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El fútbol, daño colateral de la caída de Yanukovich en Ucrania

Los dueños del Shakhtar y el Metalist, dos de los clubes más poderosos del país, apoyaron al depuesto presidente.

Los dueños del Shakhtar y el Metalist, dos de los clubes más poderosos del país, apoyaron al depuesto presidente.
Los jugadores del Shakhtar celebran la Europa League. | Archivo

Un mes después de la caída del Gobierno de Viktor Yanukovich en Ucrania y la liberación de la líder opositora Yulia Timoshenko, tras dos días de sangrientos enfrentamientos en la plaza Maidan de Kiev, el país continúa inmerso en un proceso de cambios y renovación que afecta a todos los estamentos de país. El cambio de gobierno y la anexión de Crimea por parte de Rusia han cambiado el panorama social y político y la incertidumbre que rodea a la situación del país también se ha apoderado de su fútbol.

La salida del poder de Yanukovich destapó una riqueza amasada junto a un grupo de empresarios que dominaban el parlamento y los poderes económicos de Ucrania. Desde su independencia en 1991, el país pasó a estar dominado por una compleja red de oligarcas, que ostentaban el dominio de las principales fuentes de riqueza del país, obtenidas de la explotación energética. La llegada de Yanukovich acentúo el poder de algunos de los oligarcas. Nada se escapó a su control: explotación de gas, medios de comunicación y hasta clubes de fútbol.

El deporte se convirtió en la bandera perfecta para demostrar e pujante poderío de estos empresarios en Europa, donde aspiraban a ser dominadores del fútbol continental. Dos equipos se erigieron como los mayores ejemplos del poderío económico ucraniano, el Shakhtar Donetsk y el Metalist, que en los últimos años realizaron fuertes dispendios por futbolistas.

Actualmente, la liga ucraniana la lidera el Shakhtar, cuyo propietario esRinat Akhmetov, uno de los hombres que ayudó a Yanukovich, que desde 1997 era gobernador de Donetsk, a alcanzar la presidencia del país. Donetsk, al Este del país, se convirtió en una de las principales regiones prorrusas y la participación del Shakhtar en la liga rusa es objeto de las reclamaciones de los nacionalistas rusos más radicales.

Oligarcas de la energía

Akhmetov, magnate de la minería, ya era uno de los hombres más ricos del país antes de apoyar financieramente la carrera política de Yanukovich. Sin embargo, cuando el depuesto presidente llegó al poder, su fortuna se multiplicó por tres. Según publicó la revista Forbes en 2011, un año después de las elecciones su patrimonio pasó de 5.800 millones a 16.000 millones, lo que le llevó a ocupar el puesto 39 de los hombres más ricos del mundo. Con el control de la explotación minera y el monopolio de la exportación de la electricidad del país, Akhmetov convirtió el Shakhtar en uno de los clubes europeos más poderosos, capaz de realizar grandes gastos en fichajes y pujar con los grandes equipos.

A pesar de su frontal oposición al nuevo gobierno de Kiev, Akhmetov se ha apresurado a confirmar que su equipo seguirá jugando la liga ucraniana con normalidad, aunque todo hace indicar que reducirá los gastos del club, que ganó la Europa League en 2009 y en los últimos años ha competido con regularidad en la Liga de Campeones como representante del fútbol ucraniano.

Uno de sus temores tiene que ver con la suerte que han corrido otros empresarios que apoyaron a Yanukovich, como el dueño de otro de los clubes del país que estaba realizando grandes desembolsos en fichajes en los últimos años, el Metalist. Su dueño, Sergey Kurchenko, está incluido en la lista que ha emitido la Unión Europea de 18 empresarios que han sacado dinero ilegalmente del país. Sus cuentas están bloqueadas y se encuentra en paradero desconocido.

Incertidumbre sobre el futuro

Kurchenko, de 28 años, es dueño de la compañía Gas Ukraine, que en cuatro años se ha convertido en el mayor importador de gas del país. En ese tiempo, su fortuna ha llegado a los 1.700 millones de euros bajo el amparo del Partido de la Regiones de Yanukovich. Está acusado de formar parte del grupo reducido de empresarios llamado La Familia, que lideraba Oleksander, el hijo del presidente, y recibía la mayoría de los contratos públicos. Según miembros del partido nacionalista ucraniano Svoboda, Kurchenko actuaba como testaferro y podría estar en Bielorrusia.

Sus dudosos negocios con la importación de gas le ayudaron a cumplir con uno de sus sueños, comprar el Metalist en 2012. Al contrario que otros dueños de equipos, Kurchenko se hizo con el control absoluto de todo lo que sucedía en el club y anunció que en tres años esperaba ganar la liga y, en cinco, convertirse en una referencia en Europa. No escatimó en fichajes, se ganó a la afición regalando 500 viajes a a Newcastle para ver al equipo en una eliminatoria de Europa League y decidió que el equipo debía preparar la temporada en Dubai, lejos del frío de Ucrania.

Dos temporadas después, los jugadores de Metalist afrontan el quinto mes sin cobrar, Kurchenko está desaparecido y los fondos del club se agotan con riesgo claro de desaparición. Transcurridos dos años de la Eurocopa que acogió el país junto a Polonia, el Shakhtar y el Metalist se enfrentan ahora a la dificultad de sobrevivir en una liga dividida entre nacionalistas y prorrusos. Como en el resto del país, el cambio de escenario ha llenado de incertidumbre el fútbol ucraniano.

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