Jaime Lissavetzky tiene ante sí un toro de difícil lidia antes de abandonar el cargo de secretario de Estado para el Deporte, que ha ostentado durante los últimos siete años con más pena que gloria, como es la amenaza de cierre patronal en la Liga para el próximo fin de semana.
Lissavetzky, que ya ejerce como candidato socialista a la alcaldía de Madrid, ha remitido este lunes un escrito a la Liga de Fútbol Profesional (LFP) en el que se muestra abierto al diálogo. Pero también exige a la patronal de los clubes que baje los humos en las tres cuestiones que reivindica: supresión de la obligatoriedad de televisar un partido en abierto cada jornada, mayor porcentaje en el reparto de los beneficios de las apuestas y regular el derecho a la información de los encuentros de Liga, limitando el tiempo de los resúmenes a los informativos.
Y estará también muy pendiente el político madrileño de lo que ocurra este martes en el Juzgado de Instrucción número 63 de Madrid, donde su titular, Purificación Pujol, celebrará una vista con la patronal del fútbol español y los seis equipos rebeldes –Athletic, Espanyol, Real Sociedad, Sevilla, Zaragoza y Villarreal– que han impugnado la suspensión de la trigésima jornada de Primera División, prevista para los días 2, 3 y 4 de abril.
Nunca ha ocultado Jaime Lissavetzky sus diferencias en algunos asuntos con el presidente de la LFP, José Luis Astiazarán, y el pasado viernes, durante la disputa del partido España-República Checa en Granada, tampoco fue una excepción. Ambos dirigentes evitaron cruzarse miradas en el Nuevo Estadio Los Cármenes. El diario El Confidencial va más allá y desvela que el secretario de Estado quiso cambiar el cartel con su nombre en la localidad que le tenían reservada para no sentarse al lado ni de Astiazarán ni del presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), Luis Rubiales. Aún recuerda cómo este último se las hizo pasar las últimas navidades, cuando el sindicato de futbolistas amenazó con un paro, previsto para los días 8, 9 y 10 de enero, que finalmente no se llevó a cabo por decisión del juez.
Al parecer, el representante del Gobierno instó a miembros de la Federación Española de Fútbol (RFEF) a que le cambiaran de sitio para poder sentarse al lado de su presidente, Ángel María Villar, pero Esther Gascón, jefa de protocolo de la RFEF, no encontró solución posible.
"Lo que está haciendo la Liga es una vergüenza. No tienen derecho a hacer lo que están haciendo. No tienen razón alguna", afirmaba Lissavetzky a micrófono cerrado en el aeropuerto Federico García Lorca de Granada, antes de partir a Madrid junto a la expedición de la selección española, resumiendo así el sentir de la mayoría de aficionados al fútbol.
Pese a sus quejas, el segundo máximo responsable del deporte español –el primero es el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, al autoproclamarse ministro de Deportes hace dos años– se muestra optimista y cree que finalmente habrá Liga el primer fin de semana de abril.
Pero lo cierto es que si finalmente se lleva a cabo el cierre patronal, el calendario quedaría alterado y el final de Liga en Primera División se retrasaría del 22 de mayo al 12 de junio, ya que la UEFA ha reservado fechas para la final de la Liga Europa (miércoles 18 de mayo), de la Liga de Campeones (sábado 28 de mayo) y partidos de selecciones (del 3 al 7 de junio –en concreto, la selección española jugará el día 4 un amistoso contra Estados Unidos en Boston–).
La última palabra la tiene Purificación Pujol, que el martes, a partir de las diez de la mañana, escuchará los argumentos de las partes implicadas en el conflicto y, previsiblemente, un día después emitirá su veredicto. Mientras tanto Lissavetzky se mantiene a la espera. Y con él millones de aficionados.