas.
El problema es que es un formato insostenible para las empresas que, poco a poco, van distanciándose de sus competidoras en el extranjero, que sí pueden adaptarse a los cambios en el mercado. Y el ajuste, cuando llega, lo hace en forma de cierres y despidos masivos: si un empresario no puede recortar algo los sueldos, la jornada o los beneficios de sus empleados, quizás se vez obligado a echar el candado al negocio. Así, cuando llega una recesión a España, el paro se dispara, mientras los costes salariales siguen creciendo.
Los datos del Banco de España
Precisamente, este mismo viernes, el Banco de España, en su informe sobre el cuarto trimestre de la economía española hacía un pequeño análisis de cómo han evolucionado los costes salariales en los últimos meses y se felicitaba por su "moderación", a la vez que pedía que se mantuviese esta senda en el futuro cercano.
Lo que ocurre es que esta conclusión es algo ficticia. La remuneración por asalariado en España creció en 2010 un 1%, mientras que la inflación lo hizo un 2,3%, lo que podría indicar que sí se ha dado esta moderación.
Sin embargo, en aquella cifra están incluidos tanto trabajadores del sector público como del privado. Hay que recordar que los funcionarios recibieron un recorte en sus salarios a mitad de año del 5% (por lo que el Banco de España calcula que sus costes cayeron algo más del 2%). Por lo tanto, descontando a estos trabajadores, podría calcularse que los empleados del sector privado vieron un incremento de sus sueldos en el entorno del 1,8-2,0%, muy poco por debajo de la inflación.
Estos datos concuerdan con los de los dos gráficos inferiores, también del Banco de España, y en los que se observa cómo los costes salariales en España crecían por encima del 2 y el 3% durante los primeros años de la crisis, con una inflación sustancialmente más baja y una recesión que obligaba a miles de empresas a echar el cierre.
También esto explica el siguiente gráfico, en el que puede verse como difieren la productividad alemana y la española en los últimos veinte años. En el país de Angela Merkel, aunque también existe la negociación colectiva, están mucho más desarrolladas las llamadas cláusulas de descuelgue, que permiten a las empresas y a sus trabajadores pactar condiciones diferentes a las generales para amoldarse a la realidad del mercado.
Gráfico: Evolución relativa de la competitividad en la Eurozona. Índice: 1998 = 100. Los incrementos representan pérdidas relativas de competitividad y las disminuciones aumentos de competitividad relativa. (Fuente: European Commission recogido del blog de Rafael Pampillón).
En España, hasta hace poco, éste ha sido un tema tabú; ahora todo el mundo habla; y tras la visita de Merkel está, incluso de moda. Si es cierto, como ha dicho Zapatero que "un sistema rígido es un mal sistema", éste es de los peores conocidos en Europa. Pero la pregunta es: ¿se atreverá el presidente a retar a las centrales sindicales para cambiarlo?