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Nadal es el mejor de la historia en tierra

Ni la lluvia ni Djokovic han impedido que Nadal conquiste su séptimo Roland Garros, superando al mítico tenista sueco Bjorn Borg.

Por si alguien tenía dudas, Rafael Nadal se ha encargado de demostrar que es el mejor jugador de la historia en tierra batida. El mallorquín ha superado la mítica barrera de los seis títulos (1974, 1975, 1978, 1979, 1980 y 1981) en París de Bjorn Borg y ha conquistado su séptimo Roland Garros en sólo ocho participaciones. Ni Novak Djokovic ni la lluvia han podido con el balear, que se ha impuesto este lunes, tras tres horas y 49 minutos, al número uno del mundo (6-4, 6-3, 2-6 y 7-5) cortando una racha de tres finales consecutivas de Grand Slam perdidas.

Nadal ya forma parte de la leyenda del mundo de la raqueta a sus 26 años recién cumplidos. Ha mordido la Copa de los Mosqueteros en siete ocasiones, consiguiendo rendir al siempre difícil público francés a sus pies. Ni el mejor tenista de la historia reciente –Roger Federer– ni el mejor del momento –Novak Djokovic– son capaces de destronar al rey de la tierra batida.

Y eso que el serbio ha sido más rival que el resto, por algo es el mejor tenista del momento. Es la cuarta vez que el balcánico cae derrotado ante Nadal en París, pero esta vez ha sido la que más cerca ha estado de vencer. Djokovic ha forzado un cambio en la manera de jugar de Nadal, que, como los grandes campeones, saben reinventarse para seguir ganando.

Con esta victoria, Nadal rompe una racha de tres finales consecutivas perdidas de Grand Slam ante Novak Djokovic –Wimbledon, Estados Unidos y, la más dolorosa, en Australia– para evitar que el serbio complete los cuatro grandes. En Melbourne, Nadal ya rozó la victoria. Tenía el antídoto de Djokovic. Pero ha sido en la tierra donde ha demostrado que, en esa superficie, está un peldaño por encima del serbio.

Con un juego mucho más agresivo, más metido en la pista y con un saque más potente, Nadal ganó los Masters 1000 de Montecarlo y Roma al balcánico, cortando la racha de siete finales consecutivas perdidas. Era la primera piedra para levantar su séptimo Roland Garros.

Una suspensión idónea

Con esa fórmula salió el domingo a París. El torbellino de juego del español sólo fue frenado por la lluvia. Tras la primera suspensión y con media final en el bolsillo, el serbio se envalentonó y ganó ocho juegos consecutivos hasta que la lluvia volvió a hacer acto de presencia. Justo a tiempo.

La suspensión le sentó de maravilla a Nadal, que, ya este lunes, recuperó el break perdido del domingo a las primeras de cambio. Tuvo suerte. Su bola tocó en la cinta, Nole llegó forzado y el manacorense lo pasó sin dificultades. El set volvía a estar igualado. Nadal mostraba seguridad en su saque, metiendo muchos segundos, mientras que el serbio se veía exigido en cada servicio.

Djokovic decidió ir a tumba abierta, jugándose todas las bolas y buscando las líneas. El serbio, herido, siempre es un peligro. La lluvia volvió a aliarse con Djokovic, como en la primera suspensión del domingo, y amagó con retrasar de nuevo la gran final. Los paraguas volvieron a escena, pero era sólo una nube pasajera. En la reanudación, con 5-4 para Nadal y saque para el serbio, Djokovic salvó a la perfección un juego muy comprometido.

Nadal no se desconcentraba ni con las decisiones del juez de línea, que no bajó para comprobar una bola de Djokovic cuando el español paró el juego. Aún así ganó su saque para restar de nuevo para ganar el torneo. Ahí, esta vez sí, el serbio se puso nervioso y acabó cediendo el torneo con una doble falta.

Rafael Nadal conquistaba su séptimo Roland Garros de la manera más brillante, cediendo sólo un set durante todo el torneo. El público de París no ha tenido más remedio que rendirse a la evidencia ante el español, que ha hecho grande a Roland Garros de la misma manera que el torneo parisino ha encumbrado al manacorense para siempre. Un jugador único que pasa a formar parte de la leyenda del tenis.

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