L D (EFE) Como si hubiera pasado hambre de tenis, Nadal se desquitó con el belga Christophe Rochus en su debut en el Abierto de Australia. Fue una victoria contundente, que dejó claro la distancia que existe entre el actual número uno del mundo y el 75, entre un jugador que persigue récords, que ganó el pasado año dos 'grandes' (Roland Garros y Wimbledon) y otro más acostumbrado a sobrevivir en el circuito y en busca de su primer título.
Tras caer en la final de Abu Dhabi y en los cuartos de final de Doha, donde logró el título de dobles junto con Marc López, en Melbourne, Nadal inició un nuevo reto, el de conservar su puesto de número uno del mundo el mayor tiempo posible, y la conquista del único 'Grand Slam' todavía inaccesible al tenis español.
En el último partido de la jornada, Nadal salió rápido, contumaz y desbordante. Enhebró ocho juegos seguidos ante la impotencia de Rochus, que al lograr el primero después de 34 minutos de desdichas, no tuvo más remedio que saludar a los aplausos del público, como si hubiera ganado el partido.
Pero aquello fue anecdótico porque Rafa mantuvo su nivel acelerado y acertado durante todo el partido. Bailó a Rochus desde el fondo, con formidables golpes de derecha, e incluso su saque, una faceta que persigue mejorar, le funcionó a la perfección, logrando tres 'aces' seguidos para cerrar el segundo parcial (10 en todo el encuentro). Con tiempo de lucha ahorrado, Nadal se enfrentará ahora contra el croata Roko Karanusic, 91 del mundo, que se impuso al francés Florent Serra por 6-3, 1-6, 6-3, 3-6 y 6-3.