L D (EFE) Como el Montepaschi hace tres días, el conjunto madridista llegó al Palau Blaugrana con la intención de jugar al Barça de tú a tú y acabó ahogado, desfondado por el impresionante ritmo que impuso el rival, propiciado por la inmensa calidad y profundidad de su banquillo. Y eso que el partido arrancó de una forma excelente para ambos conjuntos, evidenciando el porqué catalanes y madrileños llegaban al clásico en su momento más dulce de la temporada.
Fueron diez primeros minutos eléctricos de unos y otros. Con Barton y Tomas infalibles desde la línea de tres, Navarro e Ilyasova rompiendo las defensas con su entradas a canasta y un Reyes pletórico bajo los aros. El 27-24 del final del primer período reflejaba lo que había sido hasta entonces el choque: un duelo espectacular entre dos equipos en estado de gracia.
Sin embargo, el encuentro se diluyó en calidad a partir del segundo cuarto, sobre todo para los visitantes, que empezaron a perder fuelle en cuanto el rival les obligó a jugar al límite en cada posesión. El técnico del Real Madrid, Joan Plaza, cambió a todo su quinteto titular al inicio de este segundo período, y los nuevos, especialmente Hervelle, no le supieron tomar el pulso al partido.
Con Grimau y Basile por vez primera sobre el parqué, el Barça se aplicó en defensa, y los madrileños, sin Reyes, Tomas y Mumbrú -todos ellos descansando en el banquillo- se pasaron muchos minutos sin anotar. Al final, el Real Madrid sólo pudo sumar nueve puntos en esta segunda manga, siete de ellos de Bullock, el único de los recién salidos que parecía enterarse de qué iba el choque. Mientras, los locales echaron mano del acierto anotador de Andersen, autor de diez puntos en estos segundos diez minutos y del triple que cerró la primera mitad y que puso la máxima diferencia en el marcador hasta entonces (44-33).
La cosa no mejoró para los visitantes tras el descanso, cuando la irrupción de Ilyasova colocó un nuevo tope para los azulgranas en el electrónico (57-41, min.26). Para entonces Reyes y Mumbrú habían vuelto a pista para intentar detener la hemorragia, pero ya era demasiado tarde.
El Barça empezó el último cuarto con una nueva máxima (65-47) y el Madrid bajó definitivamente los brazos. Hervelle despertó justo cuando sus puntos ya no hacían falta y Reyes se encontraba demasiado solo batallando con los pívots del conjunto rival, especialmente un Andersen pletórico. A falta de pocos segundos para el final, Navarro metió un triple estratosférico que puso un contundente 87-65 y que definitivamente convirtió al Palau en un fiesta. Una última canasta del omnipresente Reyes cerraría el resultado final (87-67).