Seguramente el triunfo en la Supercopa del Fútbol Club Barcelona fue una dulce derrota para un Real Madrid necesitado de descanso por aquellas fechas de la temporada, sensación aumentada por el hecho de que ambos no se enfrentaran en el torneo jugado en Málaga en octubre.
Sin embargo, y aunque en los de Pablo Laso no saltarán alarmas por la derrota, el primer duelo entre ambos en esta temporada ha vuelto a dejar de manifiesto que, no sólo es que las distancias entre ambos se hayan recortado, sino que, a estas alturas del curso, el nivel de los azulgranas está muy por encima del Real Madrid. Cierto es que cada año se incrementa más el tan cacareado argumento de que el baloncesto `de verdad´ arranca cuando llega en febrero la Copa del Rey, pero no lo es menos que el vigente campeón europeo dista ahora mismo de tener la solidez necesaria para pensar que los éxitos se vuelvan a repetir este año sin una enorme evolución de por medio.
Ante su eterno rival, el equipo de Laso fue un flan defensivo durante más de 30 minutos, algo completamente inasumible si se quiere batir a uno de los mejores equipos del continente. Tan sólo algún arreón de coraje en la primera parte, y algo de orgullo en la recta final, hizo que la renta no fuera superior, hecho al que los catalanes se hicieron sobrados acreedores. Pese a las bajas de Arroyo y Abrines, el Barcelona mostró una falta de fisuras encomiable, obrando el partido deseado por Xavi Pascual: pocos errores, intensidad defensiva, buen movimiento de balón en ataque. Un partido poco brillante pero de efectividad plena, ante un rival que no era capaz de inquietar desde su defensa, en ocasiones temible, pero claramente empachada de turrón en este caso.
El Madrid fue sorprendentemente un equipo acomodado, con cambios de ritmo esporádicos, como la racha triplista de Maciulis y Carroll para generar un espejismo al final del primer cuarto, pero nada consistentes. Enfrente, el Barça le hizo daño con el físico de Satoransky, la polivalencia de Pau Ribas, la fuerza de Samuels, o la elegancia de Doellman, dentro de un trabajo coral que a buen seguro encontró la aprobación de su entrenador. Eso, y un Navarro que mostró lo mejor y lo peor de lo que es hoy día.
En ataque rebosa sabiduría y un talento inigualable en la historia del baloncesto español, aunque atrás fuera presa fácil para Llull o Sergio Rodríguez cuando las ayudas no lograron taparle sus evidentes problemas defensivos. En todo caso, Juan Carlos Navarro, Primero de España, volverá a ser pieza clave en este equipo cuando llegue mayo, si el físico no le juega una mala pasada. Especialmente si Xavi Pascual termina por encontrarle el hueco dando un pasito atrás en la importancia en el equipo. Navarro puede ser aún letal, pero no todo el juego puede girar a su alrededor. Esa ya es una época pasada, y cuanto antes lo entienda el Barça, mejor le irá.
Volviendo al Madrid, nunca jugó bien, ni en ataque, ni en defensa. Nunca estuvo a la altura de lo que le exigía el rival. En ataque, sus pívots no existieron, y el daño exterior fue irregular. La defensa fue lo más preocupante, pues no tuvo energía para modificar el devenir del duelo. En su estructura actual, con Rudy Fernández de baja indefinida, los blancos tienen a cuatro jugadores capaces de cambiar un partido en su propia pista, y ninguno acudió a la llamada de los suyos. Andrés Nocioni, determinante en momentos puntuales de la pasada campaña, con aquellos tapones plenos de energía, volvía de una lesión, y se le vio fuera de ritmo.
Felipe Reyes, posiblemente el junior de oro que mejor ha envejecido con Pau Gasol, parece haberse echado en estos tres meses de temporada algún año encima, y se le vio forzado en ataque, ofuscado ante la falta de piernas, y lejos de dominar atrás. Gustavo Ayón, que estaba siendo el interior más solvente del equipo capitalino, estuvo lejos de ese nivel que le permite defender a pequeños, y anticiparse a los grandes. Y Jeff Taylor tampoco llegó al nivel exigido, pareciéndose más al de octubre que al que había dejado grandes destellos por su exuberancia física en el último mes. El sueco pareció perdido, si no superado por los acontecimientos, y sus postreros triples no hacen lucir un partido discreto. Pablo Laso, consciente de que será importante para suplir la explosividad que aportaba Slaughter, le ha ido dando cada vez más minutos, pero ante el Barça, sencillamente, no estuvo al nivel de lo que le pedía la cita.
El derbi (permítanme obviar eso de clásico) no es un partido para sentar cátedra. La liga regular en la ACB hace años que, especialmente para los dos equipos `futboleros´, tiene una importancia relativa, y ninguno se volverá loco con el resultado final. Pero lo que es un hecho es que el Barcelona de diciembre es un equipo mucho mejor que el de la temporada pasada, y que a Laso, pese a la remontada para sobrevivir en Euroliga, le queda mucho camino para que su Real Madrid se acerque al de hace unos meses. Tiempo tiene sin duda, pero el Barcelona ya le ha avisado dos veces este año de que va muy en serio. Y a todo esto, Valencia ya está dos partidos por delante de los blancos, que han perdido en casa con los de Pedro Martínez y el Barcelona.
Sin motivo para la alarma, pero sí para la preocupación y la sobredosis de trabajo. A día de hoy, este Madrid no va sobrado, ni mucho menos.