L D (EFE) El sastre del selecto club de Augusta rebuscó en su armario para encontrar la talla más grande de cuantas Chaquetas Verdes posee. Cabrera, de 39 años, ha vuelto a colocar al golf argentino en el lugar más alto ante el Senado del golf en Norteamérica. El surafricano Trevor Immelman , campeón en 2008, colocaba la chaqueta de campeón sobre el corpachón de Cabrera, el hombre más feliz en Augusta.
Atrás quedaron cuatro grandes vueltas de golf (68+68+69+71) y un desempate frente a Kenny Perry y Chad Campbell. Los tres terminaron los 72 hoyos con idéntico número de golpes: 276, para 12 bajo par. Cabrera, jugando a domicilio, pudo con sus dos contendientes. El cordobés tuvo la suerte del campeón en el 18, primer hoyo del desempate -una rama empujó su bola a calle-, y después destrozó en el hoyo 10 al veterano Perry, de 48 años. Allí, en el hoyo 10, Cabrera levantó el puño con fuerza como nuevo campeón. El 'Pato' Cabrera suma su segundo título de Grand Slam y certifica el tercer major en la historia del golf argentino tras el conquistado en 1967 por Roberto de Vicenzo (Open Británico).
Perry, undécimo del mundo, posiblemente perdió su último tren. Cabrera frustró su sueño de conseguir el primer grande , después de que en 1996 se quedara a las puertas de conquistar el US PGA (también en un desempate), así como convertirse, a sus 48 años, en el golfista más viejo de la historia en conquistar un título de Grand Slam . Campbell, con un bogey , quedó eliminado en el primero de los hoyos del desempate, en el 18.
La jornada final no defraudó . Fue intensa, emocionante, cambiante por la gran remontada de Phil Mickelson y Tiger Woods , ambos a siete golpes de la cabeza en el inicio y compartiendo un partido que reventó las audiencias televisivas. Y absolutamente de infarto por el mencionado desempate con final feliz para el argentino. Perry, que partió como líder junto a Cabrera, jugó paciente, con los riesgos justos, marcando de cerca a su compañero y sin despeinarse ante la exhibición de Mickelson, el segundo jugador del mundo, que a la postre tiró realmente el torneo. Mickelson igualó el récord de anotación del Masters en los primeros 9 hoyos (Miller, Choi y Greg Norman), con 30 golpes. El zurdo de San Diego se metió así en la pelea.
Tiger, por su parte, no se arredró y un eagle en el hoyo 8 aceleró también sus prestaciones. Pero el mejor zurdo del mundo, convertido en hombre bala en la jornada final de Augusta, se estrelló con un doble bogey en el hoyo 12 y falló, después, dos putts cruciales y francos, en el 15 para eagle y en el 17 para birdie . Esos cuatro golpes perdidos frustró el inmenso trabajo de Mickelson (67 golpes) por enfundarse su tercera Chaqueta Verde. Tiger cedió con sendos bogeys en el 17 y 18.
El torneo pasó a entonces ser un pleito entre Perry, Cabrera y Chad Campbell, este último insistente atravesado el ecuador de la ronda final. Cabrera pagó caro su exceso de conservadurismo y marcaje de sus rivales, aunque a partir del hoyo 15 apretó el acelerador e igualó en cabeza gracias a dos bogeys de Perry en los hoyos 17 y 18. "Éste es el momento más feliz de mi vida en el golf. Roberto de Vicenzo, cuando gané el Open USA, me dio una foto con el saco verde y me dijo que algún día sería mía", comentaba Cabrera ante las cámaras de televisión norteamericanas.
Atrás quedaron cuatro grandes vueltas de golf (68+68+69+71) y un desempate frente a Kenny Perry y Chad Campbell. Los tres terminaron los 72 hoyos con idéntico número de golpes: 276, para 12 bajo par. Cabrera, jugando a domicilio, pudo con sus dos contendientes. El cordobés tuvo la suerte del campeón en el 18, primer hoyo del desempate -una rama empujó su bola a calle-, y después destrozó en el hoyo 10 al veterano Perry, de 48 años. Allí, en el hoyo 10, Cabrera levantó el puño con fuerza como nuevo campeón. El 'Pato' Cabrera suma su segundo título de Grand Slam y certifica el tercer major en la historia del golf argentino tras el conquistado en 1967 por Roberto de Vicenzo (Open Británico).
Perry, undécimo del mundo, posiblemente perdió su último tren. Cabrera frustró su sueño de conseguir el primer grande , después de que en 1996 se quedara a las puertas de conquistar el US PGA (también en un desempate), así como convertirse, a sus 48 años, en el golfista más viejo de la historia en conquistar un título de Grand Slam . Campbell, con un bogey , quedó eliminado en el primero de los hoyos del desempate, en el 18.
La jornada final no defraudó . Fue intensa, emocionante, cambiante por la gran remontada de Phil Mickelson y Tiger Woods , ambos a siete golpes de la cabeza en el inicio y compartiendo un partido que reventó las audiencias televisivas. Y absolutamente de infarto por el mencionado desempate con final feliz para el argentino. Perry, que partió como líder junto a Cabrera, jugó paciente, con los riesgos justos, marcando de cerca a su compañero y sin despeinarse ante la exhibición de Mickelson, el segundo jugador del mundo, que a la postre tiró realmente el torneo. Mickelson igualó el récord de anotación del Masters en los primeros 9 hoyos (Miller, Choi y Greg Norman), con 30 golpes. El zurdo de San Diego se metió así en la pelea.
Tiger, por su parte, no se arredró y un eagle en el hoyo 8 aceleró también sus prestaciones. Pero el mejor zurdo del mundo, convertido en hombre bala en la jornada final de Augusta, se estrelló con un doble bogey en el hoyo 12 y falló, después, dos putts cruciales y francos, en el 15 para eagle y en el 17 para birdie . Esos cuatro golpes perdidos frustró el inmenso trabajo de Mickelson (67 golpes) por enfundarse su tercera Chaqueta Verde. Tiger cedió con sendos bogeys en el 17 y 18.
El torneo pasó a entonces ser un pleito entre Perry, Cabrera y Chad Campbell, este último insistente atravesado el ecuador de la ronda final. Cabrera pagó caro su exceso de conservadurismo y marcaje de sus rivales, aunque a partir del hoyo 15 apretó el acelerador e igualó en cabeza gracias a dos bogeys de Perry en los hoyos 17 y 18. "Éste es el momento más feliz de mi vida en el golf. Roberto de Vicenzo, cuando gané el Open USA, me dio una foto con el saco verde y me dijo que algún día sería mía", comentaba Cabrera ante las cámaras de televisión norteamericanas.