Hasta la fecha, todos los organizadores que empezaban con vocal eran campeones. Eso no deja de ser una anécdota, y de hecho pocos se atraverían a soñar con una España campeona del mundo allá por 1982. Pero sí es cierto que al organizador siempre se le exigía –y se le exige- un buen campeonato, y que el organizador (Sudáfrica no cuenta) siempre había llevado a cabo –y sigue llevando a cabo- un buen campeonato. España no. España no lo hizo. España protagonizó una enorme decepción en su Mundial.
Un Mundial innovador
España fue la escogida para albergar el Mundial de 1982. La ilusión que ya había mostrado el país por el deporte rey en las últimas décadas, y el aperturismo tras el fin de la dictadura, fueron clave para su elección. Y España quiso organizar el mejor Mundial hasta la fecha. Fue el primero que sobrepasó el centenar de inscritos -106-, y el primero que albergó a 24 selecciones en la Fase Final, para dar cabida a más equipos de África y Asia. Algo que no representó mayor problema debido a la excelente infraestructura futbolística y turística existente.
De hecho, se realizó una completa reestructuración del torneo, estableciéndose seis grupos de cuatro equipos que daban paso a cuatro de tres en una segunda fase, de la que salían los semifinalistas. Un complicado sistema, que nunca más se repetiría. Además, se instauró por primera vez la definición por penaltis en las semifinales y final.
Hubo, como siempre, importantes ausencias, destacando la de la subcampeona en las dos ediciones anteriores, Holanda, y la doble campeona del mundo Uruguay. En el Campo Nou se vivió una bellísima ceremonia inaugural. Centenares de muchachos formaron la paloma de la paz de Picasso como símbolo de la confraternización mundial en torno al fútbol. Y el nivel, en general, fue alto, con grandes partidos, grandes actuaciones y una gran decepción: España.
Una victoria en cinco partidos
España partía como una de las favoritas al título final. Por su condición de anfitriona, siempre determinante en la competición; y por su imponente victoria en Wembley un año antes. Poco importaba la pobre Eurocopa de 1980, que terminó con la dirección de Kubala en el banquillo, siendo Santamaría su sustituto. Los jugadores, pero, eran los mismos: Arconada, Quini, Juanito, Alexanco, Gordillo, Santillana…
Poco ayudó la preparación. La selección se concentró incomprensiblemente en los Pirineos, con mucho frío, y bajo severas medidas de seguridad -los atentados de la banda terrorista ETA eran constantes-. A la hora de comenzar a competir, se desplazarían a Valencia, donde el clima era muy cálido.
El grupo invitaba a ser optimista: Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte. Pero a las primeras de cambio, batacazo. España fue incapaz de superar a Honduras, con la que empató a uno, y de penalti. Se achacó el mal partido a los nervios del debut de la anfitriona, pero en el segundo encuentro, ante Yugoslavia, la imagen no mejoró. El resultado sí, 2 a 1, pero sólo gracias a la ayuda arbitral habitual en el anfitrión. El colegiado señaló como penalti una clara falta sobre Perico Alonso, pero fuera del área; López Ufarte falló, el árbitro mandó repetir, y Juanito, esta vez sí, marcó.
Ante Irlanda del Norte cayó derrotada por 0-1, gol de Armstrong. Un resultado que supuso el retorno del pesimismo en la selección, y que además obligaba a España a encontrarse con un complicado segundo grupo. Ante Alemania e Inglaterra, en Madrid.
Ante los germanos sólo valía la victoria, después del empate de éstos frente a Inglaterra, pero se cayó derrotado. Posiblemente, el mejor partido de los nuestros en el campeonato; pero Alemania tiró de oficio y veteranía para darle la vuelta al marcador en el segundo tiempo y remontar el tanto inicial de Zamora, para terminar imponiéndose por 2-1. El último partido, de trámite para España, se saldó con un 0-0 ante Inglaterra, que permitió el pase de los alemanes a semifinales.
España cerraba su participación con una triste victoria en cinco partidos, eliminada en la segunda fase. Una de las peores actuaciones de una selección anfitriona en la historia de los Mundiales. Una enorme decepción para nuestro fútbol. Eran otros tiempos...
La gran estafa alemana
Mientras tanto, la primera fase se desarrollaba sin mayores sorpresas. Eso sí, curiosamente, estuvieron a punto de quedar eliminadas las dos selecciones que disputarían la final: Italia, que llevó a cabo tres pésimas actuaciones, empatando ante Polonia, Perú y Camerún; y Alemania, que rozó el ridículo y logró su pase gracias a una vergonzosa farsa con Austria: a la hora de disputarse el partido entre alemanes y austriacos, un empate o una derrota dejaba fuera a los germanos; sin embargo, una victoria por 1-0 clasificaba a las dos selecciones. El resultado, obvio: 1-0 para Alemania, bajo cánticos de los aficionados de "que se besen", en lo que será recordado como El Pacto de El Molinón. La damnificada, Argelia.
"Sólo me puedo disculpar ante los argelinos, porque habían merecido clasificarse para la segunda fase", manifestaría tiempo después Briegel, uno de los futbolistas de la selección alemana. La FIFA investigó lo ocurrido, pero cerró el caso sin sanciones. Eso sí, a partir de aquel suceso, todos los partidos decisivos en las fases de grupos en los mundiales se disputan simultáneamente para evitar amaños como el del Molinón.
Una guerra que terminó en el Mundial
Argentina también lograba, con más problemas de los esperados, su pase a la segunda fase. Una Argentina que protagonizó un hecho insólito: comenzó el Mundial en guerra con otras tres selecciones que disputaban el campeonato, Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte; es decir, Reino Unido. Ambas naciones enfrentadas por las Islas Malvinas.
Durante bastante tiempo se barajó la opción de que la albiceleste no acudiera a España. Pero las altas esferas presionaron para que su equipo se presentara en el Mundial. Porque era una representación del equipo que se proclamó campeón del mundo sólo cuatro años antes, al que se añadía Maradona, y porque era, como siempre, una manera de mantener distraída a la población.
"Desde nuestro humilde puesto debemos intentar darle al mundo, a través del fútbol, una imagen cabal de lo que somos" declararía Menotti, el seleccionador, poco antes de comenzar el Mundial. Así que Argentina jugó sin problemas. El debut se produjo el 13 de junio, con una derrota por 1-0 frente a Bélgica. Todavía se estaba combatiendo al otro lado del Atlántico. Al día siguiente se anunció la rendición argentina.
Aún así, se especuló con lo peligroso que podría ser un enfrentamiento contra alguno de los combinados británicos. De hecho, el gobierno británico consideró retirar a las selecciones de Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte por temor a un posible duelo durante la segunda ronda. "Los futbolistas sienten repugnancia ante la idea de jugar en el mismo torneo con Argentina", declararía el ministro de deportes británico.
Al final, todos decidieron continuar, y el sorteo no quiso que ninguno de los equipos se enfrentara entre sí, con lo que no hubo ningún contratiempo. Eso sí, ninguna de esas selecciones llegarían muy lejos: todas cayeron en la segunda fase.
Una escena inolvidable
Quien sí lo haría sería Francia, que se mostró desde el comienzo de la competición como el equipo más espectacular, el que apostaba por un fútbol más ofensivo. Aunque para acceder a la segunda fase tuviera que vivir el episodio más extravagante del campeonato. Durante el encuentro ante la exótica Kuwait, los galos mandaban 3-1 en el marcador cuando, durante una jugada de Giresse, sonó un silbato desde la grada, simulando al árbitro señalando fuera de juego.
Los jugadores árabes se detuvieron, a punto estuvo de hacerlo también el futbolista francés, aunque finalmente decidió terminar la jugada. Y el colegiado, que no había pitado nada, señaló gol. Nadie daba crédito a lo que acababa de suceder. Pero menos aún cuando desde la grada saltó al campo el jeque Fahad Al-Ahmed Al-Jaber Al-Sabah, hermano del emir de Kuwait y presidente de la Federación de Fútbol de Kuwait. Él había sido el autor del controvertido silbido.
Ataviado con su túnica y turbante, bajó al césped del José Zorrilla, y comenzó a charlar con el árbitro, indicándole que sus jugadores debían retirarse del partido. La Guardia Civil tuvo que intervenir, y al final los futbolistas kuwaitís continuaron el choque, aunque aquel tanto de Giresse terminaría siendo anulado. Poco después, el colegiado Miroslav Stupar sería sancionado por la FIFA para siempre.
En la segunda fase, Francia seguía demostrando su enorme potencial, imponiéndose sin demasiados problemas a Austria primero y a Irlanda del Norte después, para sellar así su pase a semifinales, uniéndose a la ya mencionada Alemania, a Polonia, que sorprendió en su grupo al terminar delante de la Unión Soviética y Bélgica; y a Italia, que pasó de despojo a sensación del torneo en esta fase.
Y es que la escuadra azzurra rozó el ridículo en el arranque del campeonato, mostrándose incapaz de superar ni a Polonia (0-0) ni a Perú (1-1) ni a Camerún (1-1), y logrando el pase únicamente gracias a haber marcado un gol más que los africanos. Sin embargo, en la segunda fase despertó, y superó a Argentina primero (2-1) y finalmente a Brasil (3-2), que venía desplegando un brillante fútbol.
Todo, gracias a que se encontró con el despertar de Paolo Rossi. El delantero italiano llegó al Mundial a última hora, tras dos años sin jugar por una sanción por corrupción en el fútbol italiano (el escándalo Totonero). Una convocatoria que levantó mucha polémica, por su lógica falta de forma, y que se acrecentó cuando completó cuatro partidos sin conseguir un gol. Sin embargo, ante Brasil, explotó, y su hattrick permitió la machada italiana. Terminaría como máximo goleador del Mundial.
Porque Italia superó también en semifinales a Polonia con dos goles de Rossi (2-0), su quinto en dos partidos, en un duelo sin mucha historia en el que los transalpinos demostraron su mayor experiencia.
La criminal entrada de Schumacher
Más igualado estuvo el otro duelo de semifinales, que enfrentaba a Francia y Alemania. Littbarski adelantó a los germanos y Platini igualó el choque antes del descanso. En la segunda mitad tuvo lugar una de las jugadas más salvajes que se recuerdan sobre un terreno de juego: la agresión del guardameta alemán, Schumacher a Patrick Battiston. Incomprensiblemente, el árbitro holandés Charles Cover no expulsó al alemán.
El partido se fue a la prórroga, y ahí pasó de todo: Francia se adelantó hasta el 3-1, pero Alemania tuvo tesón para lograr la igualada, con obra maestra en forma de tijereta de Fischer incluida, y llevar el duelo a los penaltis. Y ahí los errores de Six primero y Bossis después permitieron el pase de Alemania a la final.
La mejor Italia
Se presentaba, pues, una final apasionante, entre Alemania e Italia, en lo que suponía además el regreso de la hegemonía europea en el mundo del fútbol. Pero el partido tuvo poca historia. Italia se mostró muy superior desde el comienzo, e incluso Cabrini se permitió el lujo de fallar un penalti en la primera mitad. Poco iba a importar. En el segundo tiempo, la escuadra de Enzo Bearzot terminó por demostrar su supremacía.
Primero, con un tanto de Paolo Rossi, su sexto en tres partidos consecutivos, de cabeza tras una buena jugada de Italia. Después sería Tardelli quien doblaría la ventaja italiana; y ya en la recta final Altobelli, tras una contra, lograría el 3-0. Breitner hizo el del honor para los alemanes.
Italia conquistaba de ese modo su tercer mundial, lo que le dejaba en lo más alto junto a Brasil, las dos únicas selecciones tricampeonas. A pesar de su mal comienzo, de las muchas dudas generadas por el equipo, de contar con un guardameta de 40 años –a la postre, el más veterano jamás proclamado campeón del mundo- y de todas las polémicas que afectaron al equipo poco antes del campeonato, Italia volvía a mostrarse al mundo como el mejor equipo del planeta.
Todo lo contrario que España, que ni siquiera en casa y con todo a favor, fue capaz de dar una alegría a su afición. Ya no una alegría en forma de título; sí por lo menos compitiendo por soñar con algo. Pero no. España 82 fue la gran decepción del fútbol español.
Ficha Técnica de la final:
Italia, 3: Zoff; Scirea, Bergomi, Collovatti, Cabrini; Gentile, Tardelli, Oriali; Conti, Graziani (Altobelli, m.7; Causio, m. 89) y Rossi. Seleccionador: Enzo Bearzott
Alemania, 1: Schumacher; Briegel, K.H. Foster, B. Foster, Breitner; Kaltz, Dremmler (Hrubesch, m. 62), Stielike; Fischer, Littbarski y Rummenigge (Müller, m. 70). Seleccionador: Jupp Derwall
Goles: 1-0, m.57: Rossi; 2-0, m.69: Tardelli; 3-0, m.81: Altobelli; 3-1, m.83: Breitner
Árbitro: Arnaldo Coelho (Brasileño)
11 de julio de 1982, Madrid, Santiago Bernabéu, 90.000 espectadores