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NBA

David Blatt y un 'bendito marrón' llamado LeBron James

Tras devolver el cetro europeo al Maccabi, el técnico de Kentucky tiene un reto mayor en la NBA: dar el primer anillo de su historia a los Cavaliers.

Tras devolver el cetro europeo al Maccabi, el técnico de Kentucky tiene un reto mayor en la NBA: dar el primer anillo de su historia a los Cavaliers.
LeBron James y David Blatt. | Archivo

18 de mayo de 2014. Mediolanum Forum de Milán (Italia). Contra todo pronóstico, el Maccabi de Tel Aviv se proclama campeón de la Euroliga tras sortear un camino plagado de dificultades, en el que alcanzó la Final Four sin factor cancha a favor (eliminando al Armani Jeans Milán), y una vez allí, se deshizo del CSKA de Moscú en semifinales, con remontada y canasta en el último segundo de Tyrese Rice, y del Real Madrid en la lucha por el título, en un duelo donde los hebreos lograron eliminar muchas de las virtudes del equipo blanco y hacer que algunos de sus defectos parecieran mayores. Al frente del Maccabi, un entrenador se consagra como uno de los mejores estrategas de los banquillos europeos: David Blatt.

Nacido en Louisville (Kentucky, Estados Unidos) en mayo de 1959, en el seno de una familia judía, Blatt, tras su formación como jugador en la Universidad de Princeton (entrenado por el mítico Pete Carril), haría toda su carrera como jugador en Israel, convirtiéndose incluso en ciudadano del país de la Estrella de David, donde siempre se sintió cómodo debido a su citada creencia en el judaísmo. Tras abandonar las canchas, donde ejercía como base, no tardó en incorporarse a los banquillos, teniendo su primera oportunidad como asistente en el Hapoel Galil Elyon, también israelí. A partir de ahí, el norteamericano fue labrando una de las más prolíficas carreras de un entrenador en el baloncesto moderno del viejo continente, con dos epicentros fundamentales: Israel y Rusia.

Y es que, pese a haber tenido etapas en Turquía, Grecia o Italia, es en los dos países citados anteriormente donde Coach Blatt se ha convertido en una leyenda de los banquillos. Con Rusia, de la que fue seleccionador entre 2006 y 2012, logró una de las mayores sorpresas de la historia de los torneos de selecciones, al batir a España en la final del Eurobasket de 2007 en Madrid, con aquella canasta inolvidable, y dolorosísima, de JR Holden, que cercenaba las esperanzas de los de Pepu Hernández (campeones mundiales un año antes en Japón), de reinar por primera vez en Europa, y en su propio feudo. España llegó fundida físicamente a la final, pero aquella Rusia capitaneada por Holden y Kirilenko, y magistralmente dirigida desde la banda por Blatt, logró algo que no estaba al alcance de casi ningún equipo europeo de la época.

Con los rusos, su periplo acabó con un bronce olímpico en Londres 2012, donde fue precisamente España fue su verdugo en semifinales. Su etapa en Israel no ha sido menos prolífica. Al mando de varios equipos, principalmente en dos etapas del Maccabi de Tel Aviv, en el que su última experiencia, entre 2010 y 2014, terminó de la mejor forma posible. No parecía la campaña 2013/14 la mejor para los hebreos, con dudas (fundadas) sobre si tendrían la capacidad de alcanzar la Final Four, pues su plantilla no parecía de las cuatro mejores del continente. Sin embargo, la varita de Blatt volvió a salir a relucir cuando más falta le hacía a su equipo, que se transformó para remontar un partido imposible ante Milán en los cuartos de final, y a partir de ahí fue embalado hacia el título, se pusiera quien se pusiera delante.

David Blatt es de esos tipos que mejora a los jugadores que entrena. Tyrese Rice nunca fue una estrella del baloncesto europeo, pero aquella Final Four de mayo, en la que destrozó al CSKA y, muy especialmente, al Real Madrid en la segunda parte de la final, le valió para firmar un contrato repleto de ceros para esta temporada con el Khimki ruso, como si llevara veinte años dominando el continente. Un salario que Rice le tendrá que agradecer toda su vida a su entrenador el pasado ejercicio.

Tras el bombazo en Milán, Blatt, entre los rumores que le situaban en Moscú sustituyendo a Ettore Messina, se apresuró a afirmar que seguiría un año más en el banquillo macabeo, pero antes de que pasara un mes, se despedía de la afición hebrea en rueda de prensa. La NBA había llamado a sus puertas. E iba en serio.

"Conseguir mi sueño"

"No dejo el Maccabi por más dinero sino para conseguir mi sueño". "La verdad es que no tengo claro aún el destino. Hay varias opciones, buenas todas, y ahora que le he dicho a Maccabi que me marcho, voy a intensificar las conversaciones con equipos NBA. Quiero hacer realidad mi sueño y tener un papel importante en un equipo NBA", dijo.

Golden State Warriors le ofrecía ser entrenador ayudante de otro novel en los banquillos NBA, Steve Kerr, pero es que Cleveland Cavaliers ofrecía al de Louisville la experiencia de su vida: ser entrenador principal (Head Coach) de un equipo NBA. Una franquicia, además, con un interesante futuro por delante, pues contaba con dos de los número 1 de los últimos drafts (Kyrie Irving y Anthony Bennet), y volvía a tener la primera elección de cara a 2014, donde una perla canadiense llamada Andrew Wiggins estaba llamada a dominar la liga en el medio plazo. Sin duda, un proyecto muy atractivo para Blatt, sin la presión de los resultados inmediatos, y en el que su capacidad para mejorar jugadores podría ser el cóctel perfecto para que los Cavaliers se convirtieran en alternativa de poder en dos o tres temporadas, si sabían moverse bien en el mercado.

No era un movimiento cualquiera. Pese a ser a todos los efectos, por nacimiento y formación, estadounidense, Coach Blatt será recordado como uno de los primeros entrenadores que derribó ese muro, hasta entonces infranqueable, en el que un entrenador FIBA se ponía al frente de un banquillo NBA, algo que sólo había hecho Mike D'Antoni previamente (eso sí, el ex de los Lakers sí conocía la liga americana, al menos como jugador).

Todo seguiría por unos cauces lógicos en las siguientes semanas, con los Cavs seleccionando a Wiggins en el Draft, y planteando un escenario perfecto para un entrenador debutante en la NBA. Un equipo cargado de talento joven, con el que crecer a lo largo de los cuatro años que los del Estado de Ohio habían firmado al técnico judío.

Sin embargo, a partir de ahí la película de los hechos comenzó a sufrir un giro posiblemente inesperado para la mayor parte del universo baloncesto. Sabido era que el verano de 2014 sería especialmente jugoso en lo que a agentes libres se refiere, pero pocos, muy pocos, confiaban en un final tan perfecto para el guión, como sólo la NBA sabe ofrecer habitualmente. Pese a todo lo ocurrido cuatro años antes, cuando LeBron James, el mayor fenómeno reciente nacido en Ohio (es natural de Akron, a apenas 63 kilómetros por carretera de la ciudad donde juegan los Cavaliers) abandonó al equipo para marcharse a los Heat de Miami, lo que generó durísimas críticas por parte de los directivos, prensa, y aficionados afines a los Cavs, El Elegido anunciaba el 11 de julio que regresaba a su ex equipo, colocando inmediatamente a la franquicia en el punto de mira de los grandes candidatos al título. La sola presencia de James acarrearía la llegada de grandes jugadores acto seguido. Efectivamente, poco después, tras una peliaguda negociación, desembarcaba en Cleveland Kevin Love para reforzar el juego interior, eso sí, a costa de dejar marchar a Andrew Wiggins y Anthony Bennet a los Minnesota Timberwolves de Ricky Rubio. Es decir, se alimentaba, como no podía ser de otra forma, la necesidad imperiosa de ganar desde ya, a costa de hipotecar en parte el esplendoroso futuro a medio plazo de la franquicia.

Entre tanto, Estados Unidos se proclamaba campeona del mundo en España 2014, arrasando a todos sus rivales hasta la final en Madrid, y con un MVP ya mencionado en este artículo previamente: Kyrie Irving, que ya había logrado el título de jugador más valioso del All Star ese mismo año. Y claro, cuando en tu equipo tienes al mejor jugador del último partido de las estrellas, y de la última Copa del Mundo, es difícil que le convenzas de ser un secundario, por más que comparta vestuario con el mejor jugador sobre la faz de la tierra, o con uno de los mejores pívots anotadores de la actualidad.

David Blatt afronta ahora, pues, una situación tan ilusionante como envenenada. Tiene en sus manos seguramente la mejor plantilla de la competición, pero a todas luces se le va a considerar un rookie en los banquillos NBA, porque lo es, por más experiencia que tenga a este lado del Atlántico. Por otra parte, acostumbramos a que Blatt sea casi la principal estrella de los equipos a los que dirige, porque en los últimos años el baloncesto europeo ha tendido a que la figura del banquillo adquiera una relevancia ingente, casi desproporcionada. En Estados Unidos, sin restar valor al peso del coach, todavía las estrellas siguen estando sobre la cancha. Aquí, Blatt ha tenido siempre batallones de legionarios que se tirarían por un barranco si él así se lo pidiera. Allí, está por ver si el entrenador consigue que LeBron James, Kevin Love, o Kyrie Irving salten al vacío si se les pide por el bien del colectivo.

Poco después de la llegada del entrenador a los Cavs, el propietario de la franquicia, Dan Gilbert, se mostraba convencido de que Blatt era el hombre perfecto para dirigir el futuro del equipo: "David Blatt es una de las mentes más innovadoras en todo el mundo del baloncesto"

No cabe duda que ahora el entrenador formado en Princeton está ante la oportunidad de volver a demostrarle al mundo entero que Gilbert estaba en lo cierto. El reto es mayúsculo. El inicio de temporada, con tres derrotas demasiado tempranas, no ayuda. Si las cosas no se enderezan pronto, todos mirarán al novato, porque le considerarán como tal. Pero si Blatt consigue llevar a buen puerto la poderosísima nave cavalier, subirá al Olimpo definitivamente.

En lo deportivo, un lujo. En lo que a la tranquilidad de un entrenador debutante en la liga se refiere, un caramelo envenenado. Quizá un marrón para un Blatt que quería ir paso a paso en la NBA. Pero bendito marrón, claro.

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