Hablar del Torino es hacerlo, inevitablemente, de la tragedia de Superga. El conjunto del norte de Italia es uno de los equipos de mayor tradición del fútbol italiano, pero las tragedias que se ha visto obligado a superar a lo largo de su trayectoria hubieran terminado con cualquiera.
La de Superga, por supuesto, es la más conocida. Un accidente de avión en el que fallecieron 18 miembros de una de las plantillas que, por aquel entonces, era de las más potentes de todo el continente europeo. Pero es no fue la única. Dos décadas después Gigi Meroni fue el involuntario y desafortunado protagonista de otra igual de dura para el Toro.
El elegido para el regreso
Luigi Meroni nace el 24 de febrero de 1943 en Como. Es ahí donde da sus primeros pasos como futbolista, en el pequeño campo de la parroquia de San Bartolomé, en un equipo llamado Libertad, y dirigido por un párroco.
En 1962, después de dos temporadas en el equipo de la ciudad, en la segunda división del calcio, da el paso a primera, al ser contratado por el Genoa, el equipo más antiguo de Italia.
Otras dos temporadas, en las que no termina de ser titular pero suficientes para mostrar la enorme calidad que atesora, y es el Torino quien se lanza a por él. El conjunto granata le había escogido para ser el líder de un equipo que pretendía volver a ser lo que fue sólo dos décadas atrás, antes del accidente de avión que terminó con casi toda su plantilla: uno de los más grandes de Europa. Y no estaban equivocados. La magia de Gigi Meroni les iba a devolver pronto a competiciones europeas. En solo un año.
Un nombre predestinado
Pero volvamos a retroceder un momento en el pasado. Volvamos, cómo no, a la tragedia de Superga. Aquella que terminó de un plumazo con un equipo que venía de ganar cinco scudettos consecutivos, que tenía 10 de los 11 titulares de la selección italiana, que estaba considerado el mejor equipo de Europa, aunque por aquel entonces no hubiera competición europea para calibrarlo.
En el accidente fallecieron 18 futbolistas del mítico equipo turinés, además de miembros del staff técnico, periodistas, y la tripulación. Entre ellos, el piloto. Un italiano de nombre...Gigi Meroni.
Un tipo peculiar
Gigi Meroni, el futbolista, no era solo un genio con el balón. También era un personaje fuera del campo. Algo así a lo que fue George Best en el fútbol inglés.
Meroni es un futbolista que escucha jazz, y es fan de los Beatles. Es pintor, y poeta. Vive en una plaza exótica, lejos del resto de futbolistas, con su novia, Cristiana. La mujer de la que estuvo siempre enamorado, hasta el punto de presentarse en la ceremonia de boda de ésta con otro hombre por imposición de los padres, y antes de dar el 'sí quiero' llevársela de la iglesia.
Una persona que se pasea por las calles de su Como natal con una gallina como mascota; que se arregla su propia ropa para seguir el modelo de los Beatles; que se viste de vez en cuando de periodista para salir a la calle y preguntarle a la gente que no le reconoce qué es lo que opina del Torino y de su futbolista Gigi Meroni.
Cuando recibe la llamada del seleccionador italiano Edmondo Fabbri, quien le dice que irá con la azzurra si se corta el pelo, su respuesta es que prefiere no ir convocado. Que su pelo es intocable. No obstante, termina yendo con la selección al Mundial del 66, de no muy grato recuerdo para Italia.
Líder en el Toro
Y es que es en el Torino donde realmente es feliz. Donde se siente libre. Donde despliega su magia cerca del área. Pese a que no es un goleador -sus driblings y sus pases permiten que sean sus compañeros quienes marquen con mayor facilidad-, sus goles son casi siempre espectaculares.
24 marcará en las tres temporadas en las que jugó para el equipo del norte de Italia. Tres temporadas en las que relanzará al equipo. Lo devolverá a competiciones europeas después de 25 años sin hacerlo. Después del mazazo de Superga. Volverá a ilusionar a la afición, que ve en Meroni a un semidios, por todo lo que supone, por todo lo que les ha devuelto.
En el verano del 67 la Juventus tira la casa por la ventana y ofrece 500 millones de liras –se habla de que incluso podrían ser 750- para cerrar su fichaje. Pese a las primeras reticencias, la directiva del Torino empieza a ver la operación como muy rentable de cara a la viabilidad económica futura del club. Pero entonces es la afición quien se manifiesta delante del estadio con un lema claro: "Meroni es el Toro. No puede marcharse". Y no se va.
Otro duro mazazo
La temporada 67-68 Meroni comienza en un estado de forma pletórico. Y con él, el Torino. En sus cuatro primeros partidos, consigue un empate y tres victorias. La última de ellas, en un partido vibrante ante la Sampdoria: 4-2. Sólo unas horas después, Gigi Meroni estaba muerto.
Después del partido, los jugadores del Torino se retiran al hotel donde solían hacer las concentraciones post-partido. Era el 15 de octubre de 1967. Meroni, junto a su compañero de equipo Fabrizio Poletti, decide ir a por un helado enfrente del hotel. Cruza Corso Re Umberto, prácticamente a oscuras, y es atropellado por un coche.
Es trasladado de inmediato al hospital, donde fallecerá horas más tarde rodeado de sus compañeros de equipo, sus familiares, y su novia Cristiana.
El domingo siguiente se disputa el gran derbi de Turín, entre el Torino y la Juve. Un partido que sirvió de homenaje hacia Gigi Meroni. Y qué homenaje. El Toro gana 4-0, con tres goles de su gran amigo Combin, y otro de la camiseta número 7, la que siempre llevó él, en esta ocasión vestida por Carelli.
Pero aún hay más dentro de esta rocambolesca y trágica historia. Poco después se conoció que el conductor del Fiat 124 Coupé que terminó con la vida de Meroni era Attilio Romero. Un joven de 19 años, hijo de un reconocido médico, y seguidor acérrimo del Torino, que precisamente idolatraba a Meroni. En el año 2000, 33 años después, aquel ya no tan joven Attilio Romero se convertiría en Presidente del Torino. Surrealista. Trágico.