El Real Madrid visita este miércoles Dortmund con un único objetivo: la Décima. Es el penúltimo paso. El año pasado tocó caer en los penaltis; hace dos, contra el Barça, de aquella manera... Como decía el propio Mourinho ayer, el fútbol le debe una a los blancos. Y qué mejor terreno que el Wesfalenstadion, donde se fraguó la séptima, el último anhelo blanco.
Porque en 1998, el sueño de ganar la Copa de Europa era aún mayor que hoy. No eran once años de sequía, no; eran 32. Grandes equipos y grandes generaciones se fueron sucediendo ganándolo todo, menos el mayor trofeo europeo. Ni siquiera el Madrid de la Quinta del Buitre... 32 años. Mucho tiempo para el más grande de Europa. Demasiado tiempo.
Por eso, el 15 de abril el Real Madrid visitaba Dortmund con el objetivo casi entre las manos de alcanzar la final. En aquella ocasión, era el partido de vuelta, después de un gran resultado en el Bernabéu: 2-0, con goles de Karembeu y Morientes.
En terreno germano el Borussia de los Möller, Reuter, Ricken, Herrlich o Chapuisat trató de darle vida a la eliminatoria, pero el trabajo defensivo madridista, con un colosal Fernando Redondo en uno de los mejores partidos que se le recuerdan, impidió la sorpresa. De hecho, si alguien mereció algún gol, fue el Real Madrid. Pero no hizo falta.
El resto, ya lo saben. Final en Ámsterdam, contra la Juventus de Zidane, y el Real Madrid campeón de Europa 32 años después gracias al tanto de Pedja Mijatovic. Precisamente, con Jupp Heynckes en el banquillo. La ansiada Séptima ya era una realidad.
Ahora, los blancos vuelven a un escenario propicio, con el empate del Westfalenstadio en el recuerdo. En este caso el partido es el de ida, pero el objetivo es el mismo: alcanzar la final para proclamarse campeón de Europa y terminar con un sueño que termina por convertirse en obsesión: la Décima.