La imagen fue desgarradora, pero afortunadamente para el aficionado barcelonista todo quedó en un susto. Corría el minuto 85 del partido ante el Benfica (0-0), cuando Leo Messi recortó al portero Artur Moraes y quedó tendido sobre el césped, con evidentes gestos de dolor, tras llevarse un golpe en la rodilla izquierda.
Tuvo que ser atendido Messi en el mismo terreno de juego hasta que la camilla hizo acto de presencia para retirar al jugador. Se temió lo peor: el barcelonismo se resignaba a perder a su estrella para una buena temporada. Hasta que aparecían las primeras noticias, bastante tranquilizadoras, sobre el estado del argentino.
"Contusión ósea en la cara externa de la rodilla izquierda", rezaba el primer parte médico. Es decir, un simple golpe, por lo que ni siquiera está descartado para jugar el próximo domingo contra el Betis.
"Los doctores han estado mirando y en principio la sensación es que es un golpe, pero hasta que no hagamos pruebas no lo sabremos mejor", decía Tito Vilanova en zona mixta del Camp Nou. "La evolución clínica marcará la disponibilidad del jugador para el partido contra el Betis", añadía el técnico culé, dejando el siguiente mensaje de optimismo para la afición: "Tendremos Messi para mucho tiempo".
Por tanto, si Messi juega finalmente en el Benito Villamarín, tendrá una nueva oportunidad de batir el récord de 85 goles en un año natural (lleva 84) que el alemán Gerd Torpedo Müller logró en 1972. Si no, dispondría de otros tres partidos más: en la Copa frente al Córdoba y en los duelos ligueros contra el Atlético de Madrid en el Camp Nou y ante el Valladolid en el Nuevo Zorrilla.