"Todavía no soy leyenda. Tengo que ganar la final de los 200 metros". Esas fueron las palabras de Usain Bolt después de volar en el Olympic Stadium y llevarse la final de los 100 metros con la segunda mejor marca de todos los tiempos (9.63). Aunque lo común invitaba a pensar lo contrario, había que hacer caso al más grande. Pero ahora ya no puede negarlo: Bolt es leyenda. Por encima, nada más y nada menos, que de Carl Lewis, el hijo del viento.
Con una marca de 19.32 se ha llevado también la final de los 200 metros, convirtiéndose así en el primer atleta de la historia que dobla triunfo en unos Juegos Olímpicos en 100 y 200 metros. Ganó las dos pruebas en Pekín, y ha vuelto a hacer lo mismo en Londres. Nunca nadie antes lo había logrado.
Y eso que Johan Blake (19.44) no se lo puso nada fácil. Luchó por la victoria hasta el final, obligando a su compatriota a apretar los dientes hasta los últimos diez metros. De no ser por que se enfrentaba a un extraterrestre, hubiera logrado una brillante victoria.
La tercera plaza, por cierto, fue para otro jamaicano, Warren Weir (19.84), completando un triplete histórico. Antes, en Pekín, lo habían logrado los estadounidenses, cuando Shawn Crawford, Bernard Williams y Justin Gatlin coparon el podio. Un claro símbolo del cambio de dinastía.
"Ahora ya soy una leyenda", reconoció, pletórico, el propio Usain Bolt; "conseguí lo que quería", aunque quiso dejar claro que "no tenía nada que demostrar". "Soy el mejor del mundo, el atleta más grande en activo", continuó el jamaicano, asegurando que "este es mi momento, no lo olvidaré jamás".
No es para menos. La imagen de Bolt cruzando la línea, volando sobre el tartán, es de aquellas que quedarán para la posteridad. dentro de cincuenta años, cuando se hable de Juegos Olímpicos pasados, se escuchará el nombre de aquel jamaicano que corría como nadie. Porque lo que ha hecho hoy Bolt no es historia, es leyenda.