Francia ha vuelto a hacer historia. Es leyenda pura del balonmano. La selección gala, dirigida magistralmente en la cancha por Nikola Karabatic y en el banquillo por Claude Onesta, agranda su leyenda. En seis años, desde 2009, nada menos que seis títulos: tres Mundiales (2009, 2011 y 2015), dos Campeonatos de Europa (2010 y 2014) y oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012-. Un monumento de equipo.
En la final de este domingo hubo partido hasta que Francia quiso. Qatar fue víctima de la inocencia. Esa que la había metido como tapada en los favoritos de este Mundial, por el hecho de ser la anfitriona y de haber conseguido, previo pago completamente desorbitado, hasta ocho nacionalizaciones express para un total de 11 jugadores que no son nacidos en Qatar. Dos bosnios, tres montenegrinos, dos egipcios, un cubano, un francés, un español y un tunecino. Para morirse.
El monstruo que había creado la federación nacional qatarí y que había permitido la Federación Internacional de Balonmano (IHF) estaba avanzando peligrosamente. Desvirtuando claramente el Mundial y jugando con la permisividad arbitral, descarada en algunos encuentros. Esto no quita para que, mirando el equipo, el bloque sea un buen equipo. Con la llave maestra que abre Valero Rivera.
Consiguió el aragonés convencer a la federación para que le diera mimbres, instalaciones y accediera a que se entrenara seis de los siete días de la semana durante los 20 meses que lleva el español en Qatar. Todos se implicaron y el trabajo ha dado sus frutos. Tanto que incluso, todos al unísono, han cantado a voz en grito el himno antes de cada partido. Y de los 16, sólo cinco son de allí. Eso es compromiso.
Pero la aventura qatarí terminó en esta final, acuciada por los miedos de quien llega por primera vez a esta clase de partidos. La selección de Valero había ganado tres partidos en la fase final de un Mundial. A Australia y Groenlandia en 2003 y a Chile en 2013. Nada más. Y de repente, en una final de un campeonato del mundo, algo alterado y algo superficial, pero en una final.
Estuvieron decentes los qataríes en tramos del partido. Bien Borja Fernández, Da Costa Capote, una sensación mundial desde este momento. Excelente el portero bosnio del Barcelona Danjel Saric.
Pero Francia es mucha miga, la mejor selección del mundo. Bastó que Karabatic se pusiera en modo crack, lo que fue, es y será siempre. Narcisse y Sorhaindo haciendo de las suyas. Cuando se acercó Qatar a un gol apareció Omeyer, un portero estratosférico. Hasta Jerome Fernandez, con un golazo a cinco minutos que le dio a Francia una ventaja de tres goles, se hizo importante. Letal ya para una Qatar desarbolada por las circunstancias. El 25-22 final corona a los galos como reyes del mundo.
Terminó este Mundial con sabor agridulce. Ha sido una competición espectacular, pero es el primer ejemplo de los que vienen en estos años, donde este país organizará un Mundial de atletismo, en 2019, y el Mundial de fútbol tres años después. Qatar es una potencia no deportiva, pero sí económica. Eso es una amenaza seria para el deporte. La IHF ha permitido ocho nacionalizaciones para Qatar en los últimos cinco meses. Nada hay ilegal, sólo que es el único deporte que permite esto. No hay cupos.
Deportivamente ha triunfado Francia que, afortunadamente, para el buen aficionado a este deporte, ha vencido en la final. Consiguen con esta victoria mundial su pase directo a los Juegos Olímpicos, donde intentará revalidar el título. Nadie lo ha conseguido, pero esta Francia no tiene límites. Tampoco nadie había ganado tres mundiales de cuatro disputados. Y lo han hecho estos tipos. Portentos físicos, leyendas del balonmano.